Capítulo 37

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Un jadeo, un silencio, otra brisa.

Trato de volver a enfocar la mirada en aquella puerta cuando Jim desaparece. No puede ser, lo habré imaginado. No pude haber visto esa expresión en Jim; él no pudo habernos visto escondidos detrás de las sombras de las gradas.

Él no pudo habernos visto en pleno auge de nuestros poderes.

Sam me toma del brazo, y entonces me percato de que había dado un paso hacia adelante.

-No -inquiere, volviendo la mirada hacia mí-, déjalo ir...

-¿Estás demente?

-¡Tú estás demente! -aquellos ojos oscuros se clavan en mi rostro como si quisieran atravesarme- Te dije que pararas; sabes que deberías parar. Ahora no sigas arruinando las cosas y deja que yo me encargue.

-Tú no te encargarás de nada más -arranco mi brazo de sus dedos. No voy a dejar que Sam hable con Jim al respecto, y aunque no sepa exactamente qué pretende decirle como excusa o explicación, me largo a correr. Yo soy la que tiene que hablar con él, y mientras sigo aquí discutiendo con Sam, Jim corre más lejos de mí y no debo perderlo de vista antes de que se vaya con una idea horrible.

Sam grita mi nombre cuando atravieso la puerta como si tuviera intenciones de decirme algo más, algo importante. Y yo también tengo muchas ganas de seguir echándole en cara que sabemos sobre su ataque al Gremio; de seguir haciéndolo sentir una basura por fingir amabilidad conmigo y nuestras lecciones si luego sería parte de tal cosa; y, tal vez, de seguir intentando sacar un poco más de información.

Pero fui estúpida, impulsiva como siempre. Incapaz de mantener las emociones ordenadas y enjauladas. Incapaz de controlar la ira...

Me estremezco en cuanto pienso en eso, y entonces el pasillo repleto de casilleros libera un frío tan helado que se cala hasta en mis huesos. Las ventanas cerradas en lo alto se azotan por una feroz y repentina ráfaga de viento y el estrecho corredor se hace cargo de provocar un eco escalofriante. Me agacho para quitarme los tacones y correr más rápido porque no tengo intenciones de seguir en este lugar tan repentinamente fúnebre. El vestido corto en la parte delantera me permite usar mi mano libre para ayudarme a conseguir más velocidad y no para tener que levantarme la falda.

Mientras doblo una esquina, frente al aula de biología, la escena vuelve a realizarse en mi mente, tan realista que duele. Ni siquiera sé por qué lo hice. No sé por qué alcé la mano contra Sam. Realmente pudo haber una mejor forma de enfrentarme a él, pero algo instintivo y primitivo me obligó a intentar atacarlo cuando percibí el frío en él y en el ambiente. Algo salvaje, involuntario. Todos estos días en el Gremio creí no pertenecer a él; creí que Hawa me estaba llamando, que me estaba iluminando con sus dones. Creí que quizás pertenecía a ella... Pero esto, esa intuición en la cancha, esa ferocidad innecesaria, ese instinto a pelear con Sam, ese impulso natural... Eso, realmente, era Ignis.

¿Pero por qué no me sentí atraída por Hawa? La frialdad me aspiraba, venía en todas direcciones hacia mí. Podría haberme absorbido y hecho parte de ella. Podría haberme seducido y generarme el placer suficiente para sentirme tranquila, pacífica.

¿Y por qué Jim me siguió hasta el exterior? Entre tanta gente y Ebby que estaba esperándolo mientras estaba con Yaín, seguramente se habría quedado adentro hasta que yo volviera. Pero, efectivamente, sólo yo pensé en eso, y la bronca se apodera de mí en cuanto acepto, de cierta manera, que fue mi error.

Las preguntas se esfuman convertidas en humo cuando encuentro a Jim. Está cerca de ese hueco detrás de las escaleras donde siempre íbamos cuando queríamos estar lejos de los demás alumnos en el recreo. Sin embargo, me detengo a una considerable distancia de él. Está de pie, observando el suelo con la mano rascándose una ceja mientras da cortos pasos de un lugar hacia otro. Cuando percibe mi presencia y me ve, sacude la cabeza y ataja un movimiento para irse.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora