Prólogo

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Vicente abrazó sus piernas mientras ocultaba su rostro entre sus rodillas.

El suelo se sentía frío, pero no importaba. Esperaba que el Espejo de Cuerpo Entero que tenía frente lo llevara a otro mundo: allá a donde estaban "ellas".

No hacía falta ser inteligente para saber que la persona que se acercaba era su padre:

--¿Estás listo?

Él negó con la cabeza.

--Vamos, hijo. Vamos a ver a tu madre y hermana.

Vicente levantó la cabeza y notó cómo el Espejo le devolvía la imagen de un niño con ojos tristes y frenillos. Alzó la mirada y se topó con los ojos hinchados de su padre. Era increíble lo demacrado que se veía a pesar de lo joven que era.

--Vamos, hijo. Vamos a ver a tu madre y hermana.

Horas más tarde, el padre acariciaba las letras del nombre más amado por él grabado en una lápida, mientras Vicente sólo observaba el nombre de su hermana que sólo había alcanzado a vivir unos minutos.

Su madre y hermana estaban ahí: muertas

El pequeño nombró a su hermana, pero debido a los frenillos, sólo salió una palabra un tanto enredada del nombre de ésta.

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El Cantar al otro lado del EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora