__________ cruzó los brazos y ladeó la cabeza.
—Claro que quería y yo se lo iba a devolver, pero él donó toda mi ropa al Ejército de Salvación.
—Vaya. ¿Cómo es que tenía tu ropa?
—Cuando me fui de la boda, dejé todo allí menos mi neceser. Todo lo que me quedaba era ese estúpido vestido rosa.
—Sí. Recuerdo aquel vestidito.
—Cuando le llamé para preguntar por mi ropa, no quiso hablar conmigo. Le dijo a su ama de llaves que dejara el anillo en las oficinas porque se iba de viaje con su secretaria. El ama de llaves tampoco fue muy amable que digamos, pero por lo menos me dijo lo que había hecho con mis cosas. —__________ no estaba especialmente orgullosa de haber vendido el anillo, pero Virgil había tenido la culpa.
»Tenía que volver a comprar todas mis ropas a cuatro o cinco dólares el lote y no tenía dinero.
—Así que vendiste el anillo.
—A un joyero que se sintió sumamente feliz de comprármelo por la mitad de precio. Cuando conocí a Mae, su negocio de catering no marchaba demasiado bien. Le di un montón de dinero que conseguí por el anillo para pagar algunas deudas. Ese dinero ayudó, pero he llegado hasta donde estoy con mi trabajo.
—No te estaba juzgando, __________.
No se había dado cuenta de que sonara tan a la defensiva.
—Puede que algunas personas lo hicieran, si supieran la verdad.
La diversión brilló en sus ojos.
—¿Cómo voy a juzgarte? Jesús, me casé con DeeDee Delight.
—Cierto. —__________ se rió como cuando Rhett Butler contaba sus travesuras a Scarlett O'Hara—. ¿Sabe Virgil algo de Lexie?
—No. Todavía no.
—¿Qué crees que hará cuando lo descubra?
—Virgil es un hombre de negocios muy listo y yo soy su jugador más valioso. No creo que haga nada. Han pasado siete años y, de cualquier manera, es agua pasada. Por supuesto, no creo que vaya a ponerse a saltar de alegría cuando sepa de la existencia de Lexie, pero trabajamos bastante bien juntos. Además, ahora está casado y parece feliz.
Claro, sabía que se había casado. Los periódicos locales habían escrito la crónica de su boda con Caroline Foster Duffy, directora del Museo de Arte de Seattle. __________ esperaba que Justin estuviera en lo cierto y que Virgil fuera feliz. Ella no le guardaba rencor.
—Contéstame otra cosa.
—No. Contesté a tu pregunta, ahora es mi turno.
Justin negó con la cabeza.
—Te conté lo de DeeDee y mi dependencia del alcohol. Son dos secretos. Así que me debes una más.
—Vale. ¿Qué?
—El día que trajiste las fotos de Lexie a mi casa flotante mencionaste que te sentías aliviada de que le fuera bien en la escuela. ¿Qué quisiste decir? —Ella no quería hablar de su dislexia con Justin Bieber—. ¿Es por qué piensas que soy un deportista estúpido? —preguntó, apoyándose sobre el respaldo de la silla.
Su pregunta la sorprendió. Aparentaba estar calmado y frío como si su respuesta no tuviera importancia. Pero presintió que le importaba más de lo que él quería que supiera.
—Siento haberte llamado estúpido. Sé lo que es ser juzgado por las apariencias.
Mucha gente tenía dislexia, se recordó a sí misma, pero saber que personas famosas como Cher, Tom Cruise o Einstein también la tenían no se lo ponía más fácil a la hora de revelárselo a un hombre como Justin.
—Mi preocupación por Lexie no tenía nada que ver contigo. Cuando era niña, no me iba bien en la escuela. Las letras y los números me daban bastantes problemas.
Excepto por la leve arruga que apareció entre sus cejas, él permaneció inexpresivo. No dijo nada.
—Pero deberías haberme visto en la escuela para señoritas —continuó, esforzándose por mantener el tono superficial de su voz e intentando arrancarle una sonrisa—. Puede que fuera la peor bailarina del curso, pero destaqué en modales. De hecho, fui la primera de la clase.
Él sacudió la cabeza y la arruga desapareció.
—No lo dudo ni por un segundo.
__________ se rió y bajó un poco la guardia.
—Mientras otros niños aprendían de memoria la tabla de multiplicar, estudié cómo poner la mesa. Sé las posiciones correctas para todo, desde tenedores para camarones a lavamanos. Mientras las chicas leían a Nancy Drew, yo leía sobre cubertería. No tengo ningún problema en distinguir entre la cubertería del almuerzo y la de la cena, pero palabras como «los» y «sol», o «nos» y «son», aún me dan pánico.
Justin entrecerró los ojos.
—¿Eres disléxica?
__________ se enderezó.
—Sí. —Sabía que no debería sentir vergüenza. Aun así añadió—: Pero he aprendido a hacerle frente. Las personas dan por supuesto que alguien que tiene dislexia no puede leer. Pero no es cierto. Aprendemos de manera diferente. Leo y escribo como la mayoría de la gente, aunque las matemáticas nunca serán mi fuerte. Ser disléxica no me molesta demasiado.
Clavó los ojos en ella un momento, luego dijo:
—Pero te molestó cuando eras niña.
—Claro.
—¿Te hicieron pruebas?
—Sí. En cuarto me examinó una especie de médico. Aunque no lo recuerdo demasiado bien. —Ella echó hacia atrás la silla y se puso de pie, sintiendo cómo crecía el resentimiento en su interior. Hacia Justin por forzarla a explicarle su problema como si fuera asunto suyo. Y también sintió la vieja amargura hacia el doctor que había trastocado su joven vida—. Le dijo a mi abuela que tenía una disfunción en el cerebro, no es que estuviera equivocado del todo, pero era un término bastante rudo y generalizado. En los años setenta, la dislexia, al igual que el retraso mental, se consideraba una disfunción del cerebro. —Se encogió de hombros como si en realidad no tuviera importancia y soltó una risita forzada—. El doctor dijo que nunca sería demasiado lista. Así que crecí sintiéndome retrasada y un poco perdida.
Justin se levantó lentamente y desplazó la silla hacia atrás. Volvió a entrecerrar los ojos.
—¿Nadie le dijo nunca a ese médico de mierda que se fuera a joder a su madre?
—Yo... yo... —tartamudeó __________ sorprendida por su cólera—. No puedo imaginar a mi abuela usando esa palabra con J. Era baptista.
—¿No te llevó a otro médico? ¿A cualquier otra parte? ¿A otro especialista? ¿No hizo ninguna jodida cosa más?
—No. —«Me matriculó en una escuela para señoritas», pensó.
—¿Por qué no?
—No creo que pensara que se pudiera hacer más. Eran mediados de los setenta y no existía tanta información como ahora. Pero aún hoy, en los años noventa, a los niños se les diagnostica mal algunas veces.
—Bueno, eso no debería ocurrir. —La mirada de Justin vagó por su cara, luego la volvió a mirar a los ojos.
Él todavía tenía cara de disgusto, pero no se le ocurría ninguna razón por la que a él pudiera importarle. Esta era una faceta de Justin que jamás había visto. Una faceta compasiva. Ese hombre que tenía delante, el hombre que se parecía a Justin, la confundía.
—Debería irme ahora a la cama —dijo en voz baja.
Él abrió su boca para decir algo, luego la cerró otra vez.
—Dulces sueños —le dijo finalmente, y ella se marchó.
Pero __________ no soñó con los angelitos. No soñó con nada. Se quedó en la cama, con la mirada fija en el techo y escuchando la respiración regular de Lexie en la cama de al lado. Permaneció despierta, pensando en la fiera reacción de Justin. Cada vez se sentía más confundida.
Pensó en las esposas de Justin, sobre todo en Linda. Después de tantos años, él todavía no se resignaba a hablar de su muerte. __________ se preguntó qué clase de mujer podía haber inspirado tal amor en un hombre como Justin. Y se preguntó si habría alguna mujer en algún sitio que pudiera ocupar el lugar de Linda en el corazón del deportista.
Al pensar en eso se dio cuenta de que la verdad era que esperaba que no pasara. No le agradaban en absoluto esos sentimientos, pero no podía negarlos. No quería que Justin encontrara la felicidad con alguna mujer flaca. Quería que se arrepintiera del día en que se había deshecho de ella en Sea-Tac. Quería que se diera de tortas el resto de su vida. No es que quisiera estar otra vez con él porque, claro está, ella ni siquiera consideraría esa opción. Sólo quería que sufriera. Quizá entonces, cuando hubiera sufrido lo suficiente, le perdonara por ser un imbécil insensible y haberle roto el corazón.
Quizá.