Prólogo

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Negro.

Me esfuerzo por abrir los ojos. Lo deseo, pero no puedo.

Todo es negro...

El aturdimiento sumado al dolor de cabeza, me nublan el sentido, y no consigo recordar como he acabado así. Tras varios esfuerzos consigo entreabrir los ojos, a pesar de no distinguir nada con nitidez.

A mis oídos solo llegan el repiqueteo de las gotas de lluvia, mientras el frío se cala en mis huesos, estremeciéndome por completo. Mi vista empieza a aclararse, y empiezo a distinguir lo que sucede a mi alrededor.

¡El coche!

Instintivamente, levanto la cabeza del airbag y me la tomo con las manos al sentir grandes punzadas. Ladeo, como puedo, la cabeza, y siento que el aire abandona totalmente mis pulmones y, que mi corazón se encoge de tal manera, que deja de latir. Quiero reaccionar, hacer algo, pedir ayuda, pero no puedo...

A mi lado, se encuentra la peor y sobrecogedora escena que he visto en mis dieciocho años de vida. Ahí está ella, lívida e inerte.

-Mamá...

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