Una hora y media más tarde, me encuentro en mi habitación vistiéndome después de darme una ducha reflexiva. Sin darme mucha cuenta, me quedo mirándome en el espejo. Veo directamente aquellos ojos grises incoloros, a esa muchacha de facciones infantiles y cabellos pálidos y revoltosos.
Cuando me percato de lo que estoy haciendo y del tiempo que estoy perdiendo, me aparto de un brusco movimiento y salgo tras la puerta. En todo el día nadie ha dejado de hablar de la Iniciación. Los ignisios más veteranos comentan con un toque de indiferencia y los novatos no dejan de hacerse preguntas nerviosas entre ellos. Cuando recorro el camino hacia los patios, no dejo de ver los carteles pegados por doquier. Como si alguien pudiera olvidarse de que la Iniciación es hoy...
Mientras sigo caminando me pongo a pensar si de verdad Kendrick ha hecho que se realice hoy gracias a mi amenaza. Si es así, espero que no se encuentre malhumorado conmigo. A pesar de que no hay mucha confianza con él, no soy tan idiota como para pensar que no es necesario hacer buenas migas con el líder.
Cuando estoy pasando el umbral de una puerta que lleva al camino del anfiteatro, una mano me toma por el brazo y me hace retroceder. Estoy tan concentrada en otra cosa que no me percaté de que Fénix estaba ahí.
Me mira con una mueca de «Eh, ¿a dónde vas tan rápido?» que sacudo la cabeza y trato de controlar mi foco de atención.
—¿Querías pasarme de largo? —bromea.
—No... no te había visto allí —confieso.
Me llevo una mano a la frente para ocultar mi mirada hasta que siento que mis ojos dejan de verse tan desorientados. Cuando lo veo a él, Fénix frunce el ceño con desconfianza.
—Quería desearte suerte —admite—. Sabía que ibas a estar muy nerviosa, y ahora puedo verlo claramente —frunzo los labios y me veo las manos, así que él me toca el hombro y me obliga a levantar de nuevo la mirada—. ¿Estás bien?
—Sí —digo, con más confianza de la que me creía posible—. Sólo estoy... entusiasmada, por saber qué pasará. Eso es todo.
Ahora es él quien frunce los labios. Queda un momento sin decir nada, hasta que suelta un resoplido.
—Quédate tranquila. Todo estará bien. Sólo trata... trata de mantenerte fresca, ¿sí? No pienses demasiado las cosas.
Abro la boca para preguntarle algo justo cuando Jota se asoma en medio de su marcha. Se detiene un segundo cuando me ve.
—Audrey —exclama, y me da una palmada en la espalda—, mucha suerte. Te veré allí adentro.
Sonríe, con esa sonrisa que resplandece contra su tez oscura, y entonces a mí sólo me da tiempo para dirigirle una pequeña sonrisita y un asentimiento de cabeza antes de que siga su camino.
—Jota estará para ayudar un poco con los nuevos —explica Fénix.
Detrás de él, muchas personas llegan y se turnan para pasar por la puerta. Si Jota iba tan rápido y todos estos ignisios también están apurados, eso sólo significa que tendremos que entrar pronto.
—¿Ustedes no pueden entrar? —es lo que pregunto.
—No, sólo nuevos estudiantes, profesores, ayudantes, líderes... —se detiene y nota cómo me impaciento— Ve ya, que estará a punto de iniciar.
Lo miro una última vez y asiento. Trato de verme madura, confiada y serena, pero parece que no lo consigo, porque Fénix deja caer las cejas y apoya una mano en mi nuca. Me acerca y me da un corto beso en la frente, con rapidez, pero con una ternura que empieza a ser nueva en él. Me hace un ademán con la cabeza para que acompañe a los otros ignisios, mientras se queda mirando la puerta con una expresión bastante sospechosa.
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Hawa: Debemos salir a flote | #2 |
FantasyCOMPLETA - PRONTO EN LIBRERÍAS. Tras los intensos acontecimientos que han ocurrido últimamente, Audrey recibe la noticia de que deberá asistir al Gremio de los Ignisios para aprender a controlarse y a dominar sus inestables poderes... aunque quizás...