Capítulo 10

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Muchos compañeros de causa

Pero sólo un amigo del alma.


Asbalth llegó a Aurum Fortis y ahora se encontraba en una de las zonas destinada para los hechiceros junto a Norest, el hechicero encargado de la Torre de Hechicería del Norte y el aprendiz de éste de nombre Nubio.

--Encuentro insólito realizar un Consejo Máximus—dijo Norest.

--El tema concierne a todo Novus-terra—aclaró Asbalth.

--Pero, ¿incluir al Supremo Emperador?

--Si concierne a toda Novus-terra, el Supremo Emperador actuará.

--Podríamos manejar esto sin necesidad de acudir a él.

--No hemos podido manejarlo, por ello él hará acto de presencia.

--Sólo había una solución...

--Expulsar a Melberó no solucionaría nada.

--Pero ha de pagar por su error.

--La culpa que siente es suficiente castigo.

Norest le miró con el ceño fruncido:

--Siempre fue vuestro preferido.

Asbalth le miró furioso:

--¿Cómo osáis dirigiros así a mí? ¡Soy vuestro superior! Sabéis perfectamente que si bien soy el Líder de los Hechiceros, no puedo hacer nada sin previo aviso al Supremo Emperador. Y aunque no lo creáis, él tiene buena imagen de Melberó.

Norest se mordió el labio inferior y agachó la cabeza:

--Mil disculpas, Señor.

--Además, nadie nos asegura que nuestros aprendices seguirán siempre el buen camino. El único error de Melberó fue obrar de buen corazón y cegarse por un cariño paternal hacia un muchacho que todo lo había perdido.

--Sí, Señor.

Norest se retiró junto con su aprendiz. Asbalth suspiró pensando en que si aquel Mago no mejoraba su actitud tendría que tomar serias cartas en el asunto. Sabía que uno de sus hombres no le era fiel, sabía que Hades había infiltrado a alguien entre los hechiceros y eso lo hacía desconfiar de cada uno de ellos.

--Vuestro corazón está inquieto.

Asbalth se sobresaltó y sonrió al reconocer el origen de esa voz: Izamira, la Madre Superiora Sacerdotal.

Era una mujer extremadamente bella a pesar de tener sus buenos años encima. Su cabello blanco, otrora negro, era largo y ondulado el cual llevaba semi recogido, con su diadema de oro que indicaba su rango adornando su cabeza y su túnica de tul blanca con una capa de viaje encima del mismo tono.

--Ya estoy viejo.

--Yo también. Pronto deberé presentar a mi Sucesora, sobre todo en estos días que se acercan.

--¿En estos días?

--Se viene algo grande. Si los Dioses se presentan, deberé actuar y posiblemente perderé la vida en ello. Mi Sucesora deberá estar lista para asumir el Liderazgo.

Ese detalle lo trascolocó:

--No había pensado en ello.

--Pero ustedes los Hechiceros tenéis vuestra metodología de Sucesión.

El Cantar al otro lado del EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora