Capítulo 15

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—¿Qué? —pregunta Sam, entre confundido y molesto.

Son las tres de la tarde, como habíamos acordado. Me encuentro sentada sobre la arena, con las zapatillas a un lado y los pies descalzos rozando el agua de la orilla. Miro el horizonte azul, con aquellas dos islas que parecen ballenas gigantes.

Tomo el teléfono celular con la otra mano.

—Que cambiamos de sitio —respondo.

Si en serio creía que iba a ir hasta las colinas, cerca del barrio donde él vive, pues estaba muy equivocado o de veras pensaba que yo era muy estúpida. Tal vez sí lo fui hace un tiempo no muy lejano, pero ahora tengo que tomar mis precauciones. Sobre todo, si estaré sola y solamente puedo confiar en mí y en Ebby, si es que la llego a necesitar.

—Ya es la hora acordada, ¿y ahora quieres cambiar de sitio? —pregunta, a través de la llamada.

—A menos que tengas un problema con ello, puedes simplemente tomar uno de los tantos autos que seguro tienes y venirte hasta la playa.

Si todo esto es una trampa, si es un truco o algo por el estilo, si ahora mismo está reunido con otros hawas... pues todo se le ha ido al infierno. Levanto la mirada de los granitos de arena y observo el panorama: la playa, en este extremo, está tan vacía como un club nocturno un lunes.

El suspiro de Sam se puede percibir perfectamente a través del celular.

—¿Piensas que es una trampa?

Me muerdo el labio y tardo demasiado en responder.

—Por Dios... —resopla.

—Oye, si no fuera así, no tendrías tanto problema en venir.

—¿Y qué me garantiza que no haya una trampa esperándome a mí?

Vuelvo a quedarme sin palabras como una idiota.

—¡Es una playa! —suelto al instante en que la idea cruza mi mente.

—Oh, sí, porque definitivamente yo podría acabar con una considerable cantidad de ignisios con tan sólo encontrarme en una playa.

Dejo caer la cabeza en mi puño. ¿Cómo vamos a seguir adelante con esto si no confiamos el uno del otro?

—Bien, pues... —vacilo, en busca de una solución— Avísale a alguien que vendrás aquí; alguien en quien confíes. Dale una hora en la que regreses, así sabrá si algo anda mal.

Con lo rápido que estaba Sam con las respuestas, me sorprende que no me conteste al instante. Creo oír que emite un sonido extraño y que vacila unos segundos.

—Sí, sí —dice al cabo, demasiado veloz—. Claro. Puedo hacer eso.

Eso ha sonado muy extraño.

—¿De verdad que...?

—De verdad —asegura—. Está bien, si me esperas, puedo llegar en unos veinte minutos.

Cuando quiero responder, él corta la llamada. Me quedo viendo el celular en la mano. ¿Qué fue eso?

Me extiendo y lo guardo en la mochila. Estiro las piernas y me quedo un buen rato viendo el mar y oyendo el choque de las olas. Percatándome un poco tarde, me doy cuenta de lo mucho que disfruto. Estoy sola, no hay nadie hablándome, no hay nada en lo que tenga que preocuparme, no hay nada por lo que me tenga que levantar e ir corriendo.

No hay ninguna otra cosa que tengo que hacer y, sobre todo, no hay nadie que sepa que estoy aquí.

Disfruto de la soledad; siempre lo he hecho en alguna que otra medida. No sé si me fascinaba realmente estudiar (como muchos e incluso yo habré llegado a creer en algún momento), sino que, más bien, me gustaba pasar un tiempo conmigo misma.

Hawa: Debemos salir a flote | #2 |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora