Invencibles (Wigetta)

Capítulo 2

Al acercarse y ver a su padre, el estómago de Guille se revolvió, debería llamar "papá" cariñosamente a este desconocido que tenía enfrente solo para que los medios de comunicación siguieran alentando la imagen de los Díaz como una bella familia unida, su madre no aparecía por ningún lado seguro estaría charlando con las urracas de sus amigas que no hacían más que llenarle la cabeza de chismes. Y como dicen por ahí, al mal paso darle prisa... sonrió, se tomó muchas fotografías abrazando a su padre y besando tiernamente en la mejilla a Carol, pareciendo un chico de clase alta feliz, prepotente y soberbio, aunque en realidad prefiriera estar solo que mal acompañado y fuera de todo menos feliz.

Raúl lo dejó marcharse luego de dar unas declaraciones sobre lo nuevo en la empresa y cómo padre e hijo habían sacado adelante una compañía de una manera tan cercana sin afectar su relación, puras mentiras que Guillermo ya había mecanizado y repetía con tanta naturalidad que ni un polígrafo hubiera detectado la falsedad en ellas.

Buscó a Santiago lo que quedaba de la noche sin éxito. Se preguntó si había sido buena idea decirle que era hijo de Raúl Díaz... quizá eso lo había asustado o impresionado de mala manera. Quizá había malinterpretado la sonrisa en su cara cuando su padre estaba en el escenario. Ni siquiera se imaginaba que lo único que conocía Samuel de su padre era su cargo y la cantidad aproximada de dinero que llevaba en la billetera.

Decepcionado, buscó la manera de calmarse jugando videojuegos de nuevo, pero no podía concentrarse en lo que tenía enfrente y por ello decidió ir a conversar con su hermanita Carola. Rieron y charlaron bastante tiempo, eso sí, siempre lejos de la vista de sus padres que seguramente les arruinarían la velada. Hablaron de la escuela de Carol y de sus pretendientes y de cómo uno en particular llamaba su atención. Hablaron del trabajo y de Alex, pero no de si Guille estaba enamorado, su hermana lo conocía muy bien y sabía que de esos temas no se hablaba con él.

Tras unas horas de charla con su hermana, llegó el momento más esperado de la noche por Guille, el momento de irse. Los padres Díaz llamaron a sus hijos a una zona en la que había mucha gente reunida que esperaba para decir adiós a la familia estrella de la noche, todos ellos pertenecían al círculo de la alta sociedad de Madrid y la mayoría buscaba emparejar a sus vástagos ya sea con el apuesto Guille o con la hermosa Carolina así como en los viejos tiempos de los matrimonios arreglados, pues sabían que aseguraban una dote impresionante que disfrutarían junto con sus hijos; lástima para ellos que ninguno de los dos estuviera interesado.

Justo estaban los cuatro dedicándole un momento a un inversionista de la empresa y a su hija, quien llevaba un escote al frente que rayaba en lo indecente.

-Guillermo, gusto en verte. –Saludó el gordo hombre al joven, le tendió su rolliza mano para estrechar la suya. - ¿Te acuerdas de mí? –Su voz era grave y rasposa, no daban muchas ganas de conversar con él.

-Seguro que sí, señor Echeverría, de nuevo soy yo quien tiene el gusto de verle. –El hombre se rio y Guille no entendió por qué, su risa no era sincera y parecía burlarse de él. De inmediato Guillermo sintió repelencia hacia ese sujeto.

-Créeme que yo soy el más contento aquí.

-Guillermo, el señor Echeverría viene a presentarte a su bella hija Roxanne. –Dijo Raúl extendiendo la mano a esa chica rubia, de pechos grandes claramente operados y que casi salían del pronunciado escote de su vestido largo de color blanco, tenía ojos verdes y una nariz respingada producto de otra operación y esta, bastante mal hecha. La chica tomó la mano que le ofrecían y dio un paso al frente.

-Hola Guillermo. –La muchacha parpadeó coqueteando al momento que una voz aguda y falsa emanaba de sus rojos labios. Guille quedó de piedra al presenciar esto, la extravagancia de la mujer frente a él, la voz horrible del hombre al lado de ella y las palabras de su padre lo habían confundido "viene a presentarte" había dicho.