08: Huracán

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El fin de semana había llegado, Justin preparó todo para el pequeño viaje que harían, la palabra nervioso se quedaba corta para describir lo que sentía.
Encendió su auto y fue hasta la casa de Emma, quien al llegar estaba afuera regando las macetas que estaban allí.

Se bajo del auto y camino hacia ella, Emma se piso nerviosa al tenerlo frente a ella después del beso.

-¿Todo listo?.- dijo Justin sonriéndo, Emma dejó la jarra de agua en el suelo y se limpio las manos.

-Claro, pasa y llama a los niños ¿si? Yo terminare de hacer esto.- Justin asintió y paso por un lado.

Con su mirada buscó a los gemelos, no estaban al menos en el piso de abajo, comenzó a subir las escaleras y escuchó la voz de Drew a lo lejos. Abrió lentamente la puerta y estaba Amanda tratando de que un zapato rojo entrara en la pequeña maleta que pensaba llevar.

-Linda, sólo serán dos días.- dijo recargado sobre el marco de la puerta.

-Lo se pero una nunca sabe si pueda conocer a algún muchacho y me case con el y me tenga que quedar a vivir aya.- se sentó sobre la maleta, esa niña tenía mentalidad de una adolescente.
Caminó hacia ella y le ayudó con su problema Drew lo miraba atento, quería acercarse pero no iba a hacerlo.

Bajaron los tres, Justin llevaba la maleta roja y Emma ya estaba esperándolos con su bolso colgando. Los cuatro subieron al auto, todo el camino al menos para Emma fue incómodo, si no fuera por Amanda que se la paso hablando con Justin todo ese tiempo le habría sido insoportable estar allí encerrada.

Llegaron a un pequeño pueblo, bastante tradicional, había personas por todas las calles, niños jugando en las plazas, ancianos hablando afuera de sus casas, el auto se detuvo ante una gran hacienda, era una casa rodeada, de caballerizas, una piscina, muchos árboles, flores, era paradisíaco.

-Venia aquí cuando era niño y por un tiempo de mi adolescencia, es de mi padre.- apagó el motor del auto.

-¿Por qué nunca me trajiste antes?.- dijo sin dejar de analizar rodó visualmente.

-No lo se, tal vez hace unos años no me entusiasmaba mucho la idea, pero ahora es diferente.- bajaron del auto y una señora de unos 50 años se acercó a ellos.

-¡Justin, hace años que no vienés por acá!.- le abrazó la señora.

-Lo se, no había tenido tiempo pero eso ya paso Nata.- La señora miró rápidamente a Emma y a los gemelos.

-Hola línea soy Natalia pero puedes decirme Nata, soy el ama de llaves de la casa.- Emma le tendio su mano a Nata. -¡Pero que hermosos son tus hijos Justin! ¿Y como no? Si tu esposa es bellísima.- Emma tosió incómoda y Justos lo notó. No lo iba a negar, le encantó que le dijera que eran sus hijos y Emma su esposa, era lo que el más deseaba.

-Niños porque no van a jugar por aya.- Emma señaló un pequeño columpio y los niños le obedecido.

-Nata, ellos no son mis hijos, sólo son de ella y Emma es mi ex esposa.- la cara de Natalia transmitía vergüenza. Y a Emma le dolió que el le llamará ex esposa, aunque eso era.

-Disculpenme yo no sabía, pero pasen están en su casa.- Justin y Emma siguieron a Natalia hasta el interior de la casa. Una muchacha más o menos de la edad de ellos venía corriendo hacia su dirección y se colgó en un abrazó de Justin.
Emma sentía arder los celos por todo su cuerpo, lo peor era que Justin no la quitó, en esos momentos deseaba ser su esposa para poner en su lugar a aquella mujer.

-Justin pense que nunca volverías.- la mujer lo lleno de besos por todo el rostro.

-¡Marina por Dios! Tenemos visitas, comportate.- señaló a Emma. Marina se giro y vio a Emma con ironía.

-Ella es Emma, mi ex esposa y vino con nuestros hijos a pasar el fin de semana.- Emma, Marina y Nata se quedaron sorprendidos, el había dicho nuestros, pero Emma no lo desmintió, eso le daba poder ante aquella mujer tan vulgar.

-¿Te casaste y además tuviste hijos?.- dijo Marina con la voz quebrada.

-Dos gemelos muy hermosos, estan jugando a fuera en un momento los conocerás.- Emma sonrió triunfante, Marina se fue echando humo por las orejas.

Nata les enseñó sus habitaciónes, la de Justin al inició del pasillo la de Emma al fondo y la de los gemelos en medio.
Durante el día Emma fue víctima de las miradas asesinas de Marina quien cada que tenía oportunidad le dedicaba una mirada fulminante. Y de igual manera se le insinuaba a Justin. Obviamente ella estaba enamorada de el, y ese enamoramiento llevaba años.

Llegaron las primeras horas de la noche, Emma y Justin caminaban por la hacienda, no hablaban y el silencio tampoco era incómodo.
El silencio no es incómodo cuando la compañía es la correcta.

-¿Por qué me seguiste la mentira?.- habló Justin por fin.

-¿Cual mentira?.- lo miró confundida.

-Cuando le dije a Marina que Drew y Amanda son mis hijos, no me desmentiste hiciste todo lo contrario, pense que te molestarías.- empujaba ramas con los pies mientras caminaba.

-Puedo notar que desde que Marina me vio, me odió, decidí darle otra razón para que me odie aún más.- río con mucha gracia.

-Me gustaría que fuera verdad, que ellos fueran mis hijos y tu mi esposa, que pequeños viajes como estos pasen dos veces al mes, me he enamorado de tus hijos y sigo enamorado de ti.- Emma sintió su pecho encogerse. Justin la miraba fijamente deseando besarla una vez más.

-A mi me gustarían muchas cosas, haber tomado otras decisiones, haber sido más fuerte, pero no hay tiempo de lamentarse por el pasado, mis hijos y Ryan son mi presente.- afirmó.

-¿Lo amas?.- Emma lo miró levantando una ceja.- ¿Amas a Ryan?.- ella tenía clara la respuesta pero ¿debería dársela?.

-Lo quiero, el me ayudó cuando más lo necesitaba, es un gran esposo y un padre excepcional, me cuida y me hace feliz, pero sólo amas a una persona, cada persona tiene al amor de su vida, al único, lo demás son pequeños amores, son como la lluvia y un huracán, la lluvia, el amor de tu vida es un huracán, Ryan es lluvia.- le dolía admitirlo pero era verdad y necesitaba dejar de mentir poco a poco.

-¿Y yo que soy en tu vida, lluvia, llovizna?.- dijo aún sabiendo la respuesta, pero quería escucharla de ella.

-Tu eres mi huracán, el más fuerte de todos.- admitió, ambos sentían la aterradora necesidad de besarse, de tocarse y decirse lo mucho que se amaban y necesitaban, pero era prohibido, para ambos. -Debo irme, los niños deben dormir ya.- dijo caminando de regreso a la casa. Justin no la detuvo, se quedó allí asimilando todo, si el era un huracán para ella, ella era un terremoto, huracán, tsunami, erupción volcánica, todos los desastres naturales juntos.
Pero al mismo tiempo con una sonrisa le daba calma, le daba paz, con una mirada ella tenía el poder de llevarlo al cielo y también destruirlo en mil pedazos cuando quisiera.


Perdón por haber tardado tanto, pero he regresado a clases. Iba a subir hasta mañana pero ES MI CUMPLEAÑOS y ando de buen humor, esperó y les guste.

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Querido Justin (2da Temporada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora