Capítulo 28

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Derek dejó en su casa a Stiles, tal y como había prometido a su jefe y también ¿suegro? En cuanto vio cómo entraba el muchacho en la casa, arrancó el motor y salió rugiendo con su Camaro, rumbo de la comisaría. Al entrar, saludó a la recepcionista, Martha y entró a su puesto de trabajo junto con un "Llegas tarde, Hale", de la risueña agente.

Caminó entre los escritorios de sus compañeros, directo al suyo propio. Mientras revisaba la hora en su reloj, el sheriff se le acercó.

-Lo sé, lo siento. Me he atrasado un poco, sheriff. -dijo rápidamente al notar la mirada del sheriff.

-¿Eh? Ah, sí, sí... Sólo han sido cinco minutos, pero no quiero que se duerma en los laureles, agente Hale.

-No volverá a pasar. -dijo yendo rápidamente hacia su escritorio y tras quitarse la chaqueta, comenzar a mirar los papeles nuevos que tenía sobre la mesa. Todos eran casos habituales, robos sin importancia en su mayoría, así como alguna detención por alboroto público.

Suspiró y encendió su ordenador para comenzar a buscar los datos personales del denunciante de uno de los casos, cuando sintió una mirada clavada sobre él. Levantó la mirada y se encontró de pleno con los ojos azules del agente Parrish. Derek alzó las cejas en una muda pregunta y el rubio sonrió para volver a su trabajo. El lobo se le quedó mirando y volvió al trabajo tras un bufido.

Pasó prácticamente toda la mañana encerrado en todo el caso del robo de la casa de madera que los Collins habían hecho a los pájaros migratorios (menuda memez de caso), cuando alguien le golpeó en un hombro. Levantó la mirada y aún con el ceño fruncido por la frustración del caso, se encontró con Parrish y su gran compañera, la sonrisa.

-¿Nunca dejas de fruncir el ceño? Te saldrán arrugas. -rió el agente. -Vamos a ir a tomar el descanso a la cafetería. ¿Te apuntas?

-Quiero quitarme este caso de delante ya...

-Pero para eso necesitarás café. -dijo riendo al leer de qué iba el caso. -El robo de casitas de pájaros es muy duro...

-Me cogeré algo de la máquina. -dijo recostándose contra el respaldo. -En serio, ¿qué tipo de gente denuncia esto?

-Los Collins son... peculiares.

-¿Los conoces?

-Todos los meses les roban la casita de pájaros, lo denuncian y vuelven a poner otra... -rió el rubio de nuevo. -Es el caso de nunca acabar... Creemos que algún vecino bromista quita la casita todos los meses. Pero no hay pruebas.

Derek bufó y se frotó los ojos, volviendo a mirar la pantalla. Se levantó de la silla y Parrish lo miró con interés.

-¿Te vienes?

-Voy por café a la máquina. -dijo cogiendo su móvil. -Y te acompaño a la puerta.

-Tú te lo pierdes. -rió el rubio yendo junto con los demás que sí irían a la cafetería del centro y que ya esperaban a la puerta. -¿Te traigo algo del centro?

-Un café que no sea radiactivo. -dijo mirando con el ceño fruncido a la dichosa máquina.

Parrish soltó una risotada cantarina y se acercó de nuevo a él, dejando a Derek casi bloqueado contra la máquina. Para sorpresa del lobo, Parrish levantó la mano y con un dedo le tocó el ceño con una sonrisita en los labios.

-Y una crema antiarrugas.

Dicho eso, el rubio se dio la vuelta y salió de la comisaría aún sonriendo. Derek se quedó atontado, contra la máquina, mirando con una ceja alzada por donde el agente, ex novio de su hermana, compañero de trabajo y antigua fantasía de su novio, se había ido. Sacudió la cabeza con un gruñido y miró a la máquina de café, apretando el botón de "café solo". Saco el móvil y vio dos mensajes pendientes por leer.

Yaguareté·Abà IIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora