El Cantar al otro lado del Espejo

Capítulo 3

No es que te quisiera desde el primer momento...

Es que ya te quería de una vida pasada.

Caminaron por un buen rato hasta llegar a una cueva donde pasarían la noche. En ese trayecto Vicente se percató que la joven estaba acostumbrada a ese tipo de paisajes, y pronto él se vio bastante torpe frente a ella. En más de una ocasión resbaló y ella le cogió de la mano para ayudarle. La apariencia de Constanza era más frágil de lo que en verdad era. En pocos minutos se había dado cuenta que tenía una fuerza bastante considerable, como también una agilidad envidiable.

No sólo llevaba su arco y un carcaj lleno de flechas, sino que también dos espadas cortas cruzadas en su espalda, y si no estaba muy equivocado, aquella delgada cadena que rodeaba su cintura, también era de temer.

No hablaron mucho en el camino, al parecer estaban en un bosque peligroso, porque ella a cada momento le pedía que se quedase quieto mientras escuchaba y analizaba el lugar.

Cuando por fin se sentaron en la cueva y comenzaron a preparar el fuego, el silencio se rompió entre ambos:

--Llegáis justo en medio de una guerra.

--¿Por ello caminamos rápido y tú estabas alerta?

--Así es. Aquella Criatura que os atacó en el Bosque, es uno de los Sabuesos del Señor de las Tinieblas.

--¿Sabueso?

Aquella cosa estaba lejos de parecerse a un perro.

--Así es. Atacan a cualquier ser humano o semejante que encuentren. Su única debilidad es la lengua.

--Por eso esperar a que intentara devorarme.

--Así es. Es una aberración. Una mezcla de Criaturas. Una especie de Quimera.

--¿Quimera?

--El Señor de las Tinieblas, fue un Archimago, quien no se contentó con ello. Indagó en la Magia Negra. Se dice que le vendió el Alma al Demonio del Averno para así obtener conocimientos que sólo la Madre Naturaleza conoce.

--Como lo es la Creación de Vida, la Inmortalidad y esas cosas ¿no?

--Así es.

--Lo típico de siempre.

--Así es

--Pero siempre todo ello es un Arma de Doble Filo.

--Así es.

--Tarde o temprano caerá por su propio peso.

--Eso es lo malo. Muchas veces es más tarde, y mientras tanto, en el transcurso de ello se pierden muchas vidas.

El fuego estaba listo y ella sacó de entre sus ropas algo para comer que le convidó a él.

--¿Qué es?—preguntó él.

--No preguntéis, que si os lo digo no querréis comer.

Eso lo dejó peor, pero luego se percató de la sonrisa pícara de ella, así que se arriesgó. Pero estaba bastante bueno.

Ambos se miraron por un buen rato como si conversaran en silencio o como si fuesen viejos conocidos. Era extraña la sensación que Vicente sentía hacia aquella joven.

--Tenéis una mirada triste.—le dijo ella.

Vicente sólo sonrió y agachó la mirada. La joven se sentó al lado de él, brazo con brazo, y él agradeció esa compañía tan cercana.