C A P I T U L O 3

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-Creo que no debería correr con eso -aconsejó.

Bajo dos cejas perfectamente arqueadas, unos ojos verde pálido se clavaron en los de él.

-¿Es usted uno de los jugadores de hockey de Virgil? -preguntó, quitándose las sandalias y agachándose para recogerlas. Algunos de los brillantes rizos oscuros se le deslizaron sobre los hombros bronceados y le rozaron la parte superior de los pechos y el lazo blanco.

-Justin Bieber -se presentó. Con esos labios exuberantes que invitaban a besarlos y ojos brillantes, le recordaba al mito sexual favorito de su abuelo: Rita Hayworth.

-Necesito salir de aquí. ¿Puedes llevarme?

-Claro. ¿A dónde te diriges?

-A cualquier sitio lejos de aquí -contestó ella, lanzando el neceser y los zapatos al suelo del coche.

Una sonrisa se insinuó en los labios de Justin mientras se deslizaba en el Corvette. No había planeado tener compañía, pero tener a Miss Enero en el coche no era tan malo. Cuando ella se acomodó en el asiento del pasajero, arrancó el motor y se puso en marcha. Se preguntó quién era y por qué tenía tanta prisa.

-Oh, Dios -gimió ella mientras miraba cómo se alejaban de la casa de Virgil-. Dejé a Sissy allí sola. Fue a recoger su ramo de lilas y rosas, ¡y salí corriendo!

-¿Quién es Sissy?

-Mi amiga.

-¿Estabas invitada a la boda? -preguntó. Cuando ella asintió con la cabeza, Justin imaginó que sería una dama de honor o algo por estilo. Aceleró al llegar a los abetos y cuando atravesaron un camino de granjas con rododendros rosados, la estudió por el rabillo del ojo. Un bronceado saludable le teñía la piel suave y, al mirarla bien, se dio cuenta de que era más bonita de lo que había pensado en un principio, y bastante más joven.

Ella miró hacia delante otra vez, el viento le alborotó el pelo que le revoloteó sobre la cara y los hombros.

-Oh, Dios mío. Esta vez he metido bien la pata -gimió, alargando las vocales.

-Si quieres te llevo de vuelta -ofreció él, preguntándose qué habría sucedido para que esa mujer dejara plantada a su amiga.

Ella negó con la cabeza, y las perlas que colgaban de sus pendientes le rozaron suavemente la mandíbula.

-No, es demasiado tarde. Ya lo hice. Quiero decir, hace un rato que lo hice... o sea, esto... es algo que ya está hecho.

Justin centró la atención en la carretera. En realidad, que la mujer derramara lágrimas no le molestaba demasiado, pero odiaba la histeria y tenía el mal presentimiento de que esa mujer estaba a punto de ponerse histérica en su presencia.

-Eh... ¿cómo te llamas? -preguntó, esperando evitar una escena.

Ella inhaló profundamente, tratando de soltar el aire lentamente mientras se apretaba el estómago con una mano.

-_______, pero todo el mundo me llama _______.

-Bien, ¿_______ qué?

Ella se colocó la palma de la mano en la frente. Llevaba la manicura francesa.

-Howard.

-¿Y dónde vives, _______ Howard?

-En McKinney.

-¿Justo al sur de Tacoma?

-Acabaré por lamentarlo -gimió, respirando agitadamente-. No puedo creer lo que he hecho. No quiero creerlo.

-¿Te estás mareando?

-Creo que no -sacudió la cabeza y tomó aire-. Pero no puedo respirar.

-¿Estás hiperventilando?

-No... Sí... ¡No lo sé! -Lo miró con ojos asustadizos y húmedos. Comenzó a arañar con los dedos la tela de raso que le cubría las costillas y el dobladillo del vestido se le subió un poco más por los muslos suaves-. No me lo puedo creer. No me lo puedo creer -gimió entre grandes hipidos entrecortados.

-Pon la cabeza entre las rodillas -le ordenó, mirando brevemente a la carretera.

Ella se inclinó un poco hacia adelante, luego se dejó caer hacia atrás en el asiento.

-No puedo.

-¿Por qué demonios no puedes?

-¡Tengo el corsé demasiado apretado... ¡Dios mío! -Su arrastrado acento sureño se hizo más acusado-. La he liado bien esta vez. No me lo puedo creer... -continuó con la letanía ya familiar.

Justin empezaba a pensar que ayudar a _______ no había sido tan buena idea después de todo. Pisó hasta el fondo el acelerador, impulsando el Corvette a través del puente que cruzaba por encima de la bahía de Puget Sound y rápidamente dejaron atrás Bainbridge Island. Las sombras verdes se deslizaron cada vez más rápido mientras el Corvette recorría la autopista 305.

-Sissy no me lo perdonará nunca.

-No me preocuparía por tu amiga -dijo, un tanto decepcionado de que su acompañante fuera tan blandengue como un cruasán-. Virgil le comprará algo bonito y se olvidará de todo lo demás.

Ella frunció el ceño.

-Creo que no -dijo.

-Seguro que lo hará -infirió Justin-. Probablemente la llevará a uno de esos sitios tan caros...

-Pero a Sissy no le gusta Virgil. Piensa que es un viejo verde.

A Justin se le erizaron los pelos del cogote y tuvo un presentimiento muy, pero que muy malo.

-¿Pero Sissy no es la novia?

Ella clavó los ojos grandes y verdes en él y sacudió la cabeza.

-La novia soy yo.

Simplemente irresistible {Justin Bieber & Tu} TERMINADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora