La prisa hacía que mis pasos resonaran demasiado en la calle vacía, estaba pisando demasiado fuerte. Al fin llegué a mi puerta y con nervios y todo logré insertar la llave a la primera. Subí corriendo las escaleras y lo que me encontré sacó el poco aire que aún guardaban mis pulmones... Guille seguía dormido.
Doscientos kilos de peso se me cayeron de los hombros, no había de qué preocuparse, el muchachito éste estaba roncando como un oso. Bueno, no propiamente roncar, más bien que respiraba muy fuerte. Que forma más extraña de dormir. Parecía que me iba a tragar de un momento a otro. ¿Y si lo dejo dormir más? Mientras más duerma, más rápido se repondrá. Me duele verlo tan roto como lo dejaron, creo que si me dieran la oportunidad yo tomaría su lugar enfrente de esos sujetos y también postrado en la cama. Quizá Fran me cuidaría, quizá Luly aceptaría venir a cuidarme... Había posibilidad de que esta vez no estuviera solo... quizá el mismo Guille... nononono.
Me sacudí los pensamientos absurdos de la cabeza, pues ya empezaban a anegarme los ojos. Aunque no quisiera debía despertar a Guillermo. Me acerqué a él lentamente y lo llamé un par de veces, este hombre parecía un tronco; como no hizo caso de mis llamados lo moví suavemente y poco a poco fue abriendo los ojos... si es que a eso se le podía llamar así. Sus ojos tan pequeños e hichados por el sueño daban la impresión de no abrirse nunca, pero se veía adorable con las mejillas abultadas y algo enrojecidas.
-¿Samuel? –No se había equivocado al pronunciar mi nombre. Eso me alegró de manera sobrenatural.
-Buenos días dormilón, despierta –Sus ojitos se abrieron un poco más –¿Cómo has dormido?
-Muy bien, muchas gracias. Se descansa muy cómodamente en este colchón.
-Me da mucho gusto. –Bajó su mirada a mis manos, que todavía conservaban las bolsas del centro comercial.
-¿Vas a salir? –Me preguntó con ¿Miedo? En la mirada.
-No, chiqui. Ya volví. –"Chiqui" es mi manera cariñosa de llamar a todo ser existente sobre la Tierra, pero solo con decirlo la piel de Guille se tiñó de carmín.
-Y a... adon.. quiero decir... ¿a dón... dónde fuiste?
-¡Te ha costado eh compañero! –Dije riendo. Verdaderamente divertido por su tartamudeo. Lo que solo ocasionó que me pusiera mala cara. –He ido al centro comercial por unas cosas que me faltaban... ¿Cómo te sientes?
-Mucho mejor, gracias. No me duele nada.
-Es por los medicamentos que te di, por cierto te vuelve a tocar la dosis en dos horas, no se te olvide.
-Eres muy amable por preocuparte por mí. –Eso salió dicho en apenas un susurro, pero lo escuché con detalle. –No quiero causarte más molestias.
-No pasa nada... no es molestia, tengo un instinto protector nato. Lo que me recuerda... tu amigo Alex me llamó, me pidió que te dijera que le regresaras la llamada en cuanto te viera. –Su rostro se contrajo en una mueca de inmediato.
-¿Está bien? ¿Está preocupado?
-Mucho... por eso debes llamarlo ya.
-Perdona tío, pero... ¿puedes prestarme tu móvil de nuevo?
-No.
-¿Qué? –Mi respuesta lo pillo por sorpresa y no pude más que soltar una gran carcajada.
-Es que no hará falta que uses el mío. –Y saqué la caja que contenía su nuevo móvil. –Toma, para ti, con cariño de Samuel.
-Pero tú... pero qué... ¡¿qué dices?! ¡Por qué me compraste esto! –Por un momento el temor de que no le gustara asaltó de nuevo, ¿y si de verdad era tan exigente como parecía? ¿Otro niño mimado que no se conforma más que con lo más caro?
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Invencibles (Wigetta)
Fiksi PenggemarEncuentros inesperados, sueños truncos y miedo a las circunstancias son situaciones que debilitan el espíritu, lo dejan gastado sin ganas de seguir adelante. Pero solo quienes hayan experimentado la tristeza más profunda podrán alcanzar la verdadera...