Capítulo 15

151 19 93
                                    

La brisa cálida me recorre todo el cuerpo desnudo y me siento completamente libre. Los rizos caídos de mi pelo ondean al viento y yo siento que estoy en el mejor lugar del mundo. Entre mis pies, la arena blanca inmaculada se cuela entre los dedos y el agua fresca de la orilla me hace cosquillas. Pongo mi mano en mi frente para que el sol no me impacte directamente en las pupilas y observo el horizonte.

Mmmm... el mar.

No sé exactamente donde estoy, pero es maravilloso. Comienzo a dar pasos y a adentrarme más en el mar. Ahora mismo, el agua me cubre hasta el ombligo y puedo ver mi cuerpo sumergido: el agua es cristalina. Esto es un paraíso. Miro a mi alrededor pero no veo a nadie. Estoy completamente sola.

Me sumerjo completamente y buceo en esa agua pura y limpia. Es cálida. Emerjo y paso mis manos por mi pelo, ahora más oscuro, intentando que no se me quede en la cara. Noto una punzada extraña en la espalda, como si alguien me observase. Giro y me encuentro con otro océano completamente diferente. El aguamarina de sus ojos me escrutan completamente y me erizan la piel. Pero no siento vergüenza. Me siento cómoda. En paz. Como si fuera algo natural. La distancia que nos separaba se acorta y ahora estamos totalmente pegados, pero sin llegar a tocarnos. Una de sus grandes y varoniles manos me acaricia la mejilla. Cierro los ojos para atesorar esa caricia que me cosquillea el rostro y suspiro.

–Pablo.

<<Tirititi. Tirititi. Tirititi.>>

Abro los ojos de golpe y me incorporo en la cama sudando.

¿En serio?

Como me jode reconocer que por poco cumplo mis más bajos instintos con Pablo en un sueño, totalmente idílico, me levanto refunfuñando y maldiciendo de la cara.

Lo tengo hasta en la sopa.

Pero, aun así, no puedo evitar pensar que hubiera sucedido si la alarma no hubiera empezado a sonar. Claro que sabes lo que hubiera pasado, Aurora. Lo sabes muy bien.

Pongo los pies en el suelo; en los dos sentidos, y me calzo ms babuchas violetas. Me miro en el espejo del espejo del armario y casi grito al ver mi planta: rimel corrido, pelos revueltos y pegajosos y restos de babas por las comisuras de mis labios.

¡Viva la belleza natural, sí señor!

A paso moderado voy hasta el baño. Me lavo bien la cara, los dientes y me recojo el pelo en un moño despeinado y despeluchado. Avisto unos pelillos de más en mis cejas y, rápidamente, me los quito con la pinza. ¡Mucho mejor!

Mi estómago empieza a darme pellizquitos de hambre y, como soy muy complaciente, voy a hacerlo feliz con un boll de Special K y un Cola-Cao.

–Hola, zorrilla –me saluda Elvira y me manda un beso, al entrar en la cocina –. ¿Cómo estoy? –me pregunta mirándose.

Yo la observo por encima y asiento.

–Muy guapa, golfilla.

Abro la alacena dónde están los cereales y otra en la que están los bolls y los tuppers. Luego cojo de la nevera la leche y de otro mueble el Cola-Cao.

–No me apetece nada ir a Asturias, pero si no voy a la exposición a mi hermana Ruth le da un infarto.

Dejo todo en lo alto de la isla de la cocina y la miro haciendo una mueca comprensiva.

Ruth, la hermana de Elvira, es aún más tremenda que ella. Y eso, es decir muuuuucho. Van a exponer sus fotos en una galería de Guijón y está que no cabe de gozo. A mí y a las chicas también nos ha invitado, pero hemos declinado la oferta porque tenemos aquí a la niña. ¡Bendita Celia! De la que nos ha librado.

Nuestros Donde viven las historias. Descúbrelo ahora