Á M B A R

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~Capítulo 2~

Terminando las clases Jos se ofreció para llevarme a casa pero yo quise irme sola, no es que me intimidara Jos ni nada de eso sino que es porque en verdad prefiero caminar y pensar sobre mi día.

Comencé a caminar, al inicio de mi trayecto hacia casa había bastantes estudiantes que caminaban de igual manera a sus casas pero a medida de que fui avanzando me di cuenta de dos cosas, una, que mi casa estaba bastante lejos de la escuela y que hubiese sido buena idea aceptar la oferta de transporte de Jos y la segunda cosa, la calle estaba casi vacía.

Estaba a punto de cruzar la calle cuando un auto pasó a toda velocidad frente a mí, me hubiese atropellado pero...

    – ¡Cuidado! –Exclamó el chico que me detuvo.

   –En verdad muchas gra... –Lo miré a los ojos y me di cuenta de que era Alonso, aquel chico callado de la escuela– Cias –
tomé rápidamente algunas de mis cosas que habían caído al suelo y atravesé la calle.

Alonso no me da miedo, si es lo que piensan, digo, hay muchos rumores malos sobre él pero... Sólo son rumores y nada más, la razón por la que me marché rápidamente fue... Fue su mirada, al fijar su mirada en la mía pude notar unos profundos ojos azules, con sutiles detalles de un tono verdoso que impregnaban en mis ojos café oscuro, a decir verdad, era una mirada llena de misterio, era como cuando al mudarte encuentras una caja pequeña antigua con pequeños pero sobre todo, viejos recuerdos de una persona, quieres averiguar de dónde vienen, cuál es su historia... Lo mismo me ocurre con Alonso, quiero averiguar de dónde viene, cuál es su historia.

(...)

Llegué a casa de mi abuela, ella estaba como siempre recostada en su sillón reclinable y en su regazo descansaban unas agujas de tejer e hilos de distintos colores.

     –Hola abue –deposité un beso en su mejilla– ¿Cómo has estado?

    –Bien, Annika ¿Podrías ponerme el oxígeno?, quiero dormir un poco.

     –Claro abuela.

Tomé el pequeño tanque de oxígeno portatil, le conecté todos los aditamentos y puse la mascarilla en su cara. Quité las agujas y los hilos de su regazo y caminé hacia la cocina.

     –Hola Alicia –dije saludando a la dama de compañía de mi abuela quien estaba en la cocina organizando unas pastillas y medicamentos– ¿Cómo estuvo?

     –Pues, en la mañana le di sus medicinas, después durmió un poco y cuando despertó le tomé la presión, estaba un poco baja así que le las pastillas que el doctor le recetó la vez pasada, estaba tejiendo en su sillón hace algunos minutos, ¿Ya la viste?

    –Sí, me pidió que le conectara el oxígeno para dormir.

     –Ha dormido mucho hoy, debe de ser por las nuevas pastillas que le recetó el cardiólogo, mañana tiene cita.

     – ¿A qué hora es?, puedo pedir permiso en la escuela para...

    –No, yo la llevo, usted no se preocupe por eso

    –Oh, aquí está el pago de la semana –dije sacando mi cartera de mi bolso– le pago el resto en la tarde cuando llegue de trabajar –dije entregándole una parte de su paga

     –No te molestes por lo demás.

     –Alicia, pero si es casi la mitad de la...

    –No no no, no me alegues así está bien.

PsicópataDonde viven las historias. Descúbrelo ahora