Ruedas y rizos

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Tosí cuando el inmenso camión estacionó al frente nuestro y una nube de polvo llegó con el. Era blanco y la cabina azul, no pude deducir lo que transportaba ya que no llevaba ninguna inscripción. La ventanilla se bajó. Les eché una rápida mirada temerosa a Frankie y a Tara, quienes las correspondieron con la misma expresión.

-¡Iaujúa!- exclamó el caminero. Un hombre de mediana edad con cabello oscuro rizado que tenía un aspecto sucio y desarreglado -¿Qué tenemos aquí?- preguntó con una sonrisa algo psicópata.

Cuando sonrió pude notar la ausencia de algunos dientes en su boca. Volví a mirar asustada a Tara con la esperanza de que ella le respondiera.

-¿Nos lleva a la ciudad?- preguntó Frankie, actuando tan normal que llegó a asustarme.

-¡Suban!- dijo expandiendo aún más su desdentada sonrisa y haciendo una seña con la mano.

-¿Dónde?- Cuestionó Tara.

-Atrás, Daniela los lleva- al escuchar su nombre una melena roja rizada se asomó por detrás del hombre.

-Ya bajo- murmuró aquella chica a la cual aún no podía verle la cara muy bien.

Comenzó a soplar una suave brisa, y el calor estaba disminuyendo. Tenía un fuerte dolor en la espalda debido a la larga espera en el suelo.
El sonido de la puerta retumbó en el silencio de aquel desierto. Luego, el sonido de unos pies cansados que se arrastraban por el pavimento rodeando el camión.

-Hola soy Daniela- dijo la chica saludando rápidamente con la mano antes de meterla en los bolsillos de sus jeans. Llevaba una camisa algo arrugada de color gris. Por lo que supuse era unos centímetros más alta que yo y tenía un cuerpo bastante envidiable.
Sonrió tímidamente al mirar sobre mi hombro. Volteé extrañada, lo único que había detrás de mí era un sudado Frankie babeando. Tardé sólo unos segundos (lo que es un gran logro) en darme cuenta que esos dos ya se habían hechado el ojo. Sobretodo Frankie que estaba quedando medio bizco de tanto mirarla.

Reí por lo bajo.

-Soy Tara, ella es Abbey- comenzó a presentarnos Tara- y el tonto es Frankie- dijo señalando con el pulgar en dirección a mi amigo.

Daniela que nos miraba sonriente a medida que Tara decía los nombres, corrió rápidamente la mirada, sonrojada, cuando mencionó al castaño.

-Bueno, vengan por aquí- dijo dirigiéndose aún sin mirarnos a la parte trasera del camión. Tara y yo le guiñamos el ojo a Frankie y seguimos a Daniela de cerca. A medida que nos acercábamos un olor asqueroso aumentaba su presencia.

-¿Otra vez Frankie?- dijo Tara mientras con sus dedos hacia una pinza que tapaba su nariz.

-Oh por Dios, juro que este no lo sentí salir, lo juro. Lo siento, no es algo que haga tan seguido- le explicó a Daniela- es sólo que a veces es como si un zoológico expulsara sus desechos mediante mi trasero, pero no es mi culpa, debe ser culpa del dueño del zoológico.- Frankie hablaba rápido y gesticulaba rápidamente

-No, es que...- quiso interrumpirlo Daniela, quien parecía un tomate de lo sonrojada que estaba.

-Pero prometo hablar con los leones, las jirafas y los elefantes para que hablen con él dueño del zoológico, Dios que estoy diciendo los animales no hablan, no pienses que estoy loco y que escucho a los animales no nada por el estilo como en esa película... ¿Te gustan las películas? A mi me gustan, las de acción y las románticas, ¡oh no! Que estoy diciendo, soy un macho pecho peludo, incluso no llore con Titanic desconsoladamente por tres días, que digo, yo no vi Titanic. Pero no me gustan las películas con animales de zoológico y yo...voy a hablar con el dueño.

Las tres nos miramos con los ojos muy abiertos.

-Eh, no. El olor es por la carga- Daniela, a quien el color de la cara le hacía juego con su pelirrojo cabello, hizo un gesto con la cabeza hacia la puerta trasera del camión.

-Ah.- dijo Frankie aturdido, ruborizado y creo que hasta temblando.

-¿Llevan un zoológico?- pregunte enarcando una ceja.

-Algo así- dijo Daniela mientras forcejeaba con el candado para abrir el contenedor.

Cómo ser AbbeyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora