La verdad

36 3 4
                                    

-¿Qué haces aquí?- cuestionó Rebeca pero el sonido que produjo fue mucho más débil de lo que ella hubiera querido.

-Rebeca. Ven, siéntate por favor- dijo su madre y le indicó el sillón que se encontraba frente a ella.

Aunque quería, no podía moverse. Tenía una lucha interna que le gritaba que corriera abrazarla y a la vez hacía pesado su cuerpo, la hundía en la tierra. Sentía odio y coraje, por lo que una lágrima la traicionó y caminó por su mejilla.

- ¿Hay algún lugar aquí cerca donde podamos hablar a solas?- preguntó su madre.

- En el parque- dijo su padre, quien estaba sentado con Luis en la cocina. Becca abrió la puerta y salió de inmediato. Necesitaba tomar aire.

Caminaron por 5 minutos en total silencio. Becca era víctima de un bombardeó de pensamientos contradictorios. Realmente no sabía cómo actuar.

Llegaron al parque y se sentaron en una banca. Era otoño y las hojas de los árboles cubrían el lugar. Por la hora se encontraba prácticamente desierto.

Estuvieron unos minutos en silencio. Hasta que su madre giró su cuerpo y se posicionó frente a ella.

- Quiero que me escuches Rebeca. Pero antes quiero decirte que el verte en este momento frente a mí, es increíble. He imaginado tus ojos, tu forma de hablar, tus movimientos. Te he imaginado cada día vivir tu vida y simplemente no puedo creer que te tengo frente a mí- dijo su madre viéndola con ternura. Tenía su mano cerca de la de ella pero se abstenía de tocarla.

Rebeca nunca había estado más seria en toda su vida. De pronto sintió una irreprimible rabia.

-Yo no sé para qué haces tanto circo. Si hubieras querido verme es tan simple y sencillo como haber venido a verme- hablaba cada vez más fuerte mientras que las lágrimas la traicionaban. - No vengas a hacerte la víctima, cuando tú nos dejaste valiéndote una mierda tu familia. No sabes cuántas veces he llorado por tu culpa, pero sabes qué, si tú pudiste olvidarte de mí, yo también pude olvidarme de ti- dijo Becca y en ese momento le fue imposible evitar sollozar. Para ese momento las lágrimas mojaban su cara, pero su rostro mostraba firmeza.

Su madre se tapaba la boca y la veía con una profunda tristeza, mientras sus ojos enrojecidos derramaban gruesas lágrimas.

- Me merezco todo lo que quieres decirme mi niña, por dejarte todo este tiempo, pero déjame explicarte. Yo jamás he querido irme, he sufrido todo este tiempo por no hacerte daño y me mata saber que no lo he conseguido, me rompe el corazón- su madre hablaba mientras las lágrimas le recorrían la cara.

-¡No me interesa oírte!

-Es complicado Becca. Estoy enferma- dijo su madre y un silencio se apoderó del lugar. -Fue cuando naciste que comencé a tener síntomas. O por lo menos antes no me había dado cuenta. No sabía lo que me pasaba mi Becca, yo me sentía aterrada tan sólo pensar que podría hacerte daño. Eras muy chica pero yo sé que te acuerdas de algunas cosas. De pronto lloraba sin motivo o reía sin poder detenerme. Creía escuchar voces extrañas y me daban ganas de correr, sin acordarme que tú estabas tomada de mi mano- sus ojos eran tristes y las lágrimas no dejaban de salir.

- Busqué ayuda- continuó- pero los medicamentos me hacían dormir todo el día y solamente me daban ganas de estar sola. Estaba contigo sin estar. Estuve muy asustada por años Rebeca, porque he temido hacerte daño. Llegué a durar días sin dirigirte la palabra y otras veces luché como no tienes una idea para evitar golpearte ante cualquier simple berrinche o frustración. Y cuando digo golpearte hablo de un sentimiento fuera de control. ¿Qué hacía hija? Tú eres lo que yo más amo en este mundo. En vez de dormir me la pasaba llorando con tu padre. Él me ayudaba a escribir todo aquello que se me salía de control, a enlistar como una niña cómo debía tratarte al día siguiente. Tenía y sigo teniendo miedo de hacerte daño.

Sin miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora