Capítulo 4 (Parte 1/2)

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Los últimos días de vacaciones fueron aburridos.

En realidad, no fueron más de lo que yo hacía siempre, en todos los veranos. Tal vez, luego de todo lo ocurrido; luego de que el mundo se me diera vuelta y todo cambiara, las mismas cosas que antes me parecían simples pero satisfactorias, ya me resultan aburridas.

Me choco con el hombro de alguien y cierro los párpados, harta. Había olvidado lo poco que me notaba entre los pasillos de la escuela. Tomo los libros entre mis brazos con más fuerza y continúo caminando. Antes me ponía a repasar quiénes eran quienes pasaban a mi lado, si estarían llegando tarde a una clase, si alguien podría llegar a querer tener una conversación conmigo hasta que sonara el timbre. Pero ya tengo la cabeza en otro lado; pienso en la conversación con Sam, en el raro reencuentro con Fénix, en la confesión de mamá... ya nada parece ser igual.

Por un momento me pongo a pensar si alguien de aquí es un ignisio o un hawa. Sería muy loco.

—Disculpa —me pide una voz.

Me doy la vuelta con las cejas levemente levantadas, distraída y con un poco de asombro. Hay una chica bajita, de aspecto asiático, con dos trenzas negras bajándoles por los hombros y unos grandes lentes con bordes rojos.

Parece un poco tímida.

—¿Sí? —pregunto, tratando de sonar amable.

—Hola. Sólo te vi caminando y... quería saber si eras tú la chica que apareció en las noticias.

Abro los ojos inconscientemente y echo un vistazo detrás de mí, queriendo lucir despreocupada y un poco indiferente.

—Eras tú, ¿cierto? —insiste, con los ojos brillando con fascinación.

—Yo... —musito, meditando entre mentir y tratar de borrar las sospechas que pueden generar mi estúpida maniobra del año pasado o decir la verdad, simplemente—. Sí, era yo.

Una risita extraña surge de su garganta. Parece genuinamente feliz; tanto que hasta da un pequeño respingo.

—¡Qué genial! —Chilla, y de repente se pone seria y abre los ojos— Y, ¿cómo fue? ¿Te sucedió algo? ¿Cómo lo hiciste?

Parece querer echarse encima de mí. Doy un paso hacia atrás y miro para todos lados menos hacia ella, sintiéndome un tanto intimidada.

Las campanas del timbre resuenan por los pasillos, y entonces abro la boca como si estuviera recordando algo de último momento. Señalo con un dedo el fin del corredor.

—¡Oh! Me encantaría hablarlo contigo —frunzo los labios—, pero llego tarde a clases de Biología. ¡Lo siento!

Se dispone a decirme algo más, pero me doy la vuelta enseguida y salgo trotando. Me siento un poco mal por haberla dejado allí plantada, pero necesitaba hacerlo. Me quedé petrificada por un momento.

En realidad, cuando apenas suenan las campanas, todavía me quedan unos minutos antes de entrar a clases, porque el profesor o profesora siempre llegan un poco tarde. Cuando doblo una esquina, dirigiéndome de todos modos hacia el aula donde tengo Biología, me encuentro con una pequeña mesa de campaña. Algunos globos de colores flotan bonitamente junto a un cartel, y tras la larga mesa se hallan algunos estudiantes de último año repartiendo volantes.

Me acerco curiosa, abriéndome paso entre algunas personas, y entonces una chica con una sonrisa un tanto aterradora me entrega uno de esos volantes.

—¡Asiste a nuestro baile de graduación este año! ¡Hay pocos lugares!

Le echo un vistazo al papel de color rosa que me ha entregado con demasiada fuerza y emoción. Definitivamente es un volante de baile de graduación; el título lo deja bien en claro, con todos esos dibujitos de bolas de boliche y diplomas volando.

—No tengo por qué inscribirme —digo, alzando la mirada—. Ya estaré allí.

La muchacha parpadea todavía con la sonrisa dibujada en el rostro, pero con un deje de confusión.

—Soy de último año... —musito.

Se queda aún sin decir nada.

—He compartido las clases de Inglés contigo —continúo.

—Oh... —es lo único que murmura, pero parece que en realidad no lo recuerda.

—Sí, ella está en nuestro año.

No me había dado cuenta de que Mia Moore se encontraba repartiendo panfletos también. Se inclina sobre la muchacha con la que yo estaba charlando y, después de decir lo que dijo, me quita el volante de entre mis manos.

—Lamento que te haya confundido con una de menor año —dice, con la voz dulce. Devuelve el panfleto a la pila—. No sucederá otra vez.

—De hecho —replico, viendo cómo me ha arrebatado el pequeño papel—, me gustaría llevar uno.

Mia se distrae de mí un momento mientras le entrega otro panfleto a un estudiante que ha venido a curiosear.

—Pero tienes razón —responde, mientras sigue concentrada en otra cosa—, tú no necesitas invitación; tu lugar allí ya es obvio. El folleto es sólo para invitar a otras personas antes de que los lugares se agoten, de acuerdo a la capacidad del gimnasio...

—Pues sucede que yo sí quiero invitar a personas de afuera.

Me inclino y me robo otro volante de la enorme pila rosa.

Mia me mira con curiosidad mientras me guardo el papel entre las hojas de un libro.

—¿En serio?

—Sí —respondo con un poco de indignación, frunciendo el entrecejo.

Frunce los labios, como si no le importara, y vuelve a su tarea de ordenar un par de cosas detrás de la larga mesa y a seguir repartiendo folletos. Pero, cuando estoy a punto de marcharme, se vuelve repentinamente y me mira, como si acabara de recordar algo.

—Pero, igualmente, no hace falta —comenta—. Yo ya fui quien se encargó de guardar una invitación para Sam.

La confusión se planta todavía más en mi rostro.

—¿Y quién dijo que iba a invitarlo a Sam? —resoplo.

—¿Y a quién más? —pregunta, y en serio parece que no comprende.

Me doy media vuelta sin darle más tiempo de mi atención y me marcho mientras la insulto entre dientes. ¿Qué le importa si yo puedo conocer a gente fuera del instituto y si puedo invitarlas al baile? Después de todo, también es mi fiesta de graduación. No sólo la suya. ¿Y por qué ha tenido que sacar el tema de Sam? Por el amor de Dios, mi vida no gira en torno a él; no es la única persona que ya no asiste a la escuela y que quiero invitar. Sí conozco a otras personas, y el hecho de que haya hecho aquella mueca cuando se lo comenté me molesta demasiado.

Cuando me encuentro delante de la puerta de mi clase de Biología, me pongo a pensar. ¿Qué acaso pretendo invitar a Fénix, Ashley o Jota? ¿A Danna o a Elliot? ¿A los «nuevos amigos» que pueda llegar a hacer en el Gremio? Me llevo una mano al rostro, y me siento estúpida porque sólo dije aquello para llevarle la contraria a Mia; para ver la cara que ponía.

Por suerte Sam es un año más grande que yo, y terminó el colegio el año pasado. No sé si seguiría aguantando los nuevos caprichos de Mia Moore estando él aquí.

Me siento en un pupitre y me pregunto si su prima sabrá que él es un hawa. Ella se había dado cuenta de que algo raro pasaba, pero me parece que es un poco tonta como para darse cuenta. Además, Sam y su padre son hawas. Tendría que darse cuenta de que su tío, Abner, anda en algo más grande e importante como liderar una instalación tan grande como el Círculo.

Suspiro exageradamente y me echos obre el pupitre con los brazos desparramados, odiándome momentáneamente por no ser capaz de evitar relacionar todo lo que sucede con el mundo de Gea.    






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Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora