No importa si nos separamos en el camino
Más adelante nos encontraremos otra vez.
Se fue de bruces al suelo, pero sus manos evitaron a tiempo que su rostro quedase enterrado en el pasto. Alzó la mirada y efectivamente había llegado a un bosque.
Un sueño no era, porque la caída había sido dolorosa, incluso sus manos quedaron con las muestras del aterrizaje forzoso de su cuerpo grande. Se colocó de pie lentamente mientras sus ojos intentaban captar todo lo posible y su mente intentaba adivinar donde estaba. De pronto, todas aquellas historias de fantasía de otros mundos a través de portales, se le hacían más cercanas y reales.
Una sonrisa se dibujó en sus labios y cierta emoción quiso reflejarse en sus ojos al notar que aún seguía siendo un niño atrapado en un cuerpo de hombre. Tenía ganas de correr y recorrer aquel lugar, gritar a los vientos que al fin estaba en el lugar que su madre siempre le relataba.
Cerró los ojos para controlarse, y fue en ese momento donde una rama crujió. Los abrió justo a tiempo para agacharse al ver algo que casi lo dejó helado. Una criatura semejante a un dragón lo miraba con ojos rojos a la vez que alzaba la cola llena de púas y se la dejaba caer encima. Vicente la esquivó por poco.
Podía decirse que tenía buen estado físico al salir todos los días a correr por el bosque saltando una y que otra rama o tronco botado, por lo tanto, pudo evitar los siguientes ataques de la cola de aquella criatura. Claro que aquella cosa, si bien tenía escamas y se asemejaba a un dragón, era mucho más horrible que ellos. Sus fauces mostraban unas hileras de dientes puntiagudos mientras la saliva corría a través de éstos.
Vicente corrió. No estaba dispuesto a ser el alimento de aquella cosa, no sin antes de conocer aquel Mundo donde el Espejo le había llevado. Pero si bien aquella criatura era grande y pareciera no caber entre los árboles de aquel bosque, pronto demostró la fuerza que tenía. Vicente esquivó árboles en un afán de hacer que aquella cosa le costase atraparlo, pero pronto se percató que no sería tan así. Si bien la Criatura era grande, tenía una fuerza sorprendente, porque en vez de esquivar los árboles, los fue derribando o partiendo en dos con su arremetida.
Sus escamas eran como el acero, porque ni las astillas de los árboles partidos le hicieron nada, por el contrario, parecía ser una armadura indestructible.
Vicente saltó un tronco y se escondió debajo, pero cuando vio que una saliva cayó cerca de él, salió justo a tiempo para esquivar la mordida de aquella criatura que partió el tronco sin nada de esfuerzo. Volvió a correr y se escondió detrás de un árbol con la esperanza de tener sólo unos segundos para observar a dónde dirigirse, y fue ahí donde la vio.
El tiempo pareció detenerse sólo unos segundos, lo suficiente para verla. Era una joven no muy alta y de delgada contextura que alzaba el arco con una flecha apuntando en dirección a Vicente.
--No os mováis—le dijo casi en susurro.
El crujir del árbol donde estaba escondido le hizo reaccionar. Estaba a punto de echar a correr cuando ella repitió la frase, pero esta vez con tono de una orden. Vicente obedeció más que nada temiendo a que si no lo hacía la flecha fuese a parar entre sus ojos.
Una gota de saliva cayó a su lado, y él poco a poco alzó la mirada hasta toparse con la cabeza de la criatura que lo observaba ya deleitándose del festín.
--No os mováis—le volvió a decir la muchacha pero con un susurro casi inaudible.
¿Qué esperaba ella? Aquella cosa estaba por devorárselo.
Y sólo fue un segundo: la criatura abrió el hocico y Vicente sólo atinó a cubrirse y agacharse para escuchar un gemir estruendoso y terrible. Abrió los ojos justo para esquivar otro coletazo, pero esta vez no de un ataque, sino que del movimiento desesperado de aquella Criatura que movía la cabeza como loca. En uno de aquellos movimientos, Vicente se percató que tenía una flecha en su lengua.
Aquella muchacha lo cogió del brazo y lo sacó de aquel lugar a gran velocidad. Una vez se hubiesen alejado bastante, se detuvieron.
Vicente se apoyó en un árbol para recuperar el aliento.
--¿Estáis bien?
El hombre observó a la muchacha. Algo extraño surgió en su interior al observarla. Aquella mujer le sonreía, una sonrisa que le pareció bastante familiar, como a la vez la dulzura de su rostro. Le pareció un bálsamo en un lugar como ese, aunque por la apariencia que ella tenía, su vestimenta y todo, le daba a entender que había que temerle a la vez.
--Después de sentirme como una presa acorralada, y luego una carnada, sí, me siento perfecto de no haber sido el alimento de aquella cosa.
La muchacha le sonrió:
--No sois de aquí, ¿verdad?
Vicente negó con la cabeza:
-Aunque suene loco, vine a través de un Espejo.
--Pues aunque no lo creáis, no es tan loco. En vuestro Mundo hay muchos Espejos que actúan como portales. Sólo hay que saber cuáles son las llaves.
Vicente pensó en la cajita mientras se dejaba caer sentado en el suelo. La muchacha le extendió una cantimplora. El hombre se lo agradeció con la mirada y bebió un poco.
--Mi nombre es Vicente—le dijo mientras se la devolvía.
--Khönstyanzea.
Vicente alzó una ceja e hizo una mueca. La muchacha sonrió:
--¿No os gusta?
--No es eso. Creo que me será difícil memorizarlo. Además no soy muy bueno en pronunciaciones en otros idiomas, apenas me las he podido con el mío propio –respondió recordando lo mucho que le había costado hablar con los frenillos cuando niño.
--Pero buscad alguno que se le asemeje. No me molestaré si me llamáis de la forma que os acomode.
Vicente agachó la mirada con una media sonrisa.
--¿Os pasa algo?—le miró preocupada.
--Hay un hombre que suena similar.
--¿Cuál?
--Constanza.
Ella le sonreía:
--Me encanta. Podéis llamarme así si os gusta.
Vicente le mira y suspira, para luego sonreírle. Miles de recuerdos vinieron a su mente. Era irónico lo que pasaba, pero por otra sentía que aquella escena tenía algo que le era muy familiar.
Fueron unos minutos de silencio donde sólo las miradas fueron partícipes de una conversación silenciosa entre ambos.
No quería hacerse ilusiones, ni mucho menos ver en ella a la mujer que había perdido.
Constanza había sido el nombre de su hermana.
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El Cantar al otro lado del Espejo
FantasyLos Espejos no sólo pueden mostrarnos nuestros reflejos, si no que también llevarnos a aquel mundo donde se pueden encontrar aquello que perdemos...o incluso, aquello que creemos que no tenemos.