Capítulo 13

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Volví a cruzar las puertas del destartalado edificio que parecía caerse a pedazos por fuera pero que escondía la ostentosa guarida de Ibrahim. Lana me saludó tierna como siempre pero había un deje de tristeza en sus ojos, seguramente aquel bastardo había vuelto a hacerle una grosería. El mensaje que me había llegado esa mañana había sido claro: "Te quiero aquí en una hora" directamente desde el celular del jefe, que rara vez usaba para comunicarse con nosotros a menos que fuera un asunto extraordinario. No podía demorar nada aunque mi único deseo fuera pasar el día con Guille hablando un poco más, jugando con la consola... o quizá algo más, después de todo se suponía que estaba de vacaciones.

Lana me indicó que subiera al piso cinco y así lo hice, en la amplia sala estaba solo Abel, un querido amigo y compañero de la hermandad desde que entré a ella y el único aparte de Ibrahim que no tenía apodo. Nos saludamos con un apretón de manos y pude notar que él también se veía agobiado.

-Así que ¿Qué vienes a hacer aquí, macho? Ya no te he visto últimamente –Le pregunté para intentar romper la atmosfera extraña que se sentía en el edificio.

-Traigo malas noticias Vegetta. Asesinaron a uno de los nuestros. –Un escalofrío me recorrió la espina dorsal. "¿Dónde está Frank?" Fue todo lo que pude pensar.

-¿A quién?

-A uno de los chicos nuevos, Erik, el que parecía estar sacado de una película de vampiros. –Me odié a mí mismo por sentir alivio respecto a la muerte de una persona, pero me alegraba tanto de que no hubiera sido Frank que no pude contener un suspiro. No había hablado con él en poco tiempo, quizá el último mensaje que le mandé por Whatsapp fue ayer por la mañana, pero en este trabajo uno nunca puede estar seguro.

-¿Qué pasó?

-Lo siento amigo, es confidencial... ya me la jugué bastante diciéndote quién es la baja.

Asentí pesadamente con la mirada perdida, el muchacho no podía tener más de unos diecinueve años y su vida ya había terminado. Sentí pena por él.

-¿Y tú, Vegetta? –me preguntó con una sonrisa triste. -¿Qué haces aquí?

-No tengo idea, solo me convocaron y ya. Espero que no tarde mucho, tengo que volver a casa.

-¿Te espera alguien? –Preguntó ladino. Y con una sonrisa en el rostro le contesté:

-De hecho dos personas, ambas muy especiales para mí. –Moría de ganas por volver con Guille, anoche había vuelto a besarlo y justo hoy había despertado con unas ganas inmensas de volver a hacerlo, pero por el llamado solo me había dado tiempo a plantarle un beso en la frente antes de dejarle la nota e irme. Ese chico de hermosos y risueños ojos rasgados me estaba volviendo loco y hacía que no supiera como controlar mis sentimientos enfrente de él. Además, era día de visita de Estefanía y me moría de ganas porque conociera a Guillermo, seguramente se llevarían increíble.

–Se rumora que te metiste en un lío grande. ¿Qué hiciste esta vez?

Abrí los ojos como platos, yo no estaba enterado de haber hecho algo malo, de acuerdo, malo para la definición de Ibrahim. Una sensación de nudo en el estómago y sudor frío en la espalda combinados con ira se apoderaron de mí.

-¿De qué estás hablando? –Pregunté aún sin poder creérmelo.

-Escuché que Ibrahim te llamó para castigarte amigo. –Abel era los ojos y oídos de este lugar, en él se confiaba la información secreta. –Si yo fuera tú hubiera corrido a China en el instante en el que me mandaron llamar.

-Pero yo no he hecho nada –Dije exaltado. Él me miró receloso.

-El jefe podrá ser un maniático, pero sabes que él no castiga sin motivo. O lo hiciste mientras estabas ebrio cosa que dudo porque no bebes, o siempre lo has hecho mal. ¿Traicionaste a la hermandad o algo así?

Invencibles (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora