Capítulo 19

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Esa mañana Emma se levantó sintiéndose vacía y triste, agotada tanto física como mentalmente. Una lucha se estaba desatando dentro de ella, y estaba casi segura de cual iba a ser la ganadora. La ganadora iba a ser la misma de siempre, la soledad. Fue al colegio sin desayunar para evitar a sus padres. En el colegio se dedicó a ignorar y evitar a sus amigos. Estaba tomando una difícil decisión, estar sola. Había estado toda su vida sola, así que iba a seguir estándolo e iba a estar bien con eso. Era mejor estar sola, ¿Cierto? Era mejor no derrumbar sus muros, así nadie podría lastimarla.

Pero como todo en la vida era impreciso y podía cambiar en un segundo, a Emma le llevo un instante cambiar esa decisión al recibir un mensaje de texto.

- ¿Cuándo vas a venir a verme? – Henry.

Emma sonrió. Henry había despertado, estaba bien y quería verla. Con ese simple mensaje había sentido como si la vida había vuelto a ella. Sintió alivio y alegría, sintió volver a renacer en ella las ganas de mantenerse fuerte y luchar por las cosas que valían la pena. Y de a poco, estaba empezando a comprender y aceptar que el amor era parte de toda felicidad. Ella necesitaba a Henry para ser feliz porque lo amaba.

- Estoy yendo. – Emma.

A Emma no le importó la hora y el hecho de que todavía tenía clases por delante, ella necesitaba estar con Henry. Se escapó del colegio y fue al hospital lo más rápido que pudo. Entró a la habitación de Henry y sonrió al ver como sus ojos miel la miraban con la misma ternura de siempre. Corrió hacia él y lo abrazo fuertemente. Una vez que lo tuvo en sus brazos no lo soltó por un largo rato, necesitaba sentirlo real y el contacto era lo único que lograba eso.

- Perdón por haberte asustado y haberte hecho estar triste. – Se disculpó Henry.

- No me tenes que pedir perdón peque, no es tu culpa. – Aseguró ella.

- ¿Crees que voy a morir? – Preguntó él.

- Yo... no lo sé. – Respondió Emma tristemente.

- Yo no sé si tengo fuerzas para seguir con todo ésto. – Admitió él con la voz temblorosa. – Ya no tengo más miedo a morir. ¿Qué tan malo puede ser? ¿Qué puede doler más del dolor que ya siento? – Dijo dejando escapar un par de lágrimas de sus ojos.

- Henry. – Lo llamó ella agarrando su mentón con una mano para que sus miradas se encuentren y secando sus lágrimas con la otra. – Vas a estar bien, sea lo que sea que pase vas a estar a bien. – Dijo ella con la voz llena de ternura.

- ¿Cómo sabes? – Preguntó él mirándola a los ojos y sorprendiéndose de que ella también este llorando.

- Porque no vas a estar solo, yo voy a estar con vos siempre. – Respondió ella con sinceridad y convicción.

- ¿No me olvidarás? – Preguntó él con miedo.

- Ni un millón de vidas serían suficientes para olvidarte Henry. – Respondió ella dando un largo suspiro. – Cuando quieras irte, está bien que lo hagas, yo te mantendré conmigo de todas maneras. – Afirmó ella a modo de promesa.

Se abrazaron un largo rato y después se pusieron a leer un libro para despejar sus mentes de la profunda conversación que habían tenido. La lectura se vio interrumpida cuando Mulán trajo el almuerzo de Henry. A pesar de que el hospital solo daba comida a los pacientes, Mulán se las ingenió para conseguir algo también a Emma. Cuando terminaron de almorzar se pusieron a jugar al yenga y al ajedrez. Emma recién dejo el hospital cuando Henry se quedo dormido. Le gustaría poder quedarse con él, pero sabía que esa no era una opción. Ella tenía que volver a su casa con su familia. No podía estar ausente de su propia vida. Tenía que seguir yendo al colegio y tenía que recuperar a sus amigos. Estaba pensando distintas opciones de cómo disculparse con ellos, cuando lo próximo que vieron sus ojos fue algo que jamás hubiera esperado o imaginado. Sus amigos estaban en el estacionamiento del hospital andando en skate. Ellos estaban allí para verla a ella, ellos la estaban esperando.

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