Era ilusa por intentar aparentar algo que no era, por intentar ser la chica rebelde que todos quieren, la que le falta inocencia y le sobra experiencia, pero esa no era yo, yo era la débil delgaducha que nadie quería a su lado, la chica buena que nunca se metía en problemas, la chica que nunca tuvo miedo porque en su caja de cristal no existía esa palabra, porque vivía en una caja de cristal, una caja que me representaba, frágil, y fácil de romper, con solo un golpe, que podía causar demoledor, solo un golpe que podía hacerme añicos.
Me tomé un café y limpié mi cara en frente del espejo mugriento del baño, cogí lo primero que encontré y me lo puse, unos vaqueros negros y una sudadera blanca, con unas botas negras, simples, como yo.
Esta vez nadie me esperaba en la puerta para recogerme, ni Anna, ni Alice, ni Laureen, nadie. Sabía que era porque no podían, que estarían allí en nuestro departamento compartido para recibirme con un abrazo y miles de preguntas que hacerme, pero igual me sentí sola, y un poco temerosa de llegar, no sabía que hacer si lo viese, o que debía contestar cuando me preguntaran ansiosas mis amigas, estaba demasiado alterada.
Cogí en taxi y el metro para poder llegar, entré con la mayor sonrisa que podía realizar en la cara, buscando a Laureen, la recepcionista perfecta.
-Hola Caroline.- Dijo Laureen por detrás alegremente, como siempre, ya me habitué a su abrazo matutino.- ¿Cómo estás?
¿Realmente debía contestar a eso? Mal, asi estoy.
-Bien, a tope de energía.- Le mentí.
-Me alegro, y si no, allí instalaron una nueva maquina de café, supongo que la jefa suprema adora el nerviosismo y la energía de sus trabajadores, aqui se trabaja estresado.
-¿Y cuál trabajo no estresa? .-Comenté divertida, supongo que su felicidad es contagiosa, ¿no?
-Ni idea, nunca he trabajo en otro trabajo.
-¿En serio?
-Esta es mi vida, terminé de estudiar y entré por ser de matrícula de honor aquí, pero supongo que la teoría no sirve, y era mala, pero soy simpatica y faltaba una recepcionista, y como pagan bien, acepté.
-Tu eres la mejor en todo.- Le animé.
-Vete a trabajar pelota.- Dijo riéndose, supongo que aunque no la quisieran para trabajar de lo que realmente gustaba no le afectaría tanto como me afectaría a mí, se veía bien de recepcionista, con un lapiz sujetándole el moño mal hecho y el café en una mano todo el día.
Me encaminé al despacho compartido, cuando llegué solo estaba Anna, que raro, siempre era la que llegaba tarde, pues se pasaba a ver a su amigo.
-Hola Caroline, ten, la entrevista, Alice justo se fue para pasar las fotos de ésta, quedó bastante bien, podría ser primera portada.-Dijo rapidamente, estaba ajetreada.
-Gracias, la pasaré a limpio y trabajaré en ella.
Me pusé a escribir y redactar la entrevista, dejando espacio para las fotos, poniendo todo bastante vistoso para que la noticia entrára por los ojos, estaba quedando bastante bien, cuando llamaron a la puerta.
El sonido me tomó por sorpresa, y en un segundo me acordé de él, quien llamó a la puerta el día anterior.
Pero por suerte no era, solo era Alice, con un pen en la mano, donde supuse que tendría las fotos.
-¿Por qué te asustaste?.- Dijo Anna riendo.
¿Debía contarles lo sucedido? Tanto era que ellas mismas me miraban. ¿Tanto me había llegado a doler? Realmente sabía muchas cosas sobre él, pero realmente no sabía nada, todavía no sabía su nombre, pero sí que su color favorito era el rojo fuego, no sabía su edad, pero si sabía que odiaba leer el periódico. Sabía muchas cosas de él, pero también no sabía nada.
¿Y qué les pensaba contar a mis amigas?¿Lo ilusa que fui? No, no podía contarles que me fuí con el chico conocido sin nombre, no podía decirles que me veía como una exnovia suya, eso era peor que caer bajo, era cavar hasta el núcleo del mundo.
-Por nada, estaba tan concentrada que el mínimo ruido me sobresaltó, solo eso.- Solté una pequeña risita para darle mayor convicción.
Y me volví a adentrar en mi trabajo, mientras pasaban las horas.
Terminé mis horas de trabajo sin ningún sobresalto, fui al baño antes de irme, y seguía sin verle, supuse que estaría trabajando en su editorial, y que solo vino ayer para visitar a su tía, y que con un poco de suerte me olvidaría del tema, nos olvidaríamos del tema, y volveríamos a desconocernos, y no volvería a verlo. Eso me entró alegría, y tristeza.
No se por qué, pero quería verlo, quería ver su sonrisa, aunque solo fuera de lejos, para no añadir tensión al ambiente, para no tener incómodos momentos, quería ver que realmente yo solo era un simple recuerdo, que yo no valía nada en él, quería ver que realmente él me hizo daño sin hacerse daño a él, para poder avanzar, porque si sabía que él no sufría por no verme, era porque no le importaba, y que no debía llorar por alguien desconocido que no le importo.
Con eso me sequé una lagrima atrevida y me fuí a mi casa.
Cuando llegué ya era tarde, lo suficiente para dormir y no hacer nada, para desconectar como tanto me gustaba hacer, pero en cambio seguí leyendo Cumbres Borrascosas, amaría ese libro hasta la eternidad. Amaba la historia, ese amor.
No terminé de leer el libro, ni me dió tiempo de cerrarlo, dormí con él en el regazo, en el sofá, incómoda, pero muerta por el sueño, por todo, sí, por todo.
No me gustaba desvariar sobre las cosas, pero no entendía, algo se me escapaba por la mente, cómo alguien que conocí a la mañana, pudo hacerme todo esto en un solo día, cómo podía dejarme llevar tanto por las situaciones, otra persona pasaría de él, tal vez le hubiese dado una bofetada para ver su sufrimiento, en vez de sufrir. Pero yo no, yo no me saciaba con ver sufrirle, ni me saciaba con sufrir, yo simplemente no me saciaba con nada.
Mi telefono vibró.
Era Laureen, pidiéndome la sudadera que llevé el otro día.
Conqué me levanté a regañadientes, encorvada, para empezar con un nuevo día.
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Casette
Teen Fiction¿La chica de los cafés? Eso ya es demasiado cliché. Pegaría más decir...¿la principiante de reportera? ¿Intento inutil de ayudante? No se, cómo veáis. Caroline es la chica en pruebas, eso está claro, la chica de los mandados, del noticiero menos ven...