¿Caballero? No. ¿Sincero? Sí

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Al despertar, lo primero que encuentro es el cabello de Aretha en mi cara y una pierna de ella sobre mi cadera, bien no es sexi, pero que caliente se siente esto. Sonrío, me retiro su cabellera y también su pierna para poder sentarme en la cama.

Ayer... bueno, fue emocionante y exquisito, aunque no llegamos a mucho me gusto. Sólo espero que no se vaya a acordar de nada porque hubo cosas demasiado vergonzosas. No quiero que salgan a la luz.

Me paso la mano por el cabello, intentando acomodarlo antes de salir de mi cuarto, pero a decir verdad no quiero salir. ¿Qué me encontraré en mi sala? ¿Y si me robaron? Oh, diablos ¿y si se robaron mi comida?

— Mi cabeza, Jesús. – no puedo evitar reírme, la bella durmiente ha despertado. – ¿Dario?

— Buenos... Buenas tardes.

— ¿Qué hago aquí? – bien, lo mejor sería decirle la verdad y no dejar que se machaque la cabeza con ideas equivocadas...

— ¿No lo recuerdas? – Oh, Dios, su cara de pánico no tiene precio. – Ayer tuve una fiesta, viniste, bebiste y fumaste marihuana con mi hermanastro Esteban, te agarraste a golpes con Eliana y vino la policía por tremendo escándalo que se hizo.

— ¿Me pelee con Eliana?

— Sí.

— ¿Por qué?

— No sé – tal vez porque te gusto. –, tu dímelo.

— Tal vez me agarro enojada. – ¿Por qué se sonroja y no me dice la verdad?

Suelto un suspiro, asiento y le acomodo el desordenado cabello, antes de levantarme y salir de mi cuarto. Lo único que me puedo felicitar es haber decidido ponernos ropa antes de dormir, ¿en verdad no recordara nada?

Quiero decir, que yo olvide las cosas es normal, pero ¿ella? No lo creo, aunque no la voy a presionar ni nada para que me lo diga. Sé que le gusto porque ayer lo escuche por accidente, pero sé que si le digo "sé que te gusto" lo va a negar y luego yo le diré "es que te escuche decirlo". Nada bueno saldrá de eso.

Lo más seguro es que me acuse de metiche y me golpee con todo lo que encuentre.

Al pasar por las otras dos habitaciones, golpeo las puertas con fuerza y me dirijo a la sala, como lo supuse: está hecha un desastre. Camino a la ventana, viendo la vista que me ofrece y agradezco que mi jardín no este hecho una mierda.

— Buenos días, Dario.

— Son tardes, Caleb.

— Sí, como sea. – escucho el crujir de mi sillón, volteo y veo a Caleb acostado en todo lo largo en el sillón. – Estoy jodido.

— Pues qué te paso.

— Bueno, de todo. Antes que tu amiguita iniciara la pelea me puse hasta el... bueno, bebí mucho y entonces alguien dio pastillas y dije "¿por qué no?", luego... mi chica está que ni levantarse puede. – le veo sorprendido.

— ¿Tuviste sexo?

— ¿Qué si lo tuve? Eso no fue sexo, fue todo. Me da vergüenza incluso acordarme. – Caleb cubre su rostro. – Deje que me metiera un dedo en el culo y no sé qué es peor: que me gusto o que dejaría que lo hiciera otra vez.

— Bueno, yo no sé si irme a mi cuarto o reírme.

— No hagas ninguna.

— ¡Buenas tardes, chicos! – Estaban sale del pasillo, da una vuelta y va a la cocina dando saltos. Al parecer a alguien le fue demasiado bien. – No me van a creer con quien dormí.

— Y no quiero saberlo.

— Pues les diré, es el nerd de mi salón. – sonríe radiante. – ¡Y era virgen! – Caleb hace una mueca y yo sólo veo a nuestro pequeño engendro reírse a carcajadas. – Se llama Javier.

— ¿Se quedará aquí? – cuestiono.

— Sí.

— Bien. – suelto un suspiro. – Debemos ponernos a limpiar aquí.

— Secundo eso.

Como puede, Caleb logra levantarse y comenzar a recoger latas, en cambio yo me pongo a limpiar los estantes de la comida que dejaron o los papeles de no sé qué. Esteban sólo se sirve un cereal y nos observa hacer la labor, como siempre.

No tardamos mucho en limpiar, pero después de hacerlo me voy a tomar un baño, lo necesito urgente. Camino a mi cuarto, abro la puerta y veo a Aretha con su cabello húmedo y viendo con sima atención el suelo, no puedo evitar sonreír.

— ¿Quieres algo para comer? Esteban está calentando algo que mamá nos dejo.

— No, yo... estoy bien.

— ¿Segura? No lo pareces.

— Dario, ayer tú y yo... ya sabes.

— ¿Qué? – sonrío de lado. – ¿De qué hablas?

— ¿Tuvimos sexo?

— No.

— ¡Gracias Dios!

— No llegamos a culminar.

— ¡¿Qué?! – me ve alarmada.

— No hubo penetración, te quedaste dormida. – me encojo de hombros, quiero restarle importancia al asunto.

— Ay, no.

— Sí, fue deprimente. Heriste mi orgullo. – cierro la puerta tras de mí, yendo a mi closet por ropa. – Jugamos un poco, confieso que te bese y te quite la ropa, la cosa se puso demasiado fuerte y cuando intente quitarte la tanga, pues... te dormiste.

— Demonios. – se lamenta, cubriéndose la cara con ambas manos. – Desaproveche la oportunidad.

— Tranquila. – sonrío, tomando por último el bóxer que usare. Volteo a verla y me observa entre las rendijas que ha dejado entre sus dedos. – Tienes trece días para aprovecharte de mí, aunque esta vez no estaré borracho y tú no estarás colada, tampoco te dejaré dormir.

— Dario.

— No soy un caballero, Aretha. No dos veces en mismo mes.

Entonces me acerco a ella, quiero besarla y puedo hacerlo, entonces ¿por qué no hacerlo? Aretha me observa asustada, nerviosa y con un sonrojo en sus mejillas que... A la mierda, la voy a besar.

Mis labios tocan su frente, luego su mejilla y me voy al baño, tal vez si puedo ser un caballero dos veces el mismo mes.

Querido Dario...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora