Alcohol

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Si dejar la bebida era una meta, ya no la cumplí. Me rio a carcajadas al ver a Fernando caerse sobre su alfombra por quinta vez, está intentado levantarse de manos, pero son más los golpes que se da que lo que logra hacer su puto truco. Doy otro trago a la cerveza, sintiendo con los pies las vibraciones de la música que retumba de las bocinas y me agrada, me fascina estar aquí.

Hace dos horas estábamos jugando videojuegos y ahora estamos tan borrachos que ni caminar bien podemos, pero como ya me acostumbre al alcohol aguanto un poco más que los demás.

Alguien llama a la puerta, muy apenas y logro escuchar, me dirijo a ella tambaleante. Al abrirla me sujeto con fuerza en la perilla, Aretha me ve con ojos demasiado abiertos y Mario sonríe de lado, cabrón sin vergüenza...

— ¿Empezaron sin mí? – Mario entra, dejando a Aretha atrás y pasándome de largo. – ¿Dónde están las cervezas? Necesito una para el mal de amores.

— ¿A qué se refiere? – pregunto, no dejando entrar a Aretha, pero salgo junto con ella, cerrando tras de mí. No voy a dejar que vea todo el desmadre que está hecho ahí adentro. – ¿Acaso lo rechazaste? – otro trago a la cerveza y ya no sabe tan buena como antes.

— Si, lo hice.

— ¿Por qué?

— Estoy enamorada de un imbécil, perdedor y patético chico, por eso.

— Pues deberías olvidarlo y ya. – otro trago, pero me es imposible apartar la mirada del perfil de Are. ¿Are? Sí, es como su diminutivo, no es cariñoso.

— Si, lo voy hacer.

— Qué bueno, ha de ser muy patético.

— Lo es.

— De seguro es marica.

— Eso no lo sé.

— Tal vez le gusten los negros de dos metros. – Aretha se ríe bajo, negando con la cabeza. – ¿Qué te causa risa? – doy un paso hacia ella, Are no se aleja, sólo deja de reírse. – ¿Aretha, por qué te reías?

— Es que el chico que me gusta sí que es un idiota.

Sonrió arrogante, le sujeto de la muñeca y nos adentró a la fiesta, la escucho pegar uno que otro grito y es obvio, ver una chica chupándosela a un tipo en plena sala. Nos llevó hasta una habitación vacía, cerrando tras de mí y no lo dudo, beso a Aretha. Si tengo sexo con ella la voy a olvidar, dejare de pensar en ella en cada maldito minuto y podré seguir viéndola como una amiga.

Dejo caer mi botella de cerveza, llevando mis manos al vestido de Are y lo subo hasta poderla tomar de sus nalgas, amasándolas rudamente mientras la llevo a la cama. Nos dejó caer, el beso se está tornando salvaje y me gusta, no se queja ni me pide ser tierno, esto es maravilloso.

Hago a un lado sus bragas, me alejo de ella y me quito la camisa, para después retirarme el pantalón a cómo puedo, pero carajo, es difícil. Me tiemblan las manos, ¿nervioso? No, es el exceso de alcohol. Vuelvo a ella una vez estoy completamente desnudo, la ayudo a desvestirse y vuelvo a besarla, esta vez tiernamente pues no la quiero asustar, aunque tampoco es como si me preocupara.

Sus jadeos llenan la habitación, la música retumba y cuando me abraza con sus piernas, mientras me hundo en ella, me doy cuenta de algo muy importante y tuve que preguntar antes.

— ¿Eres virgen? – Aretha se abraza a mí, llora un poco, pero no me deja alejarme. – Respira, princesa, sólo respira.

— No me llames así.

— No estás en posición de darme órdenes. – me rio contra su oreja, sintiendo sus pezones ponerse de punta. – Are, ¿te gusta que te hable así? ¿Quieres que sea rudo?

— Deo...

— Vamos, dime tu respuesta. – muerdo su hombro, comenzando a bombear dentro de ella y sonrió al escucharla gemir, el alcohol está haciendo de esto algo muy rico. – Cuando veas al chico que amas, dile que te cogió un hombre.

Ella solo jadea, gime y se aferra a mí, pero no me importa, después de esto las cosas serán como antes. Me estoy sacando la espinita de la otra vez.

Querido Dario...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora