Vuelvo a mi estado existente, vuelve todo a existir, no está sólo en mi mente.
Estoy aquí, esperando para trasladarme a la cuidad, la madrugada no ayuda en la espera, pronto se va, pasan los minutos y, por fin, un taxi. Levanté mi mano, con el dedo pulgar, expresé mi afán por el viaje, que me llevará. Se detuvo amablemente el señor, aunque dando muestras de trasnochada, no dejaba de mover su cabeza y sonreía; yo conocía ese rostro, me era familiar, no podía haber perdido mi facultad de mirar a alguien, donde sea, en el tiempo que sea y grabar para siempre su imagen en mi mente, iba a preguntarle, cuando me miró por el retrovisor, ¡sí, era él!, ya recuerdo, ahora no tiene barba y se cortó el pelo, se ve más joven, más en su actitud.
__¿Es usted el de la otra... Me interrumpió sin dejarme terminar la pregunta.
__Sí, sí amigo yo mismo, le vi y paré, me dije éste es mi amigo el donante.
__Oiga, créame, cuando le recordé me dije, es el testigo.
Sonriendo, cálidamente comentó: no, no, ya no, amigo, mucho me fastidiaban, por ser un hombre formal, frente a mis errores todos me decían; y ¿Qué dice la biblia? Oiga a diario lo mismo, por eso preferí abrirme.
No quise que mi curiosidad, de la mano con la imprudencia cayeran en el abismo de un mal momento y callé, pero el leyó en mis ojos y con un estilo nuevo que había adoptado el personaje, golpeando suavemente el volante, inclinando la cabeza a un lado como queriendo descansarla en su hombro izquierdo y mirar por la ventana, sí, sí, no me he cambiado de religión, sólo me retiré de la mía, sé que su curiosidad es si me cambié a católico o cristiano o en donde ando y qué es lo que pienso ahora, pero no, ¿sabe?, hoy sencillamente hago lo correcto o lucho por hacerlo, me siento bien y parece que soy o me hace feliz.
Era el momento preciso: ¿Entonces, hoy sí me va a cobrar lo que vale amigo? Sonrió sin perder secuencia, hasta que soltó una carcajada.
No, amigo, no le voy a cobrar nada, igual estaba de pasada y le prometo, hasta me sirve de compañía, en verdad no es importante la palabra sino la acción, entonces o por eso yo...
No me di cuenta, el seguía alegre habla y habla, mientras yo dormía plácidamente, relajado por el armónico sonido del vuelo del mosquito que era su voz.
Los brazos fuertes y amorosos de mi padre, se hacían presentes, me cargaba, subía escalón por escalón hasta mi cuarto, y con delicadeza deslizaba la cobija sobre mi cuerpo pequeño de niño travieso que se había quedado dormido con un trozo de papel y una tapa de cola en la mano, bajo una silla, en el rincón del taller donde él trabajaba. Volaba entre las nubes con una acrobacia de colibrí, miraba las tejas de las casas de mi pueblo desde lo alto, estaba muy feliz, muy seguro, le tenía a él y la dulce caricia de mi madre para despertarme en el cenit. ¡Sí!, este sueño de regreso a mi niñez estaba tan cerca a una realidad, lo podía sentir, pero algo extraño, la mano blanca de mi madre que como paloma se posaba para acariciar mi cara, me halaba del hombro fríamente y me decía: Levántate, levántate, y la tercera vez, para el desconcierto ya no era su dulce voz. Era el taxista, con una expresión de reclamo muy afectiva me dijo: me dejó hablando solo amigo, y yo creía que tenía toda su atención porque le parecía interesante, llegamos amigo.
Disculpe, Dios le pague, nos encontraremos algún rato, el mundo es pequeño, hablaremos, hasta luego, buena jornada.
Solo acercó su mano a la frente retirándola suavemente como un vicerazo (saludo militar) en señal de hasta luego con una franca sonrisa y me quedó mirando parado arrimado a la puerta de su auto. Lejos me di vuelta, sonreía, movió la mano, subió a su taxi y emprendió la marcha ¿A dónde? A donde nos guía la vida con cada cosa que vemos, hacemos y sentimos, no importa pero estamos en camino.
"Cuando al principio creó al hombre lo dejó en manos de su propia conciencia."
(Sirácides. 15,14)
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Bitácora Preludio Al Sonido De La Última Trompeta
FanfictionNovela y poesía juntos q mas puedes pedir