Primera Regla: Patán

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Mi día comienza con un buen vaso con café, sí, vaso. No soy chico de taza, lo siento. Sonrió hacia mi gato, se llama Gerardo... ya sé que es nombre de persona, pero es que mi gato tiene cara de Gera, además de que es gordo.

Él se acerca y se restriega en mis piernas, me pongo de cuclillas y lo acaricio con mi mano libre, él me lo agradece ronroneando.

Frunzo el ceño al escuchar alguien llamar en mi puerta, me levanto y Gerardo viene tras de mí, ¿Quién puede ser tan temprano y en domingo? Al estar frente de mi puerta me fijo por la mirilla, entonces con una cara de horror me alejo de ahí, pero mi plan falla porque piso, sin querer, a mi gato. Este reacciona rasguñándome.

— ¡Hijo de tu puta madre! – le grito enojado, lo cual sólo me ruge o cómo sea que a eso se le llame y sale corriendo al cuarto. – Puto gato. – siseo, sobando mi pantorrilla.

— ¿Dario, estás bien? – mierda. – Soy yo: Aretha. – dice la persona tras la puerta, mierda.

— Sí, estoy bien y sé que eres tú. – voy de nuevo a la puerta, pero esta vez si la abro quitándole primero el seguro. – Pasa.

— Por poco y pienso que no estabas. – se ríe y me quita el café de las manos, entonces se va a la sala de terapia... mi sala. – Tengo que contarte como me fue ayer en la fiesta.

— Ah, sí, la fiesta del tipo de futbol americano, ¿verdad? – me siento en mi sillón de solo un espacio.

— Esa mera. Pues veraz. -le da un trago al café y sonrió complacido al verla hacer una mueca, muy amargo. – Ahí, ¿acaso no conoces el azúcar?

— No. Ahora dime a lo que venias, tengo mucho que hacer y solo me estas quitando tiempo.

— Tuve sexo con Robert. -me suelta de sopetón y no hago más que verla con los ojos abiertos. -tome dos tequilas de más y, bueno, un beso llego a otro y de una prenda fuera llego a todas fuera y...

— Y su lengua en tu boca llego a...

— ¡Eres un cerdo! – me grita, pero se sonroja. Eso sólo quiere decir que le he atinado.

— Pero tengo razón – frunzo el ceño. – ¿Cómo se te ocurrió abrirte de piernas con él? Es un imbécil. Lo más seguro es que ahora le ha de estar contándole a todos los de su equipo de que te cogió.

— No creo... él dijo que me quería.

— Pues no te mintió. – me ve esperanzada. – Te quería para coger, lo consiguió.

Entonces, por mis nada lindas palabras, Aretha llora. Me trago el suspiro que quiero soltar, me levanto y me siento a su lado. Le acaricio la espalda antes de abrazar y acurrucarla contra mí. Ella no duda en abrazarme y soltarse en mar de lágrimas.

— Soy una estúpida. -dice entre llantos, yo solo me quedo callado. No es bueno afirmar aquella obvia observación. – Dario, qui...quiero que me des una bofetada si vuelvo a ha-hacer algo así. – me pide entre hipidos, suena tierna hablando así. Además de que esa es una oferta muy buena.

— Vamos, Aretha, no llores por un patán. – Regla número uno para consolar una dama: échale la culpa a los demás, nunca a ella...sí, claro.

— Sabes que tuviste que esperar más tiempo antes de dar tú...

— Ya no era virgen. – Disculpa ¿Qué? – Perdí la virginidad en el verano pasado. – se ve molesta.

— Ah...bueno, espero que no te haya dolido.

Eso hace a mi amiga reír, le beso la coronilla y la sigo abrazando. Hoy tenía planeado ir por helado, más específico, uno de sabor a choco-menta y volver a casa para jugar Halo 4 o Call of Duty. Ahora no haré ninguna de las dos a menos que Aretha deje de llorar o me suelte en todo caso, pero no creo que lo haga.

Querido Dario...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora