♥ Capítulo 31 ♡

32 7 0
                                    

- ¿Y qué tienes para contarnos? - agrega el agente más joven de los tres mientras bebe un poco de su café express.

- ¿La evidencia no habla por sí sola? - le contesto rodando los ojos luego de estar dos horas en el interrogatorio.

- Bueno, lo único que podemos hacer es arrestarlos y que tengan un juicio, pero no aseguro que perduren en la cárcel. - afirma el caballero calvo de ojos claros.

- Saldrían bajo fianza - finalmente habla el tercero de ellos, un adulto con bigote y de baja estatura, haciendo añicos mis esperanzas de justicia.

- Sólo quiero que la verdad salga a la luz. - les explico tranquilamente - arréstenlos y que duren lo que tengan que durar. Me gustaría que investiguen mucho más a Bóer.

- Él saldrá libre, lo suponemos - habla el joven frente a mí, que aún no terminaba su café.

- Catherine Georg ha cometido un delito - asegura el calvo que ahora esta de pie - me han avisado desde el hospital Kiev 45 que el señor Satney había sido paralizado y envenenado con polvo para ratas. Si descubrimos que ella...

- Yo tengo evidencia de que lo hizo - le interrumpo y le entrego la cinta de seguridad que Anthony consiguió.

- Señorita Julieta, ¿No ha pensado ser detective? - pregunta relajado el muchacho que se levantaba para tirar al fin su café.

- No lo creo, no todos agradecen al salvarle la vida.

- ¿Hablas por Satney? - se ríe el bigotón que casi no hablaba, ya que estaba en la esquina de la habitación jugando su teléfono.

- Este trabajo es así y me imagino que en todos: ¿Acaso agradeces al barrendero que limpia las calles de tu ciudad? ¿O los recolectores de basura por simplemente hacerlo? - me hace reflexionar el jefe al mando, quien nombre pude observar en su placa. Se nombraba el oficial Jeff.

- Algunas veces. No siempre, los paso desapercibidos. - contesto con vergüenza.

- Haremos lo que podamos - concluye el joven mientras me abre la puerta para por fin salir.

Salgo de la estación, agotada y entumecida por sentarme varias horas. Avisé a Joseph que me recoja, pero supongo que aún sigue enojado. Él es muy volátil y no conozco su personalidad muy bien. Lo único que sé es que es lector.

Camino de regreso a la mansión sólo para recoger mis cosas.
》Estúpido Adam, sólo haces que pasee a mis objetos《 pienso cuando llego al local de mi padre.
Ha avanzado mucho y ya tiene mucha clientela.
Él y mis primos son los encargados de vigilar y atender al pequeño supermercado, pero en esta ocasión, sólo estaba uno de ellos.

- Hola padre, al fin he decidido quedarme en tu regazo - le digo mientras abrazo fuertemente a mi héroe.

- Oh, la hija de papi ha llegado - se burla mi primo, un pelirrojo sin importancia.

- Calla Jeremías, yo no dije nada cuando fuiste directo a las faldas de tu mamá tras un divorcio fallido. - le reclamo y saco la lengua del enojo.

- Esta bien July, ahora a trabajar. - me palmea en la espalda mi padre antes que ataque a Jeremías.

***

Estaba en el tercer escalón subiendo unas cajas de velas aromáticas cuando observo que la limusina de Adam se estaciona enfrente de la tienda. Era la única limusina negra con plateado de la ciudad, era imperdible.

Bajo hasta el piso de mármol ha recibir a Joseph distraído con su teléfono. Tenía que reclamarle el por qué no me fue a buscar antes.

- Tienda July's ¿En qué le puedo servir? - lo sorprendo con una sonrisa haciéndolo formar una "O" en su boca.

- ¿Sólo voy a visitar a Satney y ya estás trabajando? - guarda su teléfono mientras entra a la tienda y va directo a la máquina dispensadora.

- Es tienda de mi padre, mira - señalo al hombre barbudo de ojos cafés claros que está hablando con Jeremías - es él. ¿Casi iguales no?

Desde pequeña, todo el mundo me ha dicho que soy una copia exacta de mi padre a excepción de nuestro cabello, al parecer mi madre me heredó eso y nada más. Ojos cafés, cejas semipobladas, piel bronceada y altura promedio era lo que siempre me comparaban con él.

- En realidad no, tu padre es más tranquilo que tú. Sus labios son diferentes y tu cabello es un poquitín más oscuro que el de él. - nos dirigimos a la caja registradora, donde está papá, escuchando nuestra conversación.

Él toma la soda y lo pasa por la caja registradora. Justo después del "beep", mi padre nos mira muy sonriente.

- Son 10 dólares joven. - contesta alegre. Joseph mira hacia abajo para sacar su billetera y mi papá aprovecha para guiñarme el ojo y señalarme con un "like" que Joseph es aceptado por él.

- ¡Por favor! - le digo a él rodando los ojos.

- Tenga señor Grow. Gusto en conocerlo, por cierto, su hija es una chiquilla rebelde que vaga por la calle sola, haciendo berrinches, a diferencia de usted, un caballero de verdad - agrega sin razón. ¿Qué le pasa?

¡Oh! ¡Touché! Se vengó de aquella vez cuando lo conocí y lo dejé mal frente a su padre. Qué mal por mí.

- Te creo. La conozco y sé que es verdad - me clava una daga imaginaria mi propio héroe. ¡El mundo está en mi contra!

McBrown finalmente toma su compra y se dirige hasta la salida. Yo lo acompaño todo el recorrido, en silencio y ante las miradas de mi traicionero padre y mi estúpido primo.

- Adam quiere verte. Te pasaré a buscar a las cuatro de la tarde en este local. - rompe el silencio en el que estábamos.

- Te esperaré. Hasta entonces. - me doy media vuelta, no quiero que ese par de adentro me siga mirando cada movimiento.

- Por cierto, perdón por no haberte ido a buscar. Adam me llamó y tuve que ir. Me necesitaba para vocero en la mansión. - rasca su cabeza nervioso mientras el sol apenas muestra ganas de querer ocultarse.

- No te preocupes. No estoy enojada. Te veré mañana, chao - repito mi vuelta pero esta vez no soy interrumpida.

Lo único que escucho es el azoto de la puerta al cerrarse y también del motor al encenderse y marcharse. Debía continuar trabajando y soportar a estos dos hombres durante el resto del día.

Compro corazones rotosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora