Escalofríos

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Rebeca y Rosa habían estado tumbadas en el jardín platicando por dos largas horas. Faltaban 20 minutos para el entrenamiento de voleibol por lo que debían apresurarse a los vestidores. Las dos amigas siempre se cuestionaban por qué el uniforme era un short minúsculo y totalmente pegado al cuerpo, con un top que no dejaba mucho a la imaginación. Algunas veces le habían reclamado a la entrenadora, sobre todo porque los equipos de futbol y basquetbol entrenaban a un lado de ellas y tenían que soportar las miradas y comentarios en voz baja de los jugadores durante el entrenamiento.

Pablo, un amigo de Rosa, se acercó a ellas para platicar en lo que comenzaban. Rebeca sabía que a su amiga le gustaba ese chico desde hacía varios años. No habían tenido aún nada serio, pero en una ocasión se habían besado en una fiesta con el pretexto de un juego absurdo. Para Rosa había sido una de las mejores experiencias de su vida, pero nunca se lo había demostrado abiertamente a él, y eso era en gran parte porque siempre lo veía rodeado de mujeres y eso la hacía sentir insegura.

Rebeca se levantó para sentarse en una banca y acomodarse las rodilleras. En eso estaba cuando vio a Miguel rodeado por tres integrantes femeninas del equipo de porristas. Por la cabeza de Becca pasaban adjetivos diversos, nada agradables hacia ellas. Sabía que él les llamaría la atención y no tardaría en enredarse con alguna de ellas, si es que no lo había hecho ya. De pronto lo vio girar la vista hacia ella, pero antes de cualquier cosa Becca se volteó rápidamente y sacó el celular de su mochila para leer sus mensajes. Vio algunos de Efraín, pero con dolor decidió ignorarlos. Se acordó de Eduardo y lo cortante que se portó con él al final de la otra noche, por lo que no le extrañó no tener mensajes de él. Vio algunos de su tía y decidió leerlos ya que aún había tiempo:

Tía Elisa: Hola señorita bonita.

Becca: ¡¡Tía!! Me tienes muy abandonada, te extraño mucho 😢

Tía Elisa: Yo te extraño más 😔. Oye ¿por qué no vienen Luis y tú el fin de semana? Prometo llevarlos a la playa.

Becca: ¡¡Sí!! Le voy a decir a Wicho, espero que sí pueda.

Tía Elisa: ya le comenté y dijo que sí 😉.

Rebeca guardó el celular sonriendo cuando escuchó el silbido de la entrenadora; sus ojos buscaron a Miguel, pero ya no se veía por ningún lado. Le pareció que Rosa se veía algo rara, pero la clase había comenzado y ya nadie podía hablar más que para definir estrategias del juego.

Rebeca era la capitana del equipo y la entrenadora solía darle la posición en la que hacía recepciones bajas, defensa, remates, caídas y apoyos al resto del equipo. En las competencias locales les había ido muy bien por lo que estaban pensando en viajar a Sudamérica al campeonato mundial. A Rebeca le encantaba formar parte de este equipo por dos razones: disfrutaba del deporte y viajaba a lado de su mejor amiga.

Al terminar Rosa y Becca fueron directo a las duchas. Habían quedado de ir temprano con Roman a un café cercano porque los tres tenían algo de tarea. Rebeca sabía que había estado descuidando la escuela un poco y tenía que ponerse al corriente si no quería afectar sus calificaciones.

-Unos hermosos ojos observándote a las 3 en punto- dijo Rosa mientras caminaban por la cancha de basquetbol, rumbo a la salida.

Rebeca sintió una emoción indescifrable, tuvo el deseo de quitarle el misterio a todo esto. Volteó y vio a Miguel sentado con el entrenador Rivera y otro alumno. Los tres las observaban sonriendo, como si alguno hubiera dicho algo que no pudieran compartir. Becca había olvidado que el entrenador debía andar rondando los 30 años a penas y se veía muy joven rodeado de estos dos chicos. Se armó de valor y fue directo a hablar con él, no sin sentir que las rodillas le flaqueaban.

Sin miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora