Capítulo 4

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La Sabiduría no es de quién más conocimientos tiene...

...es de quien más sabe vivir.

Se sentía ¿feliz? Quizás no tan así, pero al menos no tenía ese pesar en su corazón. Al contrario, aquella mañana sentía que miraba el mundo con otros ojos. Observó a su lado y se encontró que Constanza aún dormía. Era increíble ver que en tan poco tiempo, aquella muchacha había logrado tanto en él.

Se levantó en silencio y fue a un riachuelo a lavarse la cara. Sonrió al ver que un pequeño rostro femenino y con escamas lo miraba desde abajo y luego desaparecía rápido. Cuando se colocó de pie, se percató lo hermoso de aquel bosque. Aquellos árboles eran realmente grandes y verdes, y la luz del sol entraba tan gratamente como Magia nacida del Cielo.

Cerró los ojos para disfrutar de aquella sensación, y fue ahí cuando escuchó el murmullo de voces cantando una melodía. ¿Serían los sátiros? Lo dudaba. Caminó lentamente dejándose llevar hasta aquel coro, notando que el bosque se tornaba cada vez más misterioso. Sus pies no emitían sonido alguno y su respiración parecía congelarse por el anhelo de conocer el origen de aquellas voces.

Se detuvo de pronto recordando que no conocía aquel lugar. No podía arriesgar a perderse en un lugar que no conocía. Giró el rostro lentamente y su mirada se topó con unos ojos de color de la miel. Su alta figura se erguía entre los árboles mientras su larga cabellera oscura caía por su espalda con elegancia. Su largo vestido verde como la esmeralda se acomodaba a su esbelto cuerpo de tal forma que resaltaban levemente sus atributos. Su piel era blanca, sus labios eran finos y rosados, sus ojos eran casi alargados dándole una mirada perspicaz, y sus orejas puntiagudas que sobresalían levemente entre su cabellera.

Ambos se observaron por un buen rato. Para Vicente, aquella imagen le pareció la más perfecta de todas. Aquella Elfa le pareció la más bella de todas, aunque no conociese a ninguna más. Su corazón amenazó con escaparse al notar que ella se acerba a él. Más bien se deslizaba, porque parecía que sus pies no tocaban el suelo. Cuando ambos estuvieron sólo a centímetros de distancia, Vicente se percató que su belleza era aún más cautivadora de cerca. Poseía un rostro perfecto, una mirada brillante, unos labios cálidos.

Giró el rostro para observar a la distancia. Vicente observó en la misma dirección percatándose que Constanza se acercaba hasta llegar a donde ellos:

--Buenos días, Elënnua.

-- Khönstyanzea.

Elënnua observó por última vez a Vicente y se retiró de ahí. El hombre la quedó observando hasta que su imagen ya no le fue posible a sus ojos. Cuando reaccionó miró a la muchacha y se percató que ésta le sonreía ampliamente de forma pícara.

--Tenéis buen gusto. Os ha gustado la Princesa del Bosque Élfico del Este.

Princesa. Ella fue la "guinda de la torta" en aquella noche.

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Los sátiros les acompañaron hasta cierto lugar del Bosque, luego quedaron atrás mientras observaban cómo los viajeros se alejaban.

Vicente les sonrió antes de seguir y sintió que aquel día de caminata, fue mucho más agradable que los anteriores. Comenzaba a admirar más aquel trayecto y mostrar su asombro cada vez que Constanza le mostraba un nuevo ser mágico. Se atrevía a más cosas, aunque no sabía si porque se sentía capaz o porque sabía que ella no le dejaría lastimarse.

Pero la paz no fue eterna. Pronto debieron entrar en un terreno peligroso y pronto fueron descubiertos. Pero esta vez no fue ninguna Criatura, sino que hombres como Vicente vestidos de negro y con rostros que saltaba a lo lejos que la piedad en ellos no existía. Aparecieron de la nada, seguramente por habilidad o por ayuda de la Magia, y sólo a atacar.

El Cantar al otro lado del EspejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora