Adios

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"No quiero ser el mejor, quiero ser completo",

Carl Jung.


-¿Dime quién es ese idiota con el que venías?- dijo Efraín alterado. La estaba tomando del brazo de una forma inconscientemente agresiva.

-Mejor vete, por favor- dijo ella, tratando de soltarse de su agarre, sin embargo no lo logró. Él se separó de ella como jalado por un iman.

-Perdóname mi amor, discúlpame, no sé qué me pasa- dijo Efraín mientras se recargaba sobre su carro. -Por favor, ven a hablar conmigo Becca, te prometo que sólo van a ser unos minutos- dijo y mientras hablaba se tallaba la cara con nerviosismo.

Rebeca estaba parada en el pequeño jardín de la cochera. Tenía una maraña de sentimientos encontrados en su garganta, justo a punto de explotar. Tenía ganas de correrlo y estrellar esa puerta, pero tenía más ganas de correr a besarlo, porque lo extrañaba del tal forma que dolía.

-Sólo un minuto- se limitó a decir ella. Caminó dubitativa hacia el carro de Efraín. Él le abrió la puerta y a continuación se sentó del otro lado después de cruzar rápidamente el vehículo por fuera. Se recargó en el volante, tal vez  pensando cómo empezar a hablar.

-Siento que me muero sin ti- dijo por fin, y la miró con esos ojos expresivos que ella tanto amaba. Esos ojos que ahora se veían tan tristes. Becca sintió cómo la sangre pesada corría por sus venas. -Te necesito mi amor, sé que es muy egoísta de mi parte, lo sé, pero creo que cuando amas a alguien todo se puede superar- dijo mientras le tomaba una mano y sus ojos se llenaban de lágrimas contenidas.

Rebeca simplemente no podía hablar. Sentía que si hablaba iba a abrir una puerta repleta de emociones que le serían imposibles de controlar. En ese momento Efraín se acercó y la abrazó fuertemente. Becca se imaginó en un sueño en el que olvidaba sus temores y le devolvió en abrazo recargando la cabeza en su pecho. Después de pocos minutos Efraín tomó su rostro con delicadeza y la besó. Sintió su aliento tibio, seguido al rose de sus labios y estremeciéndose abrió los suyos mientras él la acercaba lentamente. Rebeca sintió esos labios tan suaves, el sabor a menta y su lengua voraz entró y salió de su boca como si quisiera guardarse su sabor. Ese beso le sabía a gloria, a un pasado lleno de emociones. En un punto Efraín bajó una mano hacia su espalda, levantó su blusa y acarició su pierna izquierda, desde la rodilla hacia el muslo. Becca sintió cómo el rose de sus manos erizaba su piel. Aquella mano subió lentamente por debajo de su blusa hacia sus pechos, entonces reaccionó. "¿Pero qué estoy haciendo?" pensó y se apartó de Efraín bruscamente.

-Perdóname Becca, pero te extraño tanto que no puedo contenerme- dijo él mientras trataba de volver a abrazarla, ahora con ternura.

-No puedo Efraín- dijo ella tratando de controlar sus labios que ahora temblaban. Tú sabes que yo te amo, pero no puedo. Pienso muchas cosas que me atormentan, simplemente me duele verte- dijo mientras una lágrima se le escapaba. Él tenía la expresión de alguien que acaba de ser apuñalado. Se recargó en el volante de nuevo y después de unos segundos lo golpeó fuertemente con el puño cerrado. Estuvieron así algunos minutos sin hablar.

-No puedes alejarme de tu vida así nada más- dijo él finalmente. -Es demasiado lo que sentimos Rebeca. Esto nos duele demasiado a los dos- dijo mientras la tomaba de la mano.

-La estoy pasando demasiado mal Efraín. Si tú supieras lo que esto me ha lastimado. Me siento traicionada, pero también debo admitir que me duele no apoyarte. Siempre pensé que primero éramos amigos antes de cualquier cosa, por eso me duele reconocer que perdimos lo más valioso que existe en una relación. Lo siento, pero yo ya no confío en ti- dijo más firme de lo que habría pensado.

Se quedaron en silencio varios minutos hasta que el carro del padre de Becca se estacionó enseguida de ellos. Notó a Efraín incomodarse en su asiento. Su padre salió del carro haciendo un saludo con la mano pero al verlo a los ojos ella notó un gesto de reproche. Enseguida entró a la casa.

-Te amo Efraín- dijo ella inesperadamente- pero si tengo que elegir entre el amor que te tengo a ti y el amor que me tengo a mí misma, me elijo a mí- dijo y esas palabras sellaron la conversación, ya que salió del carro y sin voltear atras entró a casa.

Escuchó cuando rugió el sonido del motor y vio a su padre sentado en un sillón frente el televisor. Le hizo señas para que se sentara a su lado y así lo hizo. Vio rápidamente su celular y tenía llamadas y mensajes de Rosa, Roman, Eduardo y Efraín. Decidió que en ese momento necesitaba descansar de un día tan intenso. Se recargó en el hombro de su padre y mientras él le acariciaba el cabello se quedó dormida profundamente.

El ruido del teléfono inalámbrico los despertó. Rebeca medio dormida alargó el brazo y lo levantó.

-Bueno- dijo con una voz ronca.

-Hola mi vida- dijo su madre. Esa era la razón por la que Rebeca nunca contestaba el teléfono. Había concluido que le resultaba más fácil no saber nada de ella. Siempre que hablaban terminaba con una sensación de soledad.

-Hola mamá- dijo Becca en forma cortante. Se sentía más contrariada que nunca. Deseaba poder contarle todo lo que estaba pasando a su madre, pero al final siempre le ganaba el orgullo.

-¿Cómo están mi amor? Cuéntame ¿cómo te ha ido en la escuela y en el entrenamiento? ¿cómo está Rosa?-preguntó su madre.

-Bien, todos estamos bien. Estamos dormidos de hecho, pero gracias por llamar- dijo Rebeca en un tono un poco menos cortante.

-Hija, discúlpame por la hora. Lo que pasa es que quería decirte que en unas semanas iré a verte- dijo su madre y Becca sintió que ese mundo que tantos años había tardado en construir, se caía en mil pedazos.

Sin miedoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora