Capítulo 6

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El sábado el despertador de Emma sonó por la mañana temprano. Sí, lo había programado ella. Sí, no se había equivocado. Sí, ese día empezaba a hacer trabajo voluntario en el hospital. La mayoría de las personas seguro pensarían que Emma era rara, pero a ella no le importaba. Eso era lo que quería hacer y lo iba a hacer. Se cambió, desayunó y se fue al hospital.

En el hospital, una enfermera llamada Mulán, le dio una remera y una identificación de voluntaria. También le dio un plano y le explicó donde estaba cada sector. Emma decidió empezar por el sector pediatría. Sintió una sensación muy rara al recorrer los pasillos del hospital. Las veces que ella había estado internada siempre habían sido situaciones aterradoras y las había tenido que enfrentar sola. Sacó los recuerdos de su cabeza y entró a pediatría. Había una sala general con varias camas y una mesa larga en el medio. Un par de niños estaban sentados en la mesa jugando. Lo que más le llamó la atención a Emma, sin embargo, fue que había una sola habitación privada que estaba ocupada. Al acercarse a la habitación privada pudo ver a un chico morocho de ojos color miel, de aproximadamente unos once años de edad.

- Hola, ¿Puedo pasar? – Preguntó ella golpeando la puerta suavemente a pesar de que ésta estaba abierta.

- La sala general está allá, ésta es una habitación privada. – Respondió el niño señalando hacia el lado de donde Emma había aparecido.

- Ya lo sé, pero estoy acá para hablar con vos. – Dijo ella ofreciéndole una sonrisa tímida.

- Pensé que los voluntarios no visitaban las habitaciones privadas. – Dijo él mirándola con algo de asombro.

- Yo no soy como todos los voluntarios. – Justificó ella dando unos pasos hacia el interior de la habitación.

- No creo que haya nada interesante que podamos hacer que sea de agrado para los dos. – Dijo él de mala gana.

- ¿Qué tal leer un libro? – Sugirió ella.

- Emma, ¿Qué haces acá? – Preguntó Mulán interrumpiendo la conversación.

- Estoy hablando con el niño. – Respondió Emma.

- Vamos que te llevo a la sala general. – Dijo Mulán haciendo señas hacia la puerta de la habitación.

- De acuerdo. – Aceptó Emma. – Adiós. – Se despidió del niño.

Emma volvió a la sala general, en la cual había unos cuantos niños. Se pasó la mañana jugando a las cartas y leyendo cuentos con dos niñas y un niño. La hora de visita se pasó más rápido de lo que su conciencia había logrado captar, y cuando se dio cuenta ya estaba firmando la planilla de salida.

- ¿Ya te vas? ¿Qué tal estuvo el primer día? – Preguntó Mulán.

- Muy bien. – Contestó Emma con una sonrisa, el rato compartido con esos niños la había llenado de buena energía.

- Me alegra que te haya ido bien. – Dijo Mulán sonriendo al notar la alegría de Emma. – Y perdón por haberte sacado de la habitación de Henry. – Se disculpó.

- ¿Así que se llama Henry? – Preguntó Emma ya que no sabía bien que decir, pero quería que la conversación continúe.

- Si, Henry. Es un niño muy difícil. Hace enojar y pelear a todo el personal. Pero bueno, tiene un cáncer muy avanzado y complicado. – Explicó Mulán jugando con su cabello algo nerviosa.

- ¿Y nadie lo visita? – Preguntó Emma.

- Nadie. La única persona que tiene en su vida es su abuelo, pero él no lo visita. – Contestó Mulán agarrando la planilla que Emma había llenado y se va.

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