La cara de Teo es equivalente a la de una maruja en medio de una panadería, mientras está escuchando que una de las vecinas ha tenido un desliz con el repartidor de la pescadería.
–¡Cógelo! –ordena mordiéndose los labios –. Es él. ¡Es él!
Ya lo sé, imbécil. Lo miro fatal. Como para no saberlo.
Miro con recelo el móvil y, cerrando los ojos y mordiendo mi mejilla por dentro de la boca, respondo.
–¿Sí? –pregunto inocentemente. ¡Já! Inocentemente. Seguro.
Escucho una risa muy tentadora detrás de la línea.
–Sabes perfectamente quien soy, Aurora –Pillada.
Qué bien suena mi nombre en sus labios.
–Emm... no he visto quien era, Pablo –miento.
–Mentirosilla.
Bufo y desvío la mirada hacia la de Teo. Está pegado al auricular y ahogando una carcajada.
–¿Ocurre algo? –pregunto finalmente.
Cuanto antes me diga para que ha llamado, mejor.
–Mi madre ha dejado a Celia en el estudio. Me ha dicho que María y Elvira están fuera de la ciudad. Le he propuesto a la niña quedarse a dormir conmigo, pero me ha dicho que no. Que quiere quedarse contigo.
Vaya... era por la niña. No sé porqué, una chispa de decepción se apodera de mi estado de ánimo, y una de frustración máxima, de mi amigo, el cual no está conforme, y lo hace saber con una mueca de disgusto.
–No te preocupes. Yo paso después a recogerla. Además, así no estoy sola en casa y me hace compañía.
–¿De verdad no te molesta?
–Claro que no. ¿No ves que Celia no sale a ti? ¡Ella es un amor!
Oigo una carcajada detrás de la línea.
–Te aseguro que si me dejaras mostrarte mi amor carnal, no pensarías lo mismo, cariño.
Teo emite un gritito, y yo le lanzo una mirada de advertencia. ¡A qué lo escucha, al tonto!
–Mejor me quedo con el amor infantil e inocente de Celia. Gracias.
–Tú te lo pierdes, cabezota.
Mi amigo, se sienta con los brazos en jarras en la silla del restaurante y niega con la cabeza. Veo como mueve los labios diciendo "Eres idiota"
Idiota sería si cayese en las garras del arquitecto.
–¿Te parece si recojo a Celia en el estudio cuando termines?
–Yo puedo acercarla a tu casa y así no te molestas en venir.
–Ya estoy en la calle, no te preocupes.
Se queda en silencio un momento, hasta que dice:
–Bueno. Pásate a por ella a las cinco, que es a la hora en la que termino aquí.
–Está bien –accedo.
–Adiós, Aurora –se despide con la voz grave y entrecortada.
–Adiós, Pablo.
Media hora después, Teo y yo, estamos en el Museo Chicote, un bar de combinados situado en Gran Vía. Nos encanta venir aquí. Preparan unos combinados espectaculares. Ahora mismo, mi fiel compañero y yo, estamos tomándonos unos combinados neoyorquinos que están de muerte.
ESTÁS LEYENDO
Nuestros
RomanceAurora, una prometedora diseñadora de interiores, lleva una vida monótona, pero feliz en Madrid. Lleva un gran sufrimiento a sus espaldas que no la deja ser del todo ser feliz, pero aún así, hace todo lo posible por salir adelante. Todo esto cambia...