Las llamadas de Alex nunca entrarían al celular de Guillermo, pues este había olvidado cargarlo y la batería estaba completamente muerta. Dos horas caminó el joven sin tener éxito, la mayoría de departamentos que se anunciaban en renta o venta estaban en lugares que sólo la ubicación prometía un precio enorme que no estaba capacitado para pagar. Su situación lo frustró de tal manera que tuvo que sentarse en una banca de un parque a calmarse, ¿Cuándo en su vida se había sentido tan desprotegido? ¿Cuándo le había faltado algo? ¿Cuándo había tenido que preocuparse por algo más que no fuera su educación o mantener feliz y ocupada a Carolina? Nunca. Pero se consoló diciéndose que si algo acababa mal, es que no acababa todavía y siguió su rumbo. Aunque tal vez rumbo es una palabra un poco precipitada porque carecía de uno, anduvo otra hora más o menos, ya se había alejado por completo del barrio de la familia de Alex contrario a lo que le habían dicho, esperando que más lejos, en una zona un poco más modesta pudiera encontrar una solución.
Pero las ciudades son cuanto menos curiosas, tienen límites fronterizos en ellas mismas que no están marcados con casetas o vergonzosos muros; tal vez es sólo una esquina, quizá menos... tal vez es sólo un grafitti o incluso sea menos visible y esa frontera se reduzca simplemente a la atmosfera del lugar, pero existen y los que habitan en esos espacios los conocen; saben qué lugares evitar y a qué horas, incluso saben a quiénes pertenecen los pedazos de terreno a los que llamamos barrios bajos. Los lugareños saben a quién deben mirar fijamente y no perder uno solo de sus movimientos o a quién ni siquiera mirar, pero Guillermo no era lugareño, de su ciudad no conocía más que las zonas céntricas como Salamanca y Chamberí, los parques recreativos, las plazas comerciales de alta categoría en el Viso y Paseo de la Habana y cuatro o cinco cuadras a la redonda de su hogar en el centro que era las que usaba para ir a correr; sitios que gozaban de alumbrado público todo el tiempo, sin gitanos y con nulos o pocos problemas de inseguridad.
Por eso mismo no sintió el cambio en la atmósfera, no notó el repentino silencio y la abrumadora desolación de los caminos que estaba tomando, las cuadras alumbradas y llenas de gente habían dado paso a unas sombrías con pocos transeúntes que caminaban rápidamente. Fue hasta que dejó de pensar en su miseria cuando levantó la cabeza y vio que frente a él sólo había terreno baldío y que no reconoció el nombre de la calle porque no había oído hablar de ella nunca.
"Me he perdido, cómo se me ocurrió seguir caminando sin detenerme a ver el barrio" fue entonces cuando echó una ojeada y vio lo que antes hemos descrito a nuestros lectores, soledad y silencio. "¡Mierda, Guillermo, eres estúpido!" se reprendió mentalmente. Dio media vuelta en cuanto tuvo el valor para hacerlo y regresó sobre sus pasos, quizá si podía encontrar una tienda de autoservicio o cualquier negocio le permitirían llamar de ahí a casa de Alex, ¿Sacar el móvil? Ni loco, no dejaría ver su teléfono de marca en un lugar así.
No caminó mucho cuando vio una tienda, no lo pensó dos veces y entró, ni siquiera era de una cadena comercial como Open 25, si no que era de esas tiendas pequeñas de pueblito. No llevaba mucho dinero suelto, pero suponía que le alcanzaría para comprar un par de cosas y después solicitar un teléfono público. Entró, compró un zumo de fresa para reponer energía y pidió permiso para llamar por teléfono. El encargado le indicó dónde había un teléfono de monedas, pero no le garantizó que sirviera, Guille fue hacia él y comenzó a meter su cambio para llamar a casa de su amigo, solo qué... ¿cómo mierda iba el número? Jodida tecnología fríe cerebros, "Está bien, solo saco el móvil, miro el bendito número rápido y lo guardo" Se dedicó a buscar su móvil con cuidado entre sus bolsillos sin que se notara, tan absorto estaba que no vio entrar a un grupo de cuatro hombres a la tienda con unas pintas desastrosas; uno de ellos saludó con afabilidad al tendero y pidió dos cajetillas de cigarrillos y dos six packs de cerveza. Ahí fue cuando Guille se dio cuenta de que se había quedado sin batería y susurró un "Mierda". Uno de los hombres lo miró de reojo guardar el teléfono celular y le dio un codazo a su compañero indicándole con la barbilla en dirección a nuestro muchacho que iba saliendo de la tienda.
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Invencibles (Wigetta)
FanfictionEncuentros inesperados, sueños truncos y miedo a las circunstancias son situaciones que debilitan el espíritu, lo dejan gastado sin ganas de seguir adelante. Pero solo quienes hayan experimentado la tristeza más profunda podrán alcanzar la verdadera...