Parte 6.

34 9 0
                                    

Llevo todo el día en mi pequeña oficina de trabajo, Anna y Alice se fueron hace tiempo, dejándome a la luz de la bombilla y el ordenador que tengo enfrente, buscando, redactando, mirando por aquí y por allá, mirando mi blog entre líneas, buscando noticias en otras paginas, buscando algo que pueda hacer para mejorar un poco la revista. 

Anna ha decidido que mañana irá a casa de un cantante que desconozco por completo que está empezando su trayectoria musical, la acompañará Alice para hacer unas fotos adjuntas; a veces creo que su amistad es simplemente de compañeras de trabajo, y otras pienso que podrían ser mejores amigas, a veces hablan y se rien mientras toman un café, es impresiona como dos personas que parecían ser el perro y el gato acaben formando el mejor puzzle. A veces creo que yo no formo parte de ese puzzle. A veces me siento más sola de lo normal.

Decidí tomarme una taza de café antes de irme, porque tenía ganas de llegar a mi casa y dormir horas interminables. De pequeña quería tener el poder de parar el tiempo, a veces simplemente por mero capricho, a veces porque realmente necesitaba un descanso en la vida, unos minutos de pausa,

Cogí el metro y me fuí a mi supuesto hogar, aquellas cuatro paredes de color amarillento por algún fumador inquilino,aquellas cuatro paredes que debía alegrar con cuadros, tal vez otra pintura, y tal vez otro estilo. Terminé duchándome para destensar los músculos, y terminé en la cama sin haber cenado, muerta de cansancio, hasta que mis ojos no podían más y se cerraban cuan cortinas, dejando todo a oscuras, apagando mis sentimientos y encendiendo mis sueños.

--

A la mañana siguiente me preparé, me puse unos pitillos negros y una blusa básica, me hice una coleta para atrapar a mis pelos alocados de la mañana. Cuando terminé de prepararme me llegó un Whatsapp de Laureen, me decía que saliera a la puerta. Salí a la puerta y ahí estaba, y detrás estaban Alice y Anna, vaya.

Cogí una americana roja y fui al coche, me senté atrás, al lado de Anna, quien llevaba un vestido floral y unas All Stars, marcando tendencia.

-Buenos dias.- Dije feliz.

-Hola.- Me dijeron alegremente las tres.

-¿Erais amigas?.- Pregunté llendo al grano.

-Eramos conocidas, pero mientras tu trabajabas como esclava nosotras empezamos a hablar.- Dijo Alice, quien iba con una falda negra y blusa blanca, como ejecutiva.

Estuvimos hablando de temas tontos hasta llegar al gran edificio, cosas sin importancia, riéndonos por cada comentario fuera de sí, con naturalidad.

Cuando llegamos nos adentramos en el trabajo cada una, a veces hacíamos una pausa en la que descansábamos y dábamos una vuelta por la sala agarrando una taza de café mientras intentábamos controlar nuestro estrés. Llevábamos un rato calladas, con la respiración agitada, ensimismadas en el trabajo, yo desperdigada entre mis pensamientos y el trabajo, cuando llamaron en la puerta.

Abrió la puerta un chico más alto que yo, con los pelos despeinados y unas zapatillas negras, vaqueros y una camisa negra básica, no parecía al típico chico que trabajaba aquí, conque, posiblemente no trabajaba aquí.

-Buenas, vengo buscando a una tal Carol.- Dijo divertido, con una gran sonrisa, parándose en mis compañeras escaneándolas, y luego dando una pequeña vista a mi persona, lo suficiente para dar a entender que sabía de mi presencia, pero que no era importante, no era invisible, pero casi.

-Soy yo.- Dije con un hilo de voz, bajito, pretendía ser fuerte, pero está claro que eso no va con mi personalidad.

-Vale, ven conmigo, mi tía quiere verte.- Dijo mirándome, parándose en mí por dos segundos más que la otra vez, ya no sonreía, aunque el brillo de sus ojos seguía tan potente como antes.

-¿Quien es tu tía?.- Dijo Anna, siempre tan curiosa.

-La jefa de todo este edificio.-Dijo volviendo a sonreir, solo que ahora de manera coqueta.- Te puedo asegurar que parece mejor persona cuando termina sus horas de trabajo.

Alice se rió coquetamente.

El desconocido posó sus ojos en ella, tal vez desnudándola con la mirada, o pensando en una manera para llevar sus pensamientos a cabo.

Pero por una milésima de segundo, entre la parada visual de dos horas que le hechó a Alice, y las otras dos que se pasó mirando a Anna, creí que miraba mi cara. Una milésima de segundo que se me hizo enterna, tal vez era simplemente casualidad,  o tal vez fue simplemente mi mente en un momento desesperado por creer que me miraba, que posaba sus ojos en mí, en la chica paliducha y débil a la que a venido a recoger.

-Mi número.- Dijo Alice sacándome de mis pensamientos, dándole un papelito escrito y cuidadosamente doblado, con perfeccionismo, delicadeza, dos cosas que yo nunca tendría. Aparte del valor, y de la suficiente confianza que tenía en ella mismo, para realizar aquello.

-Gracias, pensaba pedírtelo.- Dijo sin apartar la mirada de ella, con una sonrisa pícara, con una sonrisa.

-Te espero fuera.- Dijo gravemente, mirando a Alice, pero hablándome a mí, acababa de desaparecer la sonrisa, y a mi me dejó más extraña de lo normal. Dicho esto se fue, cerrando la puerta.

Yo me levanté, sin mediar palabra con mis dos compañeras, que me miraban perplejas, y normal, yo tambien estaba perpleja por lo sucedido.

-¿Que ha sido eso?.- Le dije nada más salir y salir la puerta.

-Me recuerdas a alguien simplemente.- Me dijo mirandome a los ojos, como si me evaluaba.

-Pues que no te recuerde a nadie, porque yo soy diferente a toda persona que hayas conocido antes.- Le dije seria, mirándole fijamente a los ojos, ahora veía un ápice de seguridad en mis palabras, y tras eso, me marché, sin esperar a que me quisiera seguir o no, sabía perfectamente donde tenía que ir, no necesitaba su compañia para llegar.

Él caminó a mi lado.

Sin palabras. Pero el silencio duró poco.

-¿Yo no te recuerdo a nadie?.- Tanteó las palabras con cuidado, mirándome extrañado, como si él supiera algo que yo desconociera.

-¿Debería?.- Dije sin parar a mirarle, por lo que él tuvo que adelantarme, ya que se iba quedando atrás.

-No, supongo.- Dijo rascándose la nuca.

-No puedes conocerme, no soy de aquí.- Le dije para quedarle claro que no me conocía, me gustaría decirle que aunque me hubiera visto ya no me recordaría, que causo ese efecto en la gente, que nadie me recuerde es algo de lo que ya me he acostumbrado, pero las palabras no llegan a salir, conque simplemente aguanto el silencio hasta que llegamos al despacho, y él antes de que habra la puerta, decide darse la vuelta e irse.

CasetteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora