Ajedrez

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- Entonces ya sabes lo que es que te rompan el corazón piojita- dijo Florencia, su madre, mientras la tomaba de la mano con cariño.

Las lágrimas de Rebeca caían irremediablemente por sus mejillas sin que ella pudiera hacer nada. Al hablar con su madre se daba cuenta ahora que Efraín aún le dolía en el alma y estaba lejos de ser algo superado. Se sentía bien poder ser ella misma y contar con ese cariño y comprensión en esos momentos. No había lugar para los reproches ahora. No cabían los sentimientos de desamparo que había guardado durante esos años, por todos esos momentos en los que ella le había hecho tanta falta. Sencillamente seguía leyéndola como el mapa de su piel, su mirada le decía que la entendía.

Tenían más de dos horas conversando en un restaurante italiano y viendo la lluvia por la ventana. Por momentos Becca recordaba la mirada fría de su amiga y los ojos expresivos ojos de Miguel.

Subieron al carro que había alquilado su madre y le pidió que la dejara en la casa de Rosa. Estaba decidida a hacer que su amiga la escuchara. Sin embargo en el camino recibió mensajes de Román quien le contaba que estaban en la concurrida cafetería a la que solían asistir.

Bajó del coche viendo cómo su madre se alejaba sonriéndole. Era fácil acostumbrarse a sentirse plena nuevamente, aunque no tuviera la certeza de lo que iba a ocurrir después. Al abrir la puerta del establecimiento se impresionó por la cantidad de alumnos del instituto que abarrotaban el lugar. Buscó a Román hasta ver su mano moviéndose exageradamente anunciándole su lugar. Mientras caminaba hacia él vio a lo lejos a Miguel de espaldas, mientras la porrista que había visto algunas veces con él en el día se recargaba en su brazo. Tuvo ganas de ir a quitarle sus manos de encima, pero recapacitó, y se dirigió controlando su rabia hacia la mesa de su amigo.

- Por fin llegas Leriche. Te pedimos un café frappé con millones de calorías para que soportes la escena, porque me imagino que ya viste a esa zorra restregársele a nuestro Mike- Dijo Roman posicionando su mano en la cadera.

Rebeca buscó la mirada de Rosa pero ésta la evadía observando su café.

- Gracias Ro- suspiró profundamente- digamos que me estoy controlando para no sacarla de las greñas. A él pues que le aproveche la insípida esa.

- Uy, esto me suena a celos, ósea que hay sentimientos- dijo Roman riéndose- espera que te vea y la ignora por completo.

- En fin Ro, no vine para estar con él, ni hablar de él. Quiero hablar contigo Rosa.

Su amiga inclinó su cara y la miró bastante seria, pero asintió con la cabeza. Estuvieron en silencio unos minutos.

- Te he sentido muy distante amiga y eso me duele mucho. Creo saber cuál es la razón, pero quiero que tú me lo digas.

Después de una larga pausa, en la que Roman decidió dejarlas solas, Rosa cambió de actitud y la invitó a sentarse.

-¡Em!- carraspeó Becca- desde hace días que estás muy alejada de mí. De verdad Rosa, por el amor de Dios, necesito que me digas qué tienes, y si se relaciona en algo con el inútil de Pablo.

Su amiga reaccionó con sorpresa ante sus últimas palabras. Sin embargo continuó sin hablar.

- Debes saber de sobra que a mí Pablo no me interesa en lo más mínimo y que jamás haría nada que te hiciera daño- continuó Becca. Volteó hacia la esquina donde había visto a Miguel y solo vio a Liza, la porrista, por cierto observándola con curiosidad.

Sin miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora