Goodbye

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                "Toda emoción reprimida, negada o ignorada, queda encerrada en el cuerpo",

Debbie Shapiro.

La luz que entraba por la ventana la despertó. Se dio cuenta que se había quedado dormida con la ropa del día anterior. Por un momento, sólo un instante, olvidó aquella sensación de vacío que la acompañaba desde hace días. Pronto recordó y volvió a reproducir en su mente las imágenes y las palabras que le habían arrancado de tajo sus ganas de vivir.

Un golpeteo en la puerta se escuchó:

-Becca, hija, Luis y yo te invitamos a desayunar ¿qué dices eh?-preguntó su padre y sin abrir la puerta esperaba detrás su respuesta. Se escuchaba como si acabara de levantarse.

-No, gracias papá, de verdad no tengo hambre- contestó Rebecca con la voz ronca y sin ganas. Estaba cubierta con una cobija de pies a cabeza y sólo para hablar se descubría la cara.

-Ándale hija, por favor acompáñanos. La verdad nos tienes algo preocupados-dijo su padre con tono angustioso.-Mira, me encantaría saber qué es lo que te pasa, si tuviste un problema con el tonto de Efraín o con tus amigas, de verdad me duele verte así mi amor. De cualquier manera si no me quieres contar, por lo menos déjanos distraerte. ¿Verdad que la vamos a divertir?- le había preguntado a Luis, quien estaba a su lado pegando la cara a la puerta.

-Mueve ese culo enana y ya vámonos- dijo mientras su tío lo reprendía fingiendo golpearlo en la cabeza. -Vamos a ir a donde tú quieras pelos de elote- dijo, señalando con gestos a su tío indicando que seguramente perdían el tiempo porque no les abriría la puerta. La conocía muy bien.

Los escuchaba mientras le rodaba una lágrima por su mejilla. En otras ocasiones no hubiera dudado ni un segundo en acompañarlos, pero en ese momento quería regocijarse, aún sabiendo que era de lo más masoquista, en el dolor intenso que sentía.

-No me pasa nada papá, no te preocupes de verdad. Lo que pasa es que estoy muy cansada por los exámenes. Vayan Wichi y tú y me traen algo ¿sale?- respondió Becca mientras volvía a la cama y se arropaba completamente bajo la cobija. Le sorprendía no tener siquiera la voluntad para pelear con su primo. Sabía que ese mismo hecho es lo que los había puesto en estado de alerta.

-Está bien amor, pero cuando regresemos vamos a tener una sesión maratónica de alguna de las series que te gustan tanto ¿Ok?-dijo su padre mientras caminaba con su primo Luis bajando las escaleras.

Horas más tarde Luis había estado haciendo más ruido de lo acostumbrado. Ella sabía que lo hacía totalmente a propósito para obligarla a abrir la puerta de una vez. Ya se había parado en la puerta algunas veces diciendo cosas como "voy a averiguar qué es lo que tienes", "si no hablas voy a subir las fotos de tu graduación" y "muy bien, voy a llamar a tus amigos". Esta vez nada le había funcionado.

No se dio cuenta de cuánto tiempo había dormido hasta que el sol pintó una figura en su rostro. Definitivamente haber pasado estos días sin levantarse la estaban llevando a un punto en el que jamás había estado y que no le gustaba. Esa sensación de pesadez estaba empezando a angustiarle ahora. Comenzó a creer que se encontraba en depresión y esa misma idea fue la que le permitió levantarse de su cama como un resorte. Pensó que era hora de seguir, aunque sus pies le pidieran permiso paso a paso para andar.

Rebeca se vistió con su ropa deportiva, pero esta vez su cerebro no funcionó como de costumbre y se calzó esos pantalones ajustados que nunca se había atrevido usar y una blusa blanca ceñida a la cintura. Necesitaba inconscientemente algo que mejorara su autoestima. Normalmente era una de esas mujeres discretas al mostrar su figura, la cual estaba torneada por tanto ejercicio, acompañada de unas curvas heredadas. Algo debía de hacer para ocultar esos ojos hinchados, así que tomó los lentes oscuros que le había regalado su tía Elisa. Tan sólo si ella supiera por lo que estaba pasando.

Sin miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora