Capítulo 11

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La única forma de ver cómo somos realmente

Es mirándonos al Espejo.

He ahí nuestra verdadera esencia.


Aquel hombre herido ardía en fiebre. Constanza lo cuidó lo mejor que pudo hasta que decidieron buscar un mejor refugio. Lograron construir una camilla para trasladarlo con lo que encontraron y se dispusieron a una larga caminata.

Bordearon la playa en dirección oeste, entrando de lleno a la zona sur, donde Phorbes sabía que había un pueblo: Laguzh

Y efectivamente llegaron a él. Iban agotados debido a la resistencia de la arena en sus pies y al sol abrazador cuando vieron a lo lejos varias barcas con pescadores en su jornada matutina. Algunos de ellos se percataron de su presencia y salieron a su encuentro ayudándoles con el hombre herido. Como buena gente que era, los atendieron y les dieron de comer. Era un pueblo de pescadores, pero por lo que les contaron, el mar se había mostrado bastante reacio con ellos en el último tiempo. No era mucho lo que lograban sacar de sus aguas –por no decir nada- en aquellos días. De hecho, parecía que el mar se había recogido y las olas escaseaban bastante.

La zona sur se caracterizaba por representar al agua, pero en el último tiempo parecía que se acercaba una sequía inminente.

--El Dios del Agua debe estar molesto por algo—decían varios pescadores.

Pero aún así se les veía felices. Como si estuviesen confiados en que todo se solucionaría, cuidaron del herido como si se tratase de un hermano de ellos. El hombre, a pesar de sus cruentas y mortales heridas, seguía vivo y consciente. Y parecía que se acongojaba con cada trato amoroso de aquellas personas, sobre todo de Constanza.

Al segundo día, después de unos buenos descansos y buenos alimentos, los tres se sentaron alrededor de una mesa en la posada a observar la bitácora de Kratos con la esperanza de encontrar algo que les fuese de utilidad para su búsqueda o para enfrentar a Hades. Fue en ese momento que Phorbes alzó la cabeza y sonrió ampliamente al ver llegar a una persona. Varios de los presentes quedaron absortos, pero luego siguieron en lo que estaban. Constanza abrió mucho los ojos y Vicente sintió que todo su cuerpo se congelaba ante tal impacto.

Ahí, al lado de ellos les sonreía un hombre...pero no cualquier hombre, sino una copia exacta de Vicente. Era como si se tratase de un gemelo de éste, de un reflejo mismo, con la diferencia que había cierta aura tranquila a su alrededor, con un semblante sereno y un brillo especial en su rostro, y por qué no decir, algo más peinado. Vestía de forma elegante y su postura era de alguien que estaba acostumbrado a gozar de altos cargos y respeto.

Phorbes se colocó de pie y le extendió la mano, gesto respondido por el joven.

--Mi estimado Phorbes. ¿Cómo habéis estado?

--Bastante atareado, Luth.

El joven observó el brazo de Phorbes y lo alzó para ver mejor la herida que Sidra le había hecho.

--¿Es de la transformación?

---Más bien un regalo de Sidra

--Supe que os deshicisteis de ella.

--Os enteráis pronto de las noticias.

--Es mi deber estar al tanto. Debo decirle todo al Supremo Emperador.

El Cantar al otro lado del EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora