18. El primer beso

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El primer beso.

Su primer beso ocurrió la noche del baile de Navidad de cuarto curso, con la persona que asistió a tal evento, George Weasley. Este no fue tan romántico como cabría esperar de un primer beso, pero George Weasley era más sensible que su gemelo y supo hacer del momento algo especial, a pesar de lo que habían hecho unos instantes antes.

Después de que la velada se alarmara con la aparición de las Brujas de Macbeth, tanto George como ella estuvieron de acuerdo en que debían ir a joderles el momento a Fred y Angelina, a quienes habían visto salir del Gran Comedor en dirección a los jardines. Atravesaron el Gran Comedor, sorteando las redondeadas mesas iluminadas con farolillos y dejando atrás la escarchada decoración, para encontrarse con unos jardines levemente iluminados por las hadas multicolores que revoloteaban por los setos y rosales. Se introdujeron por los caminos serpenteantes y perdieron de vista a sus presas al tener que dar un rodeo para no encontrarse con Snape. Los encontraron poco después, en una zona levemente iluminada y donde apenas había nadie.

Fred aprovechaba la intimidad para comerle los morros a Angelina a quien no parecía molestarle. Tuvieron que taparse la boca con las manos, para no reír escandalosamente y ser descubiertos.

- Venga, sácalos – le susurró George.

- Estoy en ello, ¿vale?

A la hora que George fue a recogerla, le había entregado unos pequeños petardos para que se los guardara en un bolsillo escondido entre los pliegues internos de su vestido. Éste, le llegaba a la altura de las rodillas y tenía varias capas de volantes que le abultaban la parte de la falda para darle volumen y era estrecho por el torso, de un color azul precioso. Después de haberle entregado los petardos, George la cogió caballerosamente del brazo y le dijo que estaba preciosa.

- Aquí tienes.

George cogió uno de los petardos que le ofrecía y se lo lanzó a los pies de su hermano una vez encendido. Nada más explotar, lanzó el siguiente y así con los dos restantes que le quedaban. Angelina apartó a Fred por el susto y este cayó al suelo. Ambos gritaron y patalearon un rato, asustados sin comprender que pasaba, hasta que las risas de ellos los alertaron de donde estaban escondidos.

Nada más ser descubiertos, tuvieron que salir corriendo de allí, huyendo de los maleficios que Angelina les lanzaba furiosa. Escaparon dentro del castillo y llegaron al cuarto piso, donde se asomaron a uno de los grandes ventanales para mirar los jardines que habían dejado atrás.

- Creo que tengo el pelo chamuscado – dijo George mientras sujetaba uno de sus pelirrojos mechones para intentar verlo –. Uno de esos maleficios me ha pasado rozando la cabeza.

- Déjame ver – George se agachó a su altura para dejar que le mirara el pelo –. No tienes nada, exagerado.

- ¿Exagerado yo? ¿No has visto como se ha puesto Angelina? Las mujeres dais verdadero miedo cuando os enfadáis.

- Entonces ya sabrás que no conviene enfurecernos.

- ¿Y qué interés tendría la vida si no lo hiciera?

- Lo que tú digas – contestó rodando los ojos y fijó su vista en la ventana.

Estuvieron unos minutos en silencio, pero George no es de los que son capaces de permanecer callados mucho tiempo.

- Ginny me contó que ayer te desmayaste de nuevo.

- Sí, en su cuarto. Estábamos eligiendo qué collar se pondría para hoy.

George asintió sin decir nada, mirando también por la ventana.

- ¿Cómo lo llevas?

Avril se encogió de hombros en una actitud despreocupada.

Mi pasado es vuestro futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora