Parte 4

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Llevaba tiempo hablando con las chicas y decidí que ya era hora de irme a casa.

-Bueno chicas, debo irme a mi casa, os la enseñaría, pero está hecha un asco.

Y sin dejarles contestar me fui, pasé por recepción y saludé a Laureen al verla, está me saludó con la mano efusivamente, se le veía feliz en su espacio diminuto de trabajo.

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Cuando por fin llego a casa termino por ducharme, relajar los músculos como siempre solía hacer, cogí el libro de Cumbres Borrascosas que tenía en el móvil en formato PDF para entretenerme un rato, pero al rato de leer el que posiblemente era mi libro favorito, lo dejé para poder pensar con claridad en todo lo sucedido en el día de hoy, necesitaba concentración, debía pensar el porqué de mi desastrosa vida en todo, de mi poca inteligencia sobre como vivir.

¿Cómo sería posible que nunca hubiera tenido una época rebelde?¿O un primer amor?¿Por qué nunca había tenido eso que todos llaman vida? Nunca pensé en cuanto se podía disfrutar viviendo, nunca pretendí mirar más allá al hábito de estudio, de mirar un futuro en condiciones aun siendo demasiado joven, nunca pensé que podía llegar a tener edad suficiente de enamorarme, para mí lo de los libros eran libros solo, pensaba que un amor adolescente en un libro no se podía llevar a la realidad, porque en tu adolescencia solo podías seguir estudiando para intentar ser feliz de mayor, pero al fin y al cabo, la verdadera felicidad que se tiene cuando es joven la había perdido. Y el caso es que yo me veía feliz forjando lo que yo creía que era mi futuro, estudiando, leyendo, carcomida por letras, amando al protagonista de mi libro, pero sin salir de aquello.

Tal vez iba al bar cercano y bebía una coca cola con mi madre, tampoco me permitía las bebidas con cafeína, porque me volvían intrépida, demasiado loca, definitivamente, era la chica de porcelana.

¿Cómo podía estar tanto tiempo sin darme cuenta de la realidad? En mis institutos no me juntaba con la mayoría de la gente porque me gustaba la soledad, pasar tiempo conmigo misma y estar mi mundo leyendo cualquier libro, siempre pensé que un libro era la mejor compañía que podía tener, me aportaba algo que yo simplemente nunca había conseguido antes, una vida, una vida en la que yo por fin era la protagonista, la que conseguía su meta en la vida y tenía todo, cuando yo no tenía nada.

Me sentía de alguna manera orgullosa de haber descubierto que mi vida posiblemente había sido una farsa, que nunca era yo misma, y que los libros simplemente no lo son todo en mi vida. 

¡Y no sabía por donde empezar! Tenía tantas ganas de vivir que ni siquiera sabía como conseguirlo.

Cogí el teléfono y llamé a Laureen, que era la única que ya me había dado su teléfono por si quería hablar con ella. Ni siquiera me dí cuenta de la hora que era.

-Hola.- Dijo con voz cansada por la otra línea. Y eso que era viernes.

-Soy Caroline, la nueva.- Dije sonriendo a mis adentros.

-Hola Caroline.- Dijo ahora notablemente más alegre.

-Hola, ¿te apetece salir de fiesta?.- Dije yendo al grano, como siempre hacía.

-Claro, dame media hora y me paso por tu casa.

-De acuerdo, te mando la dirección.

Tras darle la dirección me fui a lavar los dientes, para tener buen aliento, me puse la mejor ropa que podía tener, unos vaqueros rajados anchos y una camisa blanca normal, con unos tacones rojos y una chaqueta de cuero negra, me pinte los labios de rojo para que fueran a juego con los tacones y la raya del ojo, decidí dejarme el pelo suelto, liso, lacio como siempre lo había tenido.

Esperé unos cinco minutos cuando un coche sonó en la puerta, cogí mi cartera roja y fui hasta el coche, y que coche, era un Volvo deportivo, negro, reluciente, simplemente perfecto.

Iba con la música alta, música eléctrica, tecno.

Cuando entré en el coche y vi a la Laureen que me esperaba dentro me quedé con la boca abierta, literal, iba perfecta. Llevaba tacones de aguja altos negros, tal vez alto se me quedaba corto, y un vestido a mitad del muslo que marcaba las zonas correctas, haciéndole parecer hermosa, era azul aqua, mi color favorito, y llevaba una rebeca negra tapándole los brazos, el pelo lo llevaba suelto, pero con tirabuzones. Me dejaba bajo tierra en cuanto a belleza. Con solo su sonrisa me daba mil vueltas.

-¿Como estoy?.- Me dijo, pues se percató de mi cara.

-Sexy.- Dije sonriendo. 

-Gracias, tú vas muy guapa también.- Dijo, pero apuesto a que, lo que llevaba yo para una fiesta, lo llevaría ella un sábado cualquiera.

-¿A donde iremos?

-Al mejor lugar de la zona, toma tu entrada, es VIP, me costó conseguirla, un muchacho muy sexy, por cierto.

-¿Todos os regís por lo mismo?.- Dije curiosa, las pocas personas que había conocido eran así, y no me refiero a belleza, me refiero a que conseguían las cosas de un modo diferente a como yo lo haría. Aunque apuesto que pocas veces ellas no consiguen algo.

-Si.- No me gustaba mostrarme tímida, pero este tema me costaba hablarlo con tanta naturalidad como ellas.

-No todas igual, la sociedad no es igual, realmente nadie entra en la medida de lo normal.

-Relativamente no, pero si cada persona es diferente a otra todos somos normales, porque cada uno optamos a algo.

-No te vuelvas filosófica conmigo nena, al menos no ahora, no sabría que contestarte.

Empezamos a reír, Laureen no era chica de palabras, ella era diferente. Ella y yo veníamos de mundos diferentes, y casualmente nos habíamos encontrado para ser amigas. El mundo era pequeño, y a la vez enorme.




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