A medio camino había comenzado a llover y ahora Samuel estaba empapado hasta los huesos, además, el frío de la noche lo hacía tiritar y estornudar. Antes de llegar a su casa debía hacer las paradas reglamentarias de las ocasiones en las que tenía dinero... primero, pasar a surtir la despensa, repartirla, hacer las visitas rutinarias y luego irse a dormir para seguir trabajando al día siguiente y volver a empezar.
Sin embargo, esta noche de lluvia su itinerario iba a verse afectado, estaba pescando un resfriado de los buenos, había resultado una pésima idea volver a casa a pie. Entró al autoservicio y rápidamente llenó un carrito con todo lo que pudo, parecía que compraba provisiones para un ejército entero, cajas y cajas de leche, panes de caja, conservas, embutidos, enlatados, agua embotellada, todo lo no perecedero que encontrara, frutas secas, cereales, artículos de curación todo aquello por montones. Cuando ya se le hacía difícil empujar el carrito, fue hasta la caja, pagó y tuvo que pedir un taxi, porque por muy trabajado que estuviera su cuerpo, cargar con toda esa despensa en brazos por siete cuadras hasta su casa no era humanamente posible.
- "Llegamos" –Dijo el taxista. –Manzana z, cerrada 4, ¿Quiere que le ayude a cargar con sus cosas?
-Se lo agradecería mucho. –Dijo Samuel con una bella sonrisa.
El barrio dónde vivía Samuel no era feo, pero no era de los mejores de la ciudad. Estaba situado en Villa de Vallecas, al sur de Madrid y en concreto, en su calle los edificios se veían viejos y desgastados, algunos bastante deteriorados por el clima y el tiempo. Sin embargo, para él, esta casa tenía personalidad, tenía un alma propia y un sello característico que la hacía ser suya y de nadie más. Además, como una de sus muchas ocupaciones era pintar y decorar, su casa era fuente inagotable de inspiración para él.
Una vez dentro y pagada la cuenta del taxista, tomó una ducha. Bajo la regadera sus pensamientos eran tan vaporosos como el agua caliente... entre cuentas de sus ganancias de esta noche y las facturas por pagar, se colaban aquellos ojos achinados produciéndole una sensación extraña en el estómago. Pronto se sumaron las mejillas sonrosadas y los labios delicados; brazos y pecho fuertes, su espalda amplia pero esbelta. ¿Tendría abdomen marcado? Muy seguramente, la ceñida camisa que portaba cuando lo vio lo dejaba casi claro. "Puff, pero en qué estoy pensando, macho. Qué tontería." Se interrumpió cuando el nombre "Guillermo" comenzaba a sonar dulce en sus labios.
Salió de la ducha y se cambió rápidamente para refrescar sus pensamientos y concentrarse en algo más, prepararía y guardaría los paquetes de provisiones con los víveres recién comprados. Pero sí que esa noche había sido intensa en más de un sentido, había completado sus blancos y había conocido a un chico... y qué chico, por ello se recostó en la cama, sólo serían unos minutos. Además con su problema de insomnio crónico no tardaría en despertar si es que llegaba a dormirse.
Con el cabello aún húmedo se dejó caer en su almohada e intentó deslizarse hacia el sueño. Pero a pesar de sus esfuerzos, no logró más que descansar un rato el cuerpo porque su mente siguió dándole vueltas a ese encuentro. Es que simplemente no podía ignorar a alguien que se le acercara tan amigablemente y que pudiera desconcentrarlo a tal grado que había parado su misión y había aceptado una copa, ese joven tenía algo definitivamente, porque nadie había logrado que se disipara la determinación de Samuel.
-Guillermo. –Susurró sintiendo calor en el pecho y una alegría adolescente en el corazón.
-Guille. –Dijo mientras pensaba en su sonrisa que hacía que desaparecieran sus ojos.
-Guillermo –Volvió a decir esta vez pensando en Carolina, "hermosa" la había llamado él y vaya que lo era, no se merecía un adjetivo menor. "Tiene novia, tiene novia" se repitió como si eso fuera a quitarle el recuerdo de Guille de la cabeza.
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Invencibles (Wigetta)
FanfictionEncuentros inesperados, sueños truncos y miedo a las circunstancias son situaciones que debilitan el espíritu, lo dejan gastado sin ganas de seguir adelante. Pero solo quienes hayan experimentado la tristeza más profunda podrán alcanzar la verdadera...