Capítulo 19

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Me giro, y, efectivamente, el morenazo que me ha proporcionado un placer exquisito y me ha llevado a las nubes, está detrás de mí, luciendo una blanca y exquisita sonrisa. En mi mente se agolpan todos los pensamientos de la noche anterior, y una pregunta se formula en mi mente. ¿Por qué no? Miro a mis amigas, que esperan que le de calabazas al chaval. Pero, abren los ojos como platos al escuchar mi respuesta.

-Será un placer.

***

-No puedo creerme que hayas aceptado salir con él, ¿estás loca? -Pongo, por decimoquinta vez, los ojos en blanco.

Elvira lleva medio camino en coche reprochándome que haya aceptado la invitación de Saúl para cenar.

-Es solo una cena, ¿qué hay de malo? -pregunto de mala gana -. Tú lo haces constantemente.

Cambia la emisora de radio por la Dial, en la que está sonando Quiero ser de Amaia Montero.

-Yo estoy acostumbrada a salir con hombres y a tratarlos -afirma -. ¿Pero, tú? Ése solo quiere meterse en tus bragas.

-¿Y quién te ha dicho que yo no quiera que lo haga? -contraataco.

Últimamente, todos los tíos me quieren para lo mismo: follar. ¿Por qué no? Estoy muy cansada de estar en casa y ver como mi juventud se marcha. ¿Por qué no divertirme? Eso es lo que voy a hacer a partir de ahora.

Pero mi valentía se esfuma al escuchar la carcajada coral que sueltan mis amigas. Se están riendo como nunca.

-Por favor, no digas tonterías -suplica entre risas, María, y veo por el espejo delantero como se seca una lágrima del ojo -. Tú no vales para eso, y no te culpo: yo tampoco -Y vuelve a romper en carcajadas, acompañada nuevamente de las otras dos.

-Lo estoy diciendo en serio -reitero -. Ya estoy cansada de estar sola y de ver como mi juventud se escapa de mis manos. ¡Quiero pasarlo bien! -exclamo -. Todas tenéis a alguien en vuestra vida que, por lo menos, os calienta las sábanas. A mí lo único que me calienta las sábanas, es el edredón, y ¡joder!, quiero que eso cambie.

De pronto, el silencio se hace presente en todo el coche. Las tres se han quedado pasmadas con mi confesión. Pues, ahí la llevan, es lo que va a haber a partir de ahora. Si siendo una estrecha no consigo nada, ahora voy a ser todo lo contrario. ¿Quién sabe? A lo mejor, incluso me gusta Saúl y la cosa cuaja.

La tarde siguiente la dedico completamente a mimarme, igual que la de ayer. Pero oye, estamos en vacaciones. A nadie le viene mal unos días de relax extremo. Hoy, me he dado un laaaarguísimo baño con sales de baño de lavanda, me he depilado, aunque no tenía apenas vello, me he aplicado una hidratante por el cuerpo, también a lavanda, he utilizado una mascarilla facial hidratante de y he tenido el acondicionador del pelo cerca de una hora puesto antes de aclarármelo. Estoy radiante; mi piel suave y perfumada, el pelo sedoso y brillante, y las energías cargadas a tope. ¡Hoy me siento estupendamente! Además, con el Zumba, he bajado esos kilitos que me sobraban, mi vientre vuelve a ser el mismo de siempre, y puedo seguir dándome el lujo de alguna que otra onza de chocolate por las noches.

En la habitación, estoy cerca de una hora decidiendo que ponerme. No encuentro nada... De repente, una bombillita se enciende en mi cabeza. ¡A por él! Salgo disparada hacia el cuarto de Maríaa. Hace poco, se compró un vestido muy atrevido por su cumpleaños. Me dijo que me lo regalaba, porque no le entraba de caderas, y a mí sí me entraría. No lo acepté, y no porque no me gustase, sino porque no me veía tan atrevida. Pero hoy sí. Hoy me siento capaz de todo. Lo saco del armario, y asiento complacida. El masajista se va a caer de espaldas.

Me enfundo el vestido. Es color vino, con la espalda completamente descubierta, con el largo ceñido hasta las rodillas, las mangas son a la sisa, y el escote en V. Además, con él no me he puesto no sujetador, no se le puede poner. Me he colocado en los pechos, unas pezoneras en color carne, también "robadas temporalmente" a María.

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