Capítulo 10

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Él llevaba quizá demasiado tiempo recargado en la pared de ladrillo de la acera de enfrente, los pies le dolían y la espalda se le estaba entumiendo, pero lo bueno debe esperar. Otros diez minutos pasaron, ya casi se daba la hora, se ajustó las cuerdas de las zapatillas deportivas y se cubrió la cabeza con la capucha de su sudadera nueva, comprada para la ocasión con el dinero que acababan de pagarle hace unos días. Entonces la vio salir, bella como siempre, esbelta, fuerte, concentrada; la observó ponerse los audífonos en el pórtico de su edificio y echar a correr para empezar su rutina de todas las mañanas. "Hoy es el día, vamos chico, si se puede" pensó para darse ánimos, hoy por fin se animaría a hablarle.

En su trabajo de ladrón profesional había hecho cosas mil veces más peligrosas que la que estaba a punto de hacer, pero se sentía más nervioso que en cualquiera de ellas. Cuando la vio doblar la esquina él también comenzó a trotar. Llevaba cerca de dos meses observándola y planeando su acercamiento, no sabía ni su nombre pero estaba perdidamente enamorado de ella, qué se le iba a hacer... así era este muchacho.

"Vale, cuando pare a beber agua al lado de la fuente la rebaso y más adelante haré que me da un calambre, se detendrá a ayudarme y podré preguntarle su nombre" Se repitió mentalmente la estrategia que había trazado tan cuidadosamente. Siguió a la chica lo más de cerca que la prudencia se lo permitió, estaba intentando trotar a ritmo constante, pero los nervios lo hacían temblar un poco y a veces aceleraba, pero luego recordaba que no debía verlo hasta que ejecutara su plan maestro y volvía a bajar el ritmo.

Llegaron a la fuente, pero... madre mía, ¡no se detuvo! Esta vez no había parado a beber de su botella, "¿Y ahora qué hago?" se preguntó mientras le entraba pánico. Debía pensar en otro plan. Justo estaba por detenerse y pensar en algo más cuando ella volteó hacia atrás. ¿Qué hago? ¿Qué hago? Ella posó su vista en él apenas un instante, y él respondió con la mejor sonrisa que tenía, su sonrisa era hermosa y tenía un impacto impresionante en la gente, pero no lo sabía. Ella giró la cabeza de regreso al camino sin regresar el gesto. "No tío, ni siquiera me notó, estoy perdido" y entonces la chica se detuvo a beber agua, él no lo creía, su plan aún podía funcionar. Se apresuró y la rebasó a penas un poco, siguió su ritmo unos dos minutos más y se dejó caer al suelo de la forma más torpe que se le ocurrió y gritando.

-¡Mi pierna! ¡Aaaah! Duele. –Estaba sentado en el suelo sosteniéndose la pantorrilla derecha con ambas manos y haciendo presión.

-¿Oh por Dios, estás bien? –Dijo ella, acercándose y agachándose hasta su nivel. No lo podía creer, pocas veces sus ideas funcionaban como ahora. Pero a pesar de la alegría que le daba estar al fin tan cerca de ella, debía seguir con su dolorida actuación.

-Calambre. –Dijo haciendo una mueca.

-Calma, respira, recarga el talón lo más fuerte que puedas en el suelo... se te pasará. –Ella lucía verdaderamente preocupada y sus mejillas estaban teñidas de rojo por el ejercicio.

Cuando consideró que había sido suficiente drama, comenzó a respirar normal y a relajar los músculos de su cara.

-Muchas gracias, ya me siento mejor. –Le sonrió de nuevo y la ayudó a levantarse del suelo. Ella lo miró apenada para luego desviar la vista.

-Por nada, que bueno que estés mejor. –Él estaba cada vez más encandilado con ella, que preciosa se veía, su cabello lacio y rubio recogido en una coleta y su fleco simétrico sobre su frente, sus ojos claros que al fin lo habían mirado, su mano suave que no había dejado de sostener y su figura perfecta.

-¿Cómo te llamas? –Le dijo soltándola, pues aunque ella no había dicho nada de su tacto, se le notaba algo incómoda. Pero no dejó de sonreír.

Invencibles (Wigetta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora