Secuencia de memoria 1

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Frankfurt, Alemania; 15 de Agosto de 1935.

En el distrito Ost, Carl se hallaba en la azotea de aquel edificio en el que vivía. En la noche de su cumpleaños número veinte, se hallaba al lado de otros dos chicos jóvenes que bebían junto a él, esos dos festejaban el cumpleaños de éste sentados alrededor de una pequeña fogata improvisada y escuchando música Jazz de una radio que tenían en el suelo.

— ¡Claro que sí, señor, ahora Carl es todo un hombre de verdad! — decía uno de los chicos, éste era un hombre más blanco que la misma nieve pero con una frondosa barba alrededor de su rostro — ahora que tienes ésta edad, es momento de conseguir unas mujercitas, ¿no lo crees, eh? — reía y daba pequeños golpes con su codo al joven Richtofen.

— ¡Por supuesto, Carl!, ¿o es que cuándo nos darás la sorpresa de decirnos "tengo una relación"? — Añadió el otro sujeto, bajo de estatura con cabello rojizo.

Quien cumplía años sonrió — Nada de eso, chicos; prefiero tener una vida tranquila — suspiró — ya saben — replicó con una gran tranquilidad.

El hombre con barba se levantó entre risas — ¿Es en serio?, ¡jaja!, ¿estás hablando de seguir tras la señorita Frank?, ¡joder, hombre!

Carl reía en su lugar — Claro que no, Edward, sólo me refiero a...

El pelirrojo interrumpió — ¡Ya dile que la amas, pequeño hombrecito!, desde que tenemos memoria estás detrás de ella.

— Ludwing tiene razón, deberías decir que la amas — añadió el sujeto llamado Edward.

Richtofen se levantó de su lugar con una botella en mano — Por supuesto, pero he de planearlo con anticipación, querido amigo.

— ¡Marlington! — decía la madre de Carl quien salía de una puerta — Es hora de la cena, ¿vendrás con nosotros?

Carl miró a su madre acercándose a ella — Ya he comido con Edward y Ludwing, de hecho planeábamos salir a las calles.

La madre dijo con preocupación — ¿Con ellos? Pero ya es tarde.

— No me pasará nada, madre — astuto — ya soy mayor, ¿no crees?

La señora Richtofen entendió asintiendo la cabeza y abrazó a su hijo — Está bien, hijo mío, sólo ve con cuidado.

Tras ello, la madre de Carl se retiró por donde había venido mientras que Edward y Ludwing miraban confundidos a su amigo.

— ¿Has dicho salir a las calles?, ¿con nosotros? — Decía el hombre barbudo quien lanzó una gran sonrisa — ¡de verdad que eres impredecible!

— Nunca se sabe lo que pasará, ¿o sí, hombre? Venga ya, demos un paseo por la gran Ost —explicaba Marlington con una sonrisa.

Los tres sujetos bajaron por aquel edificio de una forma peculiar, en vez de tomar las escaleras, escalaron hacia abajo por las estructuras de los edificios hasta tocar la acera de la calle.

Hallándose en las calles, miraron la oscura Frankfurt, después se encaminaron a través de la calle mientras hablaban.

-— ¿Entonces por fin declararás tu amor por Nicole? — preguntó curioso Ludwing con intenciones de poner nervioso a Carl, pero miraba que él no se inmutaba.

— Por supuesto, creo ya estar listo.

Edward añadió — ¿Y sólo llegarás así como así?, ¡a las mujeres les gusta oír una hermosa serenata de flamenco español, eso o llevar un inmenso ramo de flores!

Carl reía — ¿Cómo es que sabes eso?, nunca te he visto con una mujer.

Ludwing habló de nuevo — No lo sé, pero Edward sabe lo que le gusta a las mujeres, gracias a él, Lauren se enamoró de mí, deberías hacerle caso a éste gran sujeto.

Assassin's Creed: HolocaustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora