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Los días siguientes al entierro fueron una especie de purgatorio. Sentía el fuego en mi interior, a veces era tan fuerte que no me dejaba respirar.
Y es que las personas tenemos la costumbre de recorrer cada sitio y de recordar cada momento que se vivió con nuestro ser querido que por aras del destino, ya no está más con nosotros.

Ver su habitación, sentir su aroma y ver la cuna vacía me recordaban que no fue un espejismo. Que aunque la pena era grande, los aprendizajes y buenos momentos lo eran aún más.

Rómpeme el corazón de una vez [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora