Tengo la lluvia en mis manos,
dueño absoluto del tiempo
el centro de los misterios,
conozco tus pensamientos.En ti mil años son un día,
un minuto de alegría
eterna se hace la dicha
tiene sentido la vida.Juego a ser Dios un momento
multiplicar lo que veo,
caminar sobre las aguas
de un amor verdadero.Amor, de amor estoy enfermo,
soy un imbécil blasfemo
amándote en secreto
a prueba en un desierto.Amor, de amor me estoy muriendo,
soy un imbécil blasfemo
queriendo alcanzar el cielo
ser luz en tu pensamiento.Nada se podía comparar con su sonrisa cristalina, que tenía el brote fresco del manantial, capaz de apagar el fuego eterno.
Recordando a una niña que conocí en el Cairo:
Mientras esperaba el bus que me llevaría a Israel, visualizaba a Isabel, parada frente a la casa de doña Amada, esperando enamorada que salga Tadeo para ir a la escuela. La tenía presente, ¡Cuánto la extrañaba!
Siempre estaban juntos, hasta en el día de los difuntos visitando el cementerio, nada en ellos un misterio, todo era transparente, sabía toda la gente que se amaban.
Sus padres orgullosos con la princesa, le decían: Mi alteza, "la reina del arrabal", ella sonreía, todo alegría, un mundo flotando en la humildad, no conocía fronteras, no existía barreras ni espacio para la palabra sociedad, estaban convencidos en la igualdad, girando en círculo en torno a la verdad.
Tadeo no podía creerlo, ¡dueño absoluto del corazón más puro!, del pensamiento de Isabel, donde en silencio puede gritar, decirle a los cuatro vientos, que jamás se borrará su imagen de la mente, hasta después de la muerte, donde con ella viajará.
La flor de naturaleza perfumada, de lluvia en madrugada, era sin igual, no le adornaban los trapos, en el campo ¿qué tanto puede importar? Se mostraba silvestre, sencilla como la flor del gañal, vestida de sol, besada por el rocío, indiferente al frío, no perdía equilibrio, nada podía cambiar. Pero al curso de su vida le faltaba la travesía, que las puertas le abrían, con una herida mortal.
Tadeo tenía dinero, mucha comodidad; "poca cosa era la rosa para sus amigos y su sociedad". Acosado por las opiniones en distintas ocasiones le hacían dudar, le obligaban a pensar, pero más grande que la Torre de Babel era su sentimiento, el amor por Isabel no lo iban a cegar, confundir el lenguaje celestial, ¡el amor de verdad!
No podía soportar las comparaciones, la misa con las canciones, las diferentes razones estaban demás, a todo le pondría candado, estaba enamorado del pecado racial.
Pero sería tentado, frente a él un ángel parado, ¿o el diablo?, ¡una belleza sin igual!
Desde el primer momento que la vio, no dejó de pensar en ella, no la apartaba de su mente, en todo estaba presente, como fuego en su pecho la nueva vecina estaba a su altura, ¡genial! Por fin la criatura a gusto de mis amigos y mi papá, ¡fina, elegante!, parecía un diamante, una reina de ciudad, no me puedo equivocar, no dejaré pasar esta oportunidad.
Mientras tanto: perdía brillo su estrella, al verle salir con ella se fue a refugiar entre los astros del cielo, enredando sus cabellos en sus delicados dedos, frágiles como el cristal que se diluía en sus ojos, al recibir los abrojos que no podía soportar.
La belleza, el resplandor, ¡cosa del demonio!, cegado, no veía más allá del eminente matrimonio. Estaba tan seguro como el conjuro que no podía notar, la pócima de la belleza de la auténtica princesa, le hizo olvidar, ¡hasta de él!, no existió ni existía Isabel, una ilusión de niño probablemente por el cariño, porque crecimos igual.
La víspera de la boda, sin que se diera cuenta, la observó sin careta (maquillaje), no era fea, tampoco hermosa, peor la diosa que por las calles paseaba.
Tadeo: Estoy enamorado y será mi esposa.
El día de la boda frente al espejo se adornaba la reina. Su padre le decía: ¿Pero él sabe que estás enferma?
Novia: No importa; después de servir la torta, todo habrá terminado.
Padre: Yo sé que tiene mucho dinero, es lo importante y ¿será suficiente para el tratamiento de cáncer?
Novia: Papá, es lo que necesito, el amor es un mito que termina en la cama.
Padre: El cáncer uterino es maligno, ¡pero más es tu alma!
Novia: ¡Estoy pudriéndome en vida!, ¿qué quiere que diga?, ¿qué lo amo?, a usted no le puedo mentir y me ha de permitir terminar con esto.
"No hagas a nadie lo que no quieres para ti" (Tobías. 4, 15)
Tadeo escuchó todo eso, no le incomodó el deceso que acababa de vivir, sino cómo redimir lo sepultado en el corazón del clavel marchitado, por su desdén.
¿Dónde estás mi amada Isabel?
Salió corriendo rumbo al barrio donde creció lleno de luz, sin engaño, junto al rebaño de la verdad ¡los humildes! Se paró en una esquina, agitado y dolido por la espina de la traición que puso sobre el ser más noble, el único ser por quien sin pensar, ahora daría la vida y a todos preguntó.
Nadie le dio respuesta alguna, se terminó la fortuna, perdió la apuesta. El mundo se oscureció, una puerta lentamente se abrió y un ángel salió. Lleno de luz resplandecía, como la luna en noche estrellada, como el brillo del sol en la mañana. Tadeo estaba hipnotizado, se olvidó del problema, no existía el mundo, nada más el cielo que miraba en esos ojos interrogantes, ¿a quién buscas?
Regresándolo a la tierra, el ángel cerró sus alas, lo impresionante del momento se apaciguaba, volvió a su cauce el agua y le habló: Busco a Isabel.
___ ¡Estás en su vergel!
Tadeo se dio cuenta que era tomado el pelo, con la vista al suelo embargado de tristeza dijo gracias, volveré. No caminó unos cuantos pasos y escuchó la voz de Isabel, ¡te extrañé!, la emoción le traicionaba, sus ojos, su alma llena de lágrimas, se dio vuelta, cayó de rodillas para pedirle perdón, pero no, no era ella, el brillo era de otra estrella, pero, ¿su voz? ____siempre tengo que levantarte Tadeo, como en la escuela, ¿recuerdas?
¡Dios! Era ella, Isabel, mi pequeña, dime: ¿Dónde está mi flor silvestre, a dónde se ha ido el aroma de la lluvia en madrugada, el color de tus mejillas, el rocío de tus labios?
Isabel: ¿No te enamoró el brillo del oro, la joya pintada en rubí y esmeralda? El hombre puede transformar muchas cosas con sus manos, tallar la belleza de un rostro y de un ángel su apariencia y sus alas, pero ahí, donde la verdad se guarda, jamás será tocada, donde todo es hermoso si hay amor, ahí brilla con luz propia solo el alma.
Isabel ante los ojos incrédulos de Tadeo, con un pañuelo empezó a quitarse el maquillaje, se soltó el cabello bruñido del coral donde se esconde la noche, se arrancó las prendas de seda que ocultaban sus caderas de sirena, las joyas de oro y plata que no eran más que lata adornando la fachada del templo, y cubrió la travesía del perdón al peldaño del galardón con ilusiones perfumadas de amor eterno.
El brillo superficial nos atrae como imán y nos confunde, limpia el polvo de la escalera, tu fe verdadera, si algo hay que cambiar no es de lugar, es dentro de ti.El rostro más delicado y hermoso conocí en el Cairo.
La fascinante ciudad donde respiras la presencia de los faraones en todos los rincones, en papiros y esculturas que te hablan de sus dioses.
Cómo olvidar esos ojos que habían recibido la gracia de perpetuar el amor.
Salía visitando las pirámides y la esfinge, el asombro iba más allá de las estrellas, no tenía respuestas, solo mis propias conjeturas y muchas preguntas: ¿muestra, evidencia de otra cultura? Lejos de una conclusión, cerca, inmediata la transportación a otro tiempo, cuando gobernó Tutankamón, más atrás, Akenatón, Ramsés.
Cruzaba la calle muy a prisa, como salen las beatas de la misa, liberándose del pecado, dejando enojado al diablo con trabajo para la semana, de pronto, una sensación de presencia, como una brasa quemándome la espalda, el sol lentamente se ocultaba, la cercanía de las sombras, la tibia brisa me intrigaba: ¿Qué pasa, por qué? Me pesaba esa presencia, la curiosidad me llamaba, me di vuelta, ¡me encontré con esos ojos llenos de luz y ternura!, como el brillo del relámpago que cubre el paisaje romántico y el horizonte en noche oscura, en el negro profundo donde oculta su mundo y custodia la luna.
Una dulce mujer, con un vestido cubriéndole desde el pelo hasta los pies, con la apariencia, diría exacta, al ser que al Salvador dio a luz y sufriría el mismo dolor al pie de la cruz donde murió, me pregunté: ¿se repetía la historia? Ante mis ojos la gloria, ¡encontrarla en Egipto!, protegiendo al niño con amor divino, destellando en sus brazos la luz, el principio de mi camino. Esta vez no era un sueño, ni soñaba despierto, tenía la inmensidad ante mí, una ventana al universo a dos pasos del cielo, me acerqué, miré al pequeño, en su mano diminuta le puse una fruta y me retiré. Colmada de emoción era allanada mi mente, me di vuelta inconscientemente y aún era dueño de su celestial mirada, seguía ahí parada como una virgen de cristal, transparente, nadie la veía y había tanta gente. Mágico el lugar, tanta claridad aunque se ocultaba el sol pintado de escarlata, para que la luz de plata en el rostro de la luna, buscara refugio en sus labios que besaba su mano enviándome un sublime beso en alas de su perfumado aliento, penetrando en mi pecho como el místico incienso, buscando el centro para llenar el vacío del corazón que ya no era mío, me había robado en un suspiro y voló al infinito, donde siempre estará escrito este sentimiento eterno. Con ternura me dijo: Hasta luego, con un celestial gesto que lo llevo en mi recuerdo, como un relicario puesto.Cuando colocas flores en el corazón
iluminas de amor el templo y no se secan,
su aroma sube al creador a ser un eterno recuerdo.
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Bitácora Preludio Al Sonido De La Última Trompeta
Fiksi PenggemarNovela y poesía juntos q mas puedes pedir