Capítulo 8

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8.

Se llevaron un buen rato en silencio mientras comían, y cuando Stiles acabó se quedó contemplando el paisaje con una leve sonrisa. Derek lo miraba con disimulo sin saber qué decirle a continuación.

—Ha empezado a llover —anunció el castaño con una sonrisa.

Le encantaban los días de lluvia fuera de la cárcel, dentro eran una pesadilla, porque acababan de barro hasta las cejas de trabajar en el exterior. En el exterior le gustaba dar paseos sin paraguas, ya que para él era un invento del demonio que se rebelaba contra él.

No, a él le encantaba caminar sintiendo que poco a poco se le calaba la ropa, y aunque acabara helado por culpa de la humedad, le gustaba sentir aquello. A veces su mente se dedicaba a divagar sobre lo que significaba aquello, aunque cada vez lo hacía menos, y era algo que lo alejaba cada vez más de su época de niño y adolescente. Pensaba la lluvia eran las lágrimas de su madre al verlo así, al verlo condenado por la muerte de aquel que hizo de su vida una pesadilla.

Pero ahora lo veía como una redención, como una limpieza. La lluvia lo purgaba de todo lo malo y aclaraba las cosas, apagaba el fuego y permitía respirar mejor. El ambiente se purificaba, y era como si se purificara su alma. Se sentía entonces diminuto, insignificante, y todos los problemas que tenía sobre sus hombros se volvían más livianos tan sólo paseando bajo la lluvia.

Aunque por mucho que le gustara la lluvia, los mejores momentos los había pasado con las estrellas.

—¿Sabes? Al poco de tu última visita en la cárcel... empecé a fumar de nuevo. No sé por qué lo hice —aclaró dirigiendo su mirada a su plato—, no es algo de lo que me sienta orgulloso, porque fumé todo ese año. Antes tenía mejor aspecto, supongo que la nicotina me hizo tener peor pinta —bromeó.

—¿Por qué empezaste a fumar? —preguntó extrañado.

—A veces la gente se obsesiona con algo para sobrellevar el dolor. Mi forma de intentar ignorar el hecho de que no vendrías a verme más fue fumar. Traficaba con tabaco —comentó soltando una risita—, si me llegan a pillar me hubieran caído más años, pero en ese momento no me importaba nada. —Derek apretó los labios al oírlo, pero siguió escuchándolo—. Luego aprobé el instituto, o bueno, aprobé el examen que te permiten hacer allí dentro. Y entonces el mismísimo alcaide me dio las opciones a meterme en una carrera a distancia. No hay muchos internos que quieran una carrera, y yo estaba en la edad para ir a la universidad, supongo que aquello le ablandó el corazón a más de un mandamás de allí. Fui a muchas charlas, me aconsejaron... algunos compañeros me decían que no estudiara, que cuando saliera nadie me querrían contratar... Pero no les hice mucho caso —dijo bebiendo de su café con una sonrisa.

—¿Cómo te declinaste por psicología?

—La cárcel no sólo sirve para alejarte de la sociedad y proteger a ésta de ti. La cárcel es un castigo, y no sólo porque no puedes ir a dar un paseo cuando te da la gana. Hay comida gratis, actividades que están bastante bien... alguna gente no tiene ni eso aquí fuera, y sin embargo no le desearía a nadie entrar en prisión.

—¿A qué te refieres?

—La cárcel no sólo te rodea, se instala en tu cabeza. Es decir, puede no llegar a ser tan malo estar en un sitio así una vez que te acostumbras, pero la soledad abruma. Tienes muchísimo tiempo para pensar, y eso siempre ha sido mi punto débil, mi propio cerebro.

—Lamentablemente, lo sé —murmuró suspirando, recordando la estancia en el hospital tras lo que pasó con Greg. Stiles estuvo tan absorbido por su propia tortura mental que temió perderlo entonces. Aunque lo perdió un tiempo después, también seguramente por culpa de los pensamientos de Stiles.

Titan #2: Until thenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora