En competencia

34 2 1
                                    

Cerca de la última hora de clases Rebeca buscó su mochila deportiva y entró en pánico al ver que no estaba por ningún lado. Se levantó en plena clase y tenía una cara de espanto a tal grado que el maestro de inglés le preguntó si se sentía bien.

Estuvo toda la clase pensando si debía llamar a Efraín, pero por más que trataba de buscar otra solución, no encontraba ninguna razonable.

Al salir del salón Rosa y Roman la esperaban entusiasmados. En tres horas sería la competencia por lo que debían comer lo antes posible para no afectar su rendimiento. Becca por el contrario estaba preocupada por la mochila ausente y sólo sonreía mecánicamente, mientras que su mente calibraba las posibles soluciones a su problema. De pronto todos sus pensamientos se vieron empañados cuando vio a Efraín entrar a la cafetería con una sonrisa que lo hacía parecer acabado de morir y aceptado en el paraíso.

Rosa pellizcó a Roman y éste le pateó el pie casi al mismo tiempo. No tenían idea de qué podía estar haciendo ahí. Rebeca sólo se quedó inmóvil y sonrió casi sin darse cuenta. Por un instante sintió una familiar alegría al verlo llegar con tanta complicidad en la mirada, pero rápidamente retomó esa común actitud que enmascaraba cualquier sentimiento.

- A penas me di cuenta y te traje tu maleta- dijo Efraín sentándose a su lado. Ella la tomó en las manos y suspiró aliviada.

- ¿Cómo están ustedes eh?- preguntó a sus amigos quienes lo miraban intrigados a la expectativa de cualquier acción entre los dos implicados.

- Gracias, estaba muy preocupada prensando qué iba a hacer si no la recuperaba pronto- dijo Becca mientras la mesera le servía su pasta con ensalada.

- Sabes que haría cualquier cosa por ti- soltó él, sin importarle que estuvieran aquellos otros dos presentes.

Se quedaron mirando por varios segundos. Ella con el tenedor en la mano, y él con las dos manos entrelazadas en la mesa.

- Gracias, voy al baño, ya vuelvo- dijo ella y se levantó para dirigirse a los sanitarios más cercanos.

En su ausencia Efraín no perdió el tiempo. Habló con sus amigos y les externó lo mal que había estado todo ese tiempo, lo difícil que era para él mantenerse alejado de Becca y la necesidad infalible de hacer todo lo que estuviera en sus manos para que ella lo aceptara de nuevo.

Rosa estaba callada pues no quería externar todo el coraje que sentía por lo mal que Becca la había pasado ese último mes. Se concentró en su hamburguesa y no dijo nada. Roman por el contrario le dejó en claro que veía muy difícil que ella superara el hecho de que iba a ser papá, y no le importó la cara desarmada de Efraín al escucharlo.

Mientras todo esto ocurría Becca mojaba su cara una y otra vez en el baño. Odiaba sentir emociones tan confusas y contradictorias. Quería ir a abrazar a aquel chico que había estado para ella en cada competencia, en cada momento, y al mismo tiempo deseaba que desapareciera totalmente de su vida para ya no sentir ese vacío en su estómago cada vez que lo tenía cerca.

Cuando Becca volvió del baño él ya no estaba. Les había dicho a sus amigos que tenía otras cosas que hacer, aunque ellos no estuvieron muy seguros de creerle, pues era evidente que no se había sentido nada bien con su conversación.

Una hora más tarde estaban los tres acostados en el jardín del campo de béisbol, escuchando a Roman hacer planes para el baile de otoño. Becca se asustó cuando el entrenador Rivera le gritó desde lejos que tenía que prepararse pronto por lo que a regañadientes decidió ir a cambiarse. Se mensajeaba con su tía Elisa mientras se acercaba a los vestidores, y no pudo evitar pensar que no había recibido ni mensaje o llamada alguna de Miguel. Guardó el celular en su maleta y al estar distraída sacando su ropa chocó con una persona. Rápidamente supo de quién se trataba por ese olor cítrico y varonil que desprendía. Miguel tomó su maleta, la colocó con cuidado en el suelo y la llevó de la mano hacia el vestidor: se acercó a ella y le dio pequeños besos en el rostro. Sentía su aliento y sus suaves labios. La recargó delicadamente en la pared, sin dejar de verla fijamente a los ojos. Le dijo muchas veces que le iría excelente mientras la besaba rozándole el rostro con una mano. El corazón de ella estaba a mil por hora. La maleta, las flores, Efraín y las alumnas que podían entrar al vestidor dejaron de ser importantes en ese momento. No le gustaba nada perder la cordura, pero esos brazos fuertes y esos besos le prometían que todo saldría muy bien.

Sin miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora