Obstinado... (continuación)

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XXVII

Papaleta se encontraba en la cocina preparando dos tasas de infusiones; un cargado y aromático té para él y para Thomas, un té de manzanilla. Tarareando otra de sus alegres melodías favoritas, dejó encendido el hervidor de agua para luego dirigirse a la sala de estar; ya era hora de que Thomas tomara sus medicinas. Las rebuscó en los bolsillos de su chaqueta y se las llevó.

Papaleta: Sé que no es correcto rebuscar en las cosas de los demás, pero Thomas las necesita.

Dijo mientras regresaba a la cocina. Había enviado a Thomas directamente a su habitación y, por lo tanto, se sentía conforme con no encontrarlo merodeando cuando debía descansar. No era que despreciara la compañía del muchacho, sólo se tomaba muy en serio su trabajo como "enfermero". Estaba triste por el diagnóstico, aunque no sabía bien lo que significaba.

Por otro lado, en una habitación al final del pasadizo, bajo las sofocantes frazadas que lo cubrían de pies a cabeza, un desgraciado muchacho yacía sobre su cama, sintiéndose muy inquieto pero sobre todo muy enfermo. Thomas no se sentía para nada bien; se retorcía en frío sudor intentando no perder la tranquilidad y sus facultades mientras, bajo sus pantalones, sus manos sostenían su miembro, estrujándolo con rudeza. Era doloroso, pero necesario.

Thomas: Mierda... *adolorido* no lo necesito, no lo necesito, no lo necesito... no lo necesito.

Su caprichosa necesidad de sexo comenzaba a hacer efecto en él como solía suceder fuera del horario de trabajo. Sin embargo, su rutina se vio interrumpida cuando Papaleta decidió quedarse a cuidar de él. Salir de casa para satisfacer sus necesidades, sería una tarea muy difícil con él de enfermero y Thomas temía que la tortura en su miembro ya no fuera a mantenerlo cuerdo.

Thomas: Aún es demasiado temprano... ¡compórtate, Thomas! *prensando sus testículos*

Hacía su mejor esfuerzo por controlarse. Cuando su cuerpo se movía como si diera pequeñas embestidas, él presionaba aún más sus genitales; le dolía mucho hacerlo pero no sabía qué otra cosa hacer. Pronto se quitó las sabanas de encina, necesitaba respirar. Entonces, escuchó los pasos de Papaleta. Ordenó como pudo su cobertor e Intentó actuar lo más natural posible.

Papaleta: ¡Toc to~oc...! *jugando a girar la perilla* ¿Puedo pasar?

Thomas: S-sí, Papaleta... Adelante...

Papaleta: Espero que no te moleste... me tomé la libertad de coger tus medicamentos...

Thomas: Heh... no te preocupes... estás en tu casa...

Papaleta: También preparé un jugo para evitar el mal sabor. Aunque no sé si sepan mal *risita*

Thomas: *respirando profundamente* g-gracias... ¿Puedes sólo dejarlas en...?

Papaleta: uh, uh, claro que no. Te las tomarás ahora y me aseguraré de que así sea.

Una inquietante sensación alertó a Thomas al presentir sus malas intenciones hacia Papaleta a medida que se acercaba inofensivamente a él. La necesidad de querer escapar de su departamento lo invadió al sentir la presión sobre su cama cuando el mayor se sentó a su lado.

Thomas: ¡P-pero...! L-la receta dice que debo tomármelas cada doce horas *disimulando su repentina ansiedad*. Si me las tomo ahora... tendré que madrugar después y yo...

Papaleta: Podrás tomártelas al despertar *interrumpe*. Benson lo hace de esa manera. Además, por como te veo, pienso que en serio las necesitabas. ¿Aún te duele el estómago? *preocupado*

Regular Show - El Descanso de la Monotonía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora