Secuencia de memoria 11

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Herrlingen, Alemania; 01 de Octubre de 1944.

En un pequeño poblado con casas similares a las de Polonia, altas y detalladas; en un lugar tranquilo rodeado por árboles y naturaleza, Carl y Evelyn hicieron aparición a las afueras de la misma, escondidos entre los frondosa arboleda.

— ¿Segura que aquí es en donde vive, Evelyn? — cuestionó el asesino a su compañera.

La mujer miraba el lugar detenidamente — Sí, lo estoy; según mis investigaciones, Rommel vive en éste poblado.

— Debimos haber esperado a que él estuviese en Berlín.

Evelyn volteó para mirar a Carl — No lo sé, Carl; tengo un mal presentimiento, por eso he decidido llegar antes a Rommel.

Carl salía del escondite mientras llevaba a Evelyn de la mano — Venga, aquí no vamos a encontrar nada, necesitaremos buscar muy bien.

Ambos asesinos se dirigieron a los tejados de Herrlingen para aumentar el rango de su búsqueda, Evelyn miraba atentamente a los pobladores para intentar buscar a Erwin entre la multitud mientras que, Carl miraba entre edificios guiándose a sus propios instintos.

Tras una larga e inútil búsqueda, los dos asesinos se sentaron en un área verde con árboles frondosos, todo cerca de una calle.

— ¿Y si ya está en Berlín? — cuestionó Carl.

Mirando a su compañero — Tal vez, deberíamos ir.

— ¿Berlín?, ¿tan lejos? — interrumpió una voz conocida.

El par de asesinos dio media vuelta rápidamente para percatarse de quien les hablaba era el mismo zorro del desierto pero se hallaba acompañado de un joven.

— Creo que de verdad deseaban una charla, jóvenes — añadió el militar mientras señalaba a aquel joven — les presento a mi hijo, su nombre es Manfred.

Carl y Evelyn se acercaron para saludar a ambos.

La asesina habló sin rodeos — Rommel, debemos hablar.

El militar sonrió — Por supuesto, señorita, acompáñenme los dos.

El par de asesinos caminaron junto al militar con su hijo alrededor de las varias casas de aquel lugar.

— Manfred, necesito que regreses a casa, hablaré con mis invitados — dijo el militar a su hijo.

De inmediato, el hijo de Erwin se retiró mientras los asesinos continuaban caminando con el mismo.

— Señor Rommel — decía Evelyn — nuestro último contacto con los templarios nos ha marcado directamente a usted.

El militar, muy tranquilo — Ah, los templarios, una orden fanática que desea obtener el control total.

Carl interrumpió sacando de sus vestimentas una carta para entregársela al militar — Aquel templario del que habla mi compañera era Friedrich Müller, me ha pedido que le entregase esto.

Erwin miró a la carta — El señor Müller, un hombre que fue bueno y amoroso que terminó convirtiéndose en un fanático seguidor del canciller y sus falsos ideales — tomó la carta y miró a Carl — éramos amigos desde la infancia, pero creo que le ha hecho un favor, él nunca hubiera querido asesinar a tantas personas, hacía tiempo que no me escribía.

El asesino continuaba mirando los alrededores en aquella caminata — Señor Rommel, algo me dice que usted no es como cualquiera de los templarios, sólo queremos platicar acerca del resto de los miembros.

— Por supuesto, asesino — interrumpió el militar — yo nunca decidí por cuenta propia unirme a los templarios pero el canciller deseaba mis habilidades en su bando, me vi obligado a aceptar porque mi familia corría riesgos.

Assassin's Creed: HolocaustDonde viven las historias. Descúbrelo ahora