Maratón 2/2
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Me dolía la cabeza y no quería abrir los ojos, pero al recordar todo lo que había pasado los abrí asustada.
Me asuste aun mas al verme atada a una silla y intenté soltarme como pude, pero fue imposible.
-¡Ayuda!- grité desesperada.
Esto parecía una de esas series de asesinos en serie y lo peor era que yo era la víctima.
Me rectifico, lo peor era que mis secuestradores no son humanos.
-¡Socorr....- me callé al sentir una fría mano encima de mi hombro.
-Por fin despiertas, ya iba a castigar a Dave por haberte dado un golpe tan fuerte- dijo esa voz tan familiar que también había oído aquella vez en la casa de los Conley.
No lo podía ver ya que estaba detrás mio pero sabía que era un hombre ya maduro por su voz.
-¿Quienes sois y que queréis de mi?- intenté que mis palabras salieran en un tono estricto, pero al preguntarlo se me escaparon varios sollozos.
Odiaba llorar y después de lo que paso en el instituto me prometí no volver a hacerlo.
Pero en este momento me era prácticamente imposible.
¿Y quien no lloraría si estuviera en mis zapatos?
Antes al menos tenia la esperanza que fueran ladrones normales y que después de que mi padre pagara el rescate me dejaran libre.
Pero ahora ya me estaba segura de que eso no iba a pasar.
Me querían a mi y no al dinero de mi padre por lo que había podido comprobar en estas semanas.
-Oh, lo siento si la última vez no me presente- dijo apareciendo delante de mi.- Que descortés de mi parte.
Entonces lo reconocí.
Bueno, en lo que se puede reconocer ya que seguía con el mantel y la capucha que le tapaba media cara.
-Me llamo Karl Conley y supongo que ya sabrás que queremos de ti- dijo lo último como si fuera algo obvio, pero yo todavía estaba estancada en sus primeras palabras.
-¿Co-conley?- pregunté confundida.
-Si, supongo que ya conocerás a mi hermano Adam y a mis sobrinos- dijo el con una sonrisa.- Son la vergüenza en persona para nuestra especie.
No entendí lo último que dijo, pero yo sinceramente seguía atascada en que el fuera un Conley.
¡Maldita sea!
No entendía nada y cada vez que pensaba que sabía algo el mundo me dejaba claro que no sabía nada.
-Bien, ponte este vestido y limpiate la cara- dijo y me liberó para después darme un vestido rojo que realmente era precioso.
En el momento que me soltó mire directamente hacia la puerta de metal que parecía ser la única salida.
-Olvidalo- dijo.- Solo lograras que te lastimen ¿Y no queremos eso verdad?
No quería aceptar que tuviera razón, pero la tenia, probablemente detrás de esa puerta habían por lo menos cinco vampiros que esperaban la escusa perfecta para incarme el diente.
Así que me centre en el vestido que tenia en mis manos.
-¿Porque tengo que ponermelo?- pregunté.
-No creerías enserio que te llevaría así delante de mis jefes ¿no?
¿Jefes? Un escalofrío me pasó por la espalda.